lunes, 25 de noviembre de 2013

El hombre violento

Hoy es el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Un día en el que, por ejemplo, quienes nos gobiernan deben de haber mirado para otro lado, pues es sabido que eso de destinar recursos a luchar contra la violencia de género es algo que no les llena precisamente de orgullo y satisfacción. También es un día al que llegamos tras una semana recopilando datos sobre el ejercicio de la violencia por parte de nuestros adolescentes (ellos como actores; ellas como receptoras) o acerca del machismo en las redes sociales. Y de todos esos datos que hemos sabido últimamente, uno brilla cual quincalla: a las mujeres nos gusta el hombre violento.
No sé qué se entiende exactamente por "hombre violento", ya que entre Chuck Norris y el vaquero de Marlboro (dos paradigmas de macho man) media un abismo de series malas y anuncios aún peores. Puede ser que las mujeres nos sintamos atraídas por el hombre recio y duro, pero ello no quiere decir que bebamos los vientos por un varón capaz de soltarte un mandoble en cuanto le pides la hora. Es más: estoy convencida de que la expresión "tipo duro" no tiene por qué ser sinónimo de la palabra "maltratador".
El maltrato es en sí una figura demasiado compleja para reducirla a un solo tipo de ejercicio. Es maltratador quien emplea la violencia física, pero también quien te dice continuamente lo mucho que te aprecia y utiliza sus pomposas palabras para ocultar el hecho de que, en realidad, te trata como una mierda. Lo sabes, lo sientes, aunque él insista que estás equivocada, que has perdido la razón porque eres incapaz de ver que ocupas el primer puesto en su lista de afectos. La verdad es que te has encaramado al top 1 de su lista de desperfectos.
Maltrato es una acepción amplísima que, muy probablemente, mute en cada interpretación individual que se haga de ella. Puede haber evidencias externas o graves daños internos, pero el resultado es siempre el mismo: desfallecimiento personal, tristeza, depresión, inseguridad, falta de autoestima, miedo, angustia... Generalizar por tanto que a las mujeres nos pone berracas el hombre violento no solo resulta peligroso sino también estigmatizante, ya que contribuye a que determinados individuos se aferren a unos comportamientos inasumibles y que los conviertan en credo de seducción.
Sin embargo, resulta innegable que a las mujeres nos gusta el hombre fuerte, entendiendo por ello al individuo que es capaz de cuidarte y defenderte cuando no es él sino la vida quien se lía contigo a bofetada limpia. Nosotras somos cuidadoras por naturaleza, y por ello valoramos tanto el que, de repente, aparezca alguien capaz de ayudarnos a levantarnos cuando caemos; alguien que se preocupe por nosotras, camine a nuestro lado y comparta los problemas, pero también las soluciones. El hombre cuidador es, por tanto, ese príncipe azul del cuento clásico, la joya vintage de nuestra caja de tesoros. Pero una figura así también tiene que estar provista de las virtudes asociadas desde tiempos inmemoriales al eterno masculino: seguridad, confianza, valentía... Que nos demuestre lo importante y lo maravillosas que somos aun cuando no lo necesitemos. Y para hacerlo sin que resulte impostado necesita tener carácter y arrojo, porque no es tan fácil encontrar a gente que de la cara por ti cuando más lo necesitas o, incluso, cuando menos lo mereces.
El hombre fuerte, el hombre cuidador no es, por tanto, el hombre violento, pero sí puede compartir con él una imagen icónica en tanto y cuanto los dos serían representados en la imaginería popular por machos aguerridos, tal vez rudos. Pero mientras en uno la rudeza es símbolo de personalidad, en el otro lo es de inconsciencia y locura. Quizás, la confusión de los conceptos se deba a una simple caricatura trazada al aire, cuando, en realidad, el ejercicio de la violencia no es tanto una demostración de fuerza como una enorme exhibición de cobardía.
Tal vez sea generalizar en exceso, pero yo creo que las mujeres tenemos muy claro el tipo de hombre que nos gusta y que, de hecho, se nos prepara desde muy niñas para abrazar determinados valores masculinos. Consciente o inconscientemente. Otra cosa es que no seamos capaces de vislumbrar las migas en el camino (o no queramos hacerlo) o que la vida nos coloque en una situación extrema de dependencia, lo cual nos vuelve tan vulnerables como ciegas.
Eso sí, mientras los medios sigan berreando frases como ésta de lo mucho que nos ponen los mamporreros, vamos aviadas. Nosotras, vosotros y ellos.


sábado, 23 de noviembre de 2013

Andar el camino

El camino se realiza andando. Vale, es una frase la mar de simple, pero como todas las simplezas, también encierra su parte racional y hasta mística.
Esta misma semana nos hemos enterado de que aquellos estudiantes que pusieron voz y cara a la protesta del movimiento estudiantil chileno han sido elegido diputados. Que sea enhorabuena. Enhorabuena a Camila, Karol, Gabriel… a sus compañeros de lucha, a quienes les escucharon y a los votantes. En el caso de Camila Vallejo, como ya expliqué en otra entrada, mi enhorabuena se haría extensiva a su pareja, Julio Sarmiento, ideólogo comunista y auténtica "inteligencia en la sombra" de aquel movimiento estudiantil que reventó las calles de Santiago. Si hacemos un poco de historia, Julio siempre fue llamado a ocupar un puesto de liderazgo ante el público y su propia formación, pero al ser cubano (recordemos que llegó a Chile para estudiar en el año 2002), creyó conveniente delegar el protagonismo en otro (otra) para no mezclar churras con merinas, esto es, para no recibir los dardos fáciles destinados al revolucionario oportunista. Sin desmerecer el talento y el carisma de Camila Vallejo, hay que incidir en la suerte que ha tenido al ser respaldada por un gran -inmenso- hombre. Si tantas veces pronunciamos esa condescendiente sentencia de "detrás de cada hombre hay una gran mujer", hay que reconocer que, en ocasiones, detrás de una gran mujer también hay un gran hombre, un tipo magnífico, capaz de renunciar a su ego (o canalizarlo de otra forma) para trabajar por y para la fémina que tiene al lado, sin envidias, sin celos, sin estupideces. Hay que ser un hombre diez para amar a una mujer excepcional.
Pero, al margen de mis teorías sobre mujeres, hombres y viceversa, a lo que quería referirme en el día de hoy es al envidiable proceso que ha seguido este movimiento estudiantil chileno, que después de sacudir el país con sus proclamas "incendiarias", ha llegado hasta el Parlamento. Al margen de que estemos o no de acuerdo con los planteamientos de estos chicos, es de justicia reconocerles el mérito de la inteligencia aplicada a la política. En su día, y a raíz del 15M, expliqué que a dicho movimiento le veía un amargo futuro si no se decidía a dar el salto a la política obviando las opiniones de todos aquellos empeñados en negarle cualquier adhesión ideológica (algo imposible, por otro lado). Lo mismo dije en su día de la revolución zapatista, a la que vaticiné un relativo gran fracaso si no se decidían a batirse en duelo en las urnas, aun con todas las dificultades que encierra la política mexicana.
Creo (y cada día estoy más convencida de ello) de que cualquier movimiento social con vocación de triunfo debe atravesar ciertas fronteras si tiene aspiraciones de continuidad y acción. El paso lógico, por tanto, es posicionarse en el marco político y plegarse a las reglas democráticas para trabajar en pos de los ideales. Porque tener ideas está muy bien, pero también hay que saber cómo concretarlas: es relativamente fácil ilusionar a la gente con promesas; lo complicado es intentar que esas promesas, esas metas fraguadas al carón de la revolución social, no se queden en cuentos.
En España sobrellevamos como podemos el estigma de una clase política chanchullera y hasta malévola. Ahora mismo, el dedicarse a la política es casi caer en lo más bajo de la escala social. Y, sin embargo, estoy convencida de que hay gente estupenda trabajando en política, ya sea en las filas de la izquierda o de esa derecha que tan poco se parece a la derecha europea. También confieso que conozco a gente que haría muy buen papel bajando al ruedo político, pero jamás aspiraría a ello porque no le apetece perder la conciencia y la dignidad en el intento. Sin embargo, normalmente solo se puede ganar si te arriesgas.
La maniobra fácil, por tanto, es agitar las calles, remover conciencias, pero siempre desde la trastienda, sin aventurarse a que aquellos que has movilizado te acusen de "político". Y eso es una pena. porque, como ya he insistido dos, tres, o quinientas veces, la única forma de cambiar el sistema, sin coste de vidas humanas, es hacerlo desde dentro. No obstante, ahí estamos, temerosos de perder apoyos, de ser acusados de desleales si nos liamos la manta a la cabeza y luchamos por lo nuestro, por lo de todos, desde las listas electorales.
Estoy convencida de que a estos jóvenes parlamentarios chilenos también les han llovido las críticas de los llamados antisistema o los que se declaran anarquistas sin serlo de facto. De hecho, Camila y Karol se han visto obligadas a dar una rueda de prensa para expresar por qué y para qué están en el Parlamento. Algo que, por otra parte, debería ser obvio: hemos hecho algo grande, hemos creado una revuelta social y ahora vamos a trabajar por vosotros de todas las maneras posibles que nos permita la ley. En España esto, ahora mismo, no sucedería. De hecho, IU nos ha vendido a su diputado Alberto Garzón como representante del 15M, cuando el perfil de Garzón es mucho más político y económico que de activismo social y revuelta callejera.
Me encantaría ver cómo los agitadores sociales (representantes de las mareas, del 15 M o del sindicato de estudiantes, quien, por cierto, tiene entre sus líderes a gente muy interesante) toman el Parlamento por las urnas. Y que no tengan miedo hacerlo, porque si no se deciden llegarán usurpadores como esta chica de las juventudes socialistas, la tal Beatriz Talegón, que me parece uno de los personajes más oscuros que ha entrado en política. Y una de las personas que más cadáveres ha dejado en su camino hacia la fama y fortuna.
Ojalá tomemos ejemplo del caso chileno. Puede triunfar o fracasar, pero es un camino andado que nos devuelve un poco la ilusión de los años 60 y a aquellos cachorros políticos que querían cambiar el mundo y que utilizaron todos los recursos democráticos para ello. La democracia nos garantiza el voto, y las constituciones que maman de su teta el derecho a la huelga, el derecho de manifestación y el de reunión (ay, esa Ley de Seguridad Ciudadana, qué enorme y soberana estupidez), pero también nos da el poder de representación y los cauces para luchar por nuestras ideas y nuestra gente. Entonces, ¿por qué no lo hacemos?

Y como, lo confieso, yo he sido siempre más de Camilo que de Camila (ya no digamos del Che o Fidel), aquí va la "rola".


lunes, 18 de noviembre de 2013

La pianista

Estos últimos días, los medios nos han deleitado con una noticia la mar de pintoresca: una estudiante de piano estaba siendo juzgada por "maltratar psicológicamente" a su vecina al hacer prácticas con el instrumento en horas de oficina. Por instrumento me refiero al piano.
Al parecer, la vecina de marras habría llegado a padecer serios episodios de angustia y hasta problemas físicos al verse obligada a escuchar, día tras día, a la moza perpetrando sus acordes. Por semejante delito, el fiscal había solicitado una pena de siete años de cárcel para la artista, pero se ve que la chica ha pulsado la tecla sensible del personal, porque el servidor de lo público ha rebajado la petición a 20 meses, lo que le ahorraría el mal trago de pisar la cárcel pero le colgaría en su currículum unos bonitos antecedentes. Y ya sabemos lo quisquillosos que son algunos países con esto de los delitos, que lo mismo no te dejan poner un pie en el Wal Mart más próximo por muy pianista que seas o muy bien que se te dé esto de los tocamientos.
Desconozco si el caso es para tanto. Según parece, la chica aporreaba el instrumento durante el día y por las noches se dedicaba a vivir una aventura tan prosaica como es el buen dormir, lo que, en mi modesta opinión, suma un punto a su favor. A mi entender, no tiene nada que ver ensayar en horas de oficina con hacerlo a las dos de la madrugada, cuando a uno le espera un día de recortes, ajustes y mamandurrias varias. A lo mejor lo que ocurre es que la aspirante a llevarse el premio de Tú sí que vales producía una música nefasta y, claro, hay cosas que no se pueden aguantar. Aunque, pensándolo bien, por esta regla de tres, las cárceles estarían llenas de progenitores de bebés berreantes, aficionados al heavy metal, propietarios de bares y discotecas y fans recalcitrantes de José Luis Perales. Confieso que si mis vecinos me ponen a Green Day a toda pastilla 12 horas al día, lo mismo hasta les hago una tarta, pero si les da por pincharme una sesión intensiva de Bisbal, a lo mejor lo que les doy es una torta. O varias.
Lo siento por la pianista entregada, la vecina achacosa, amigos y familiares, pero también lo lamento por este país, en el que una chica cuyo delito es tocar el piano vive bajo la amenaza de la cárcel mientras otros y otras, tras haber cometido delitos graves (presumiblemente) están más anchos que panchos. Ahí tenemos, por ejemplo, al ex presidente Camps, escondiéndose como una rata en las alcantarillas de Valencia para no ser interrogado por el juez Castro como testigo del caso Noos (no vaya a ser que se revuelva aquel tema añejo de los trajes y se den cuenta de que lo que de verdad le sienta bien es el mono a rayas); o, sin alejarnos mucho de lo que importa o imputa, el traspiés de la justicia con la impoluta infanta Cristina, que, visto lo visto, ya puede arrancarle la cabeza a un bebé delante de toda España que todos miraremos hacia otro lado y fingiremos que la importante no nos ha importunado. Y es que aquí lo realmente grave pasa... de largo. El PP borra el disco duro de los ordenadores de Bárcenas y hacemos borrón y cuenta nueva; una ministra del PP recibe dinero de una trama corrupta y el resto le arrojamos confetis; unos ancianos son estafados por los grandes bancos y los detenemos por protestar mientras a los mentirosos que les engañaron les premiamos con una jubilación de pandereta. Bonito a la par que edificante.
No sé cómo acabará la desventura de la pianista, pero yo llamaría a la ciudadanía a presentar una queja al Estado por motivos igual de fundamentados. Por ejemplo, la murga que nos dio Richar Clayderman con su Balada para Adelina; o el empeño de María Jesús y su acordeón, pervirtiendo a venerables ancianos en Benidorm a ritmo de Los Pajaritos; o el pianista de Parada amargándonos la siesta de los sábados... Y no sigo porque no me llegaría el blog para hilvanar tanta protesta social. Lo mismo, entre denuncia y denuncia, haríamos un bien a España: tener a Gallardón entretenido e impedirle trabajar en su máquina del tiempo, ésa que yace en el subsuelo del Ministerio de Justicia y que está a punto de trasladarnos a la Baja Edad Media, época gloriosa del vasallaje y el derecho de pernada. No hay mal que por bien no venga... ni vecinos que lo resistan.


viernes, 15 de noviembre de 2013

Eso del cambio climático

No sé de qué forma describir cómo se nos quedó el cuerpo tras ver las imágenes de Filipinas después del paso del tifón Haiyan. Desolación, muerte, corrupción, pobreza.... las instantáneas nos retrotaían a aquella imagen de los jinetes del Apocalipsis, esos simpáticos chicos a caballo que arrasan por donde pasan.
Hablando de pasar, la tragedia filipina nos ha demostrado dos cosas: que el país está muy mal preparado para afrontar desastres naturales que a menudo les pillan con el pie cambiado, y que la comunidad internacional, salvo el esfuerzo de ciertas ONG's y algún gobierno en estado de shock, pasa de todo. Y la dejadez roza ya la indecencia, no solo porque las imágenes que nos llegan del desastre asiático ponen los pelos de punta, sino porque en estos momentos se está celebrando la Conferencia del Cambio Climático, orquestada por el ente que obedece a las siglas de ONU y que viene a ser algo así como el Senado: un organismo que sirve para poco más que para que la gente se pregunte el por qué de su existencia.
El otro día, el representante filipino en la conferencia de marras se echó a llorar mientras pronunciaba un discurso que se movía entre la súplica y la resignación. Yeb Sano intuye, como intuimos todos nosotros, que la plaga de desastres naturales obedece a la acción del mayor de los desastres que habita la tierra: el hombre. La Tierra se desgasta por el uso, pero también por el abuso que hacemos de ella cada minuto de nuestra existencia. Y no hace falta que venga el sr. Sano a recordarnos lo que somos y lo que hacemos (por cierto, el hombre se ha puesto en huelga de hambre, o de ayuno, mientras dura la Conferencia, pero creo que muy pocos se han dado por aludidos); somos plenamente conscientes de que los gobiernes asumen el problema del clima como nosotros los propósitos de Año Nuevo: con buena intención y nulo cumplimiento.
Y es que las autoridades no están por la labor de reducir las emisiones y controlar nuestra defenestración en la medida de lo posible. No solo porque elijan para cargos comprometidos con el entorno a gentes tan ineptas como Ana Botella (durante muchos años concejal de Medio Ambiente del ayuntamiento de Madrid y actualmente pésima gestora de la huelga de recogida de basuras que tanto nos está tocando las narices) sino porque son arte y parte de todo el conglomerado económico que maneja el chollazo de las energías más contaminantes. Véase, por ejemplo, un país como España, cuyo principal activo, muy por encima del turismo, sería el sol. Pues bien, éste nuestro gobierno, en lugar de tirar de energía solar para revalorizar y potenciar nuestra economía, ha hecho justo lo contrario: reducir las licencias que permitirían explotar una de nuestras grandes riquezas y regalarle a cambio todo tipo de trabas. Así nos las gastamos.
De cara a la galería nos preocupa mucho la cosa del clima, pero más nos preocupan nuestros bolsillos. Y, claro, si acabamos con el chollo del petróleo, hay varias naciones, corporaciones y lobbies que lo mismo se cabrearían. Menos mal que a nuestro rey le quitaron ese privilegio otorgado por Franco de llevarse un porcentaje por cada barril de petróleo que compraba España a sus amigos los árabes; si no, lo mismo nuestro querido monarca estaría a esta misma hora fustigándonos con el andador por ser malos españoles y peores súbditos.
No le veo yo mucho remedio a esta situación más allá de la buena voluntad de los habitantes del planeta que no estemos comprometidos económicamente con las fuentes de energía más contaminantes. Lo tenemos todo en contra. Y no solo hablo de los desastres naturales; también de los impostados. Por ejemplo, esa sentencia absolutoria en el litigio del hundimiento de Prestige, aquel barco que dejó 1.700 km de costa (no solo española) hecha unos zorros, causó problemas de salud a muchos voluntarios que acudieron a limpiar las playas afectadas y desastibilizó a un gobierno torticero (el mismo que ahora nos adorna) cuyos máximos responsables se encontraban de cacería o directamente en Babia en el momento de autos. La sentencia no encuentra culpables de semejante horror salvo el barco mismo, al que le entró la estúpida manía de vomitar mierda a cascoporro. Resulta indignante, pero lo peor es que da carta libre para que armadores, capitanes, políticos etc, se paseen por los mares en barcos que no valdrían ni para desguazarlos y obtener cobre de sus ruinas: total, si pasa algo, será porque Dios lo ha querido. Ajo y, sobre todo, agua. La justicia de los hombres es así de divina.



martes, 12 de noviembre de 2013

Censura

Lamento mucho la pesadilla que están viviendo los compañeros de Canal Nou, testigos del ocaso de la televisión valenciana, tanto tiempo rendida a los pies del PP. La pésima gestión perpetrada por el partido es otro fruto más de esta perversión del neoliberalismo que tanto gusta a los señores y señoras de la derechona, que siempre entendieron que dicha doctrina económica no era otra cosa que un traje hecho a medida de sus despropósitos y un vehículo de su enriquecimiento, ilícito o no, aunque siempre poco ético. Pero, además del uso y disfrute de la economía de barrial por parte de unos cuantos, la desgracia de Canal Nou ha sido la regresión en la forma de comprender la información, no como un vínculo de conocimiento entre las partes, sino como una máquina propagandística a mayor gloria de los caciques de turno.
Y es esa forma dictatorial de enfrentar a los medios de comunicación lo que nos ha llevado a estar donde estamos, con canales autonómicos víctimas de las corrientes amigas y los enchufes trifásicos, opiniones sesgadas y mentiras a la carta. Lo que ha ocurrido en Canal Nou no es ajeno a ninguna televisión autónomica, en tanto en cuanto nuestros políticos las conciben como "sus" canales o, lo que es lo mismo, módulos para "canalizar" sus ideas. El trabajador no sirve a la imparcialidad, si eso existiera, que ya lo dudo, sino que se le contrata para rendir pleitesía al gobernante de turno e influir en los televidentes a modo de sedante. Encima, en el caso de España, esto tiene un componente moral un tanto conflictivo: las televisiones autonómicas nacieron en un momento de reivindicación territorial, nacionalista y cultural, convirtiéndose en activos ejemplarizantes para divulgar una determinada lengua y una cultura en particular, de ahí que gran parte de la población simpatizara bien pronto con sus predicamentos que enseguida pasaron de la "evangelización" cultural a la "evangelización" política, económica y social. La base era buena; el objetivo, maligno.
Con el controvertido cierre de Canal Nou, en la ruina total dentro de esa debacle económica que obedece al nombre de Comunidad Valenciana, han sacado pecho alguno de sus trabajadores (o ex) pidiendo perdón por los desmadres cometidos: por informar sin ecuanimidad, haberse plegado a los requerimientos del gobierno autonómico o, directamente, por mentir. Me parece muy bien y siempre es de agradecer que alguien haga acto de contrición, pero yo me pregunto: si tanta conciencia teníamos, ¿por qué no nos quejamos antes? ¿Por qué no demandamos cuando era gratuito hacerlo? ¿Por qué no nos rebelamos cuando la profesión estaba en una situación boyante y no era tan complicado encontrar trabajo como lo es ahora? ¿Por qué no nos sublevamos cuando no nos faltaban las ganas ni el futuro? Siempre me ha parecido que a toro pasado todos somos Manolete, pero la verdadera valentía y las verdaderas agallas se demuestran sacando la cara en el momento justo y con las personas justas. Ya sé que es muy fácil decirlo y muy complicado llevarlo a la práctica, y que me experiencia me apunta que, a la hora de despedir, los empresarios se ceban en quien más molesta y menos adorna. Una verdad sobre la que deberían reflexionar aquellos que convierten el peloteo y la sumisión en su forma de vida. Conozco a algunos que ya se les ha olvidado la conciencia y hasta la dignidad de tanto arrastrarse.
Me imagino a los familiares de los muertos y heridos en el accidente del Metro de Valencia ojipláticos, comprobando cómo los periodistas de su canal autonómico afirman que, efectivamente, mintieron cuando aplaudieron y publicitaron el yo no fui de las autoridades. Y los supongo preguntándose por qué gritan ahora, cuando ya no tienen nada que perder, y no se pronunciaron antes, testificando en el juicio y levantando la liebre a perdigonazos. Triste consuelo para quienes fueron acusados de fabuladores y vengativos solo por exigir responsabilidades a quien, al parecer, las tenía y lo negaba.
Somos un pueblo triste que asiente y consiente, que creemos que los padres de la Constitución eran "lo más mejor" (ese blindaje de la Corona, lo que nos está doliendo...), que la Iglesia nos llevará al cielo (olé el arzobispo de Granada con su último manual para que las mujeres nos casemos y seamos sumisas) o que quien nos hace llorar es porque, en el fondo, nos quiere bien. Nuestra existencia es como aquel programa de televisión que despertaba pasiones cuando yo era una niña, el Un, dos tres. En él, varias parejas optaban a un premio que podía ser un apartamento en Torrevieja (la burbuja empezó aquí) o un coche. Si perdían, se llevaban una inmensa calabaza. Y así estamos nosotros, jugándonos la existencia como concursantes del Un, dos, tres, y bregando con nuestras bestias negras, herederos sin gracia de aquellos Don Cicuta, el profesor Lápiz, Don Rácano y Don Estrecho, dignos hijos de Tacañón del Todo, que velaban por nuestros dineros y nuestra moralidad, para que no nos lleváramos un duro de más ni se nos ocurriera decir nada inapropiado que pronto sería censurado. Para compensar, el programa distraía a los concursantes con señoritas de buen ver que necesitaban una calculadora cuando querían sumar dos más dos, no vaya a ser que les saliera ocho, que no rima con nada. Igualito que nuestros políticos de raza, a quienes le encanta buscar señuelos, a cada cual más tonto, para distraernos de sus infinitas tropelías.
Lástima que ahora ni siquiera podamos optar al apartamento y nos tengamos que conformar con la calabaza. Y sin que ni siquiera nos hayan dejado concursar...



jueves, 7 de noviembre de 2013

Papa, ven

Madrid está hecha un asco. Más de lo habitual, que ya es decir. Todo por una tontada de nada: un ERE de estos tipo "Terminator" capaz de poner a mil y pico trabajadores en la calle y a un importante número de familias camino de la indigencia. Lógicamente, el personal que se encarga de dejar nuestras aceras presentables y adecentar nuestros parques tras el correspondiente botellón, ha decidido encerrar rastrillos y cubos y plantarle cara a quien se la tiene que plantar.
Vaya por delante mi solidaridad con los trabajadores de la limpieza. Ni su tarea ni la huelga son gratas, pero alguien tiene que cantarles las cuarenta a esta camada de aprendices de Harry el Sucio que ejerce el mal gobierno en la ciudad de Madrid. Y ahí viene lo bueno, porque entre semejante terna de ladrones, especuladores y déspotas varios, nadie se da por aludido; es decir, que a ninguna de nuestras autoridades, amigos y conocidos parece competerle la resolución del conflicto.
Como viene siendo habitual en este infierno neoliberal en el que se ha convertido España gracias a las malas artes del PP, el ayuntamiento de Madrid decidió en su día externalizar los servicios de limpieza y "regalárselos" (alguien tiene que decirlo) a sus grandes amigos, ese puñado de constructoras que, supuestamente, financió ilegalmente al Partido Popular mientras nos llevaba de cabeza a la crisis inmobiliaria y a la ruina más absoluta. Lógicamente, había que devolverles los favores prestados y untarles para que prestaran un servicio que hubiera sido infinitamente más barato si hubiera seguido siendo gestionado por el Ayuntamiento. Pero, claro, uno no siempre se hace rico practicando el bien.
Total, que, a día de hoy, las empresas que tienen la concesión de nuestros parques, plazas y monumentos, están sumergidas en el bucle infame del recorte, esto es, hacer ricos a los de arriba mientras se ahogan los de abajo. Y para que los de siempre obtengan beneficios, los de nunca deben irse a la "puta rue". Y no precisamente a limpiarla.
A todo esto, nuestros ínclitos colegas del Ayuntamiento, un organismo al que los Populares han dejado sin fondos y hasta sin sangre, tiran balones fuera y se desentienden del conflicto que ellos mismos han contribuido a crear con su pésima gestión y sus ganas infinitas de obtener dividendos hasta de la porquería que generamos. Dicen que el problema es de las empresas encargadas de adecentar la ciudad, como si el consistorio madrileño no fuera el origen de esta insana cadena de favores y despropósitos con la que ahora nos ahogamos los censados en Madrid.
A Ana Botella, esto de las basuras parece darle absolutamente igual. Ella vive en Pozuelo y se mueve por la ciudad en coche oficial, sin tener que apartar de su camino tapas de yogures o excrementos de perro. Así no me extraña que suelte devaríos y que insinúe que en Madrid se ha limpiado por encima de nuestras posibilidades. También se han cobrado sobresueldos y se han costeado tejemanejes por encima de las ídem, pero de esto mejor no se dice nada, no vaya a ser que fastidiemos esa encuesta tan favorable para el PP que acaba de salir del horno del CIS, un organismo férreamente controlado por la autoridad pertinente y que pare sondeos con cuentagotas que, curiosamente, siempre favorecen a los de mismos. Misterios de la vida.
La última huelga de limpieza que sufrimos, allá por los 90, duró más de un mes y fue mucho más violenta que la que ahora tenemos, tal vez porque, en estos momentos, la mayoría seguimos en estado catatónico, enfrascados en el duro arte de sobrevivir. No sé cómo evolucionará el conflicto, aunque insisto en mi solidaridad con aquellos que padecen todo el despropósito chanchullero al que nos ha conducido la avaricia de cierta banda de sobrados. Alguien debería decirle a Ana Botella que la Marca España se devalúa mucho si la capital del país da más pena que gloria; o que los turistas rechazarán gastarse sus dineros en una ciudad bañada en mierda. Pero, sobre todo, alguien debería pedirle al Papa que nos hiciera una visita; sinceramente, solo un paseo de Su Santidad conseguiría que estos devotos catetos que pierden el oremus por ponerse mantillas y besarle el anillo al Santo Padre se decidan a arreglarle el pavimento por donde tenga a bien pasearse. Comprobaríamos entonces admirados como Botella, González, Rajoy y otros chicos del montón se pondrían las pilas y jalearían a sus amigos constructores para que solucionaran el entuerto lo antes posible. Incluso subiéndoles el sueldo a los huelguistas si fuera menester.
Francisco, tú que puedes, obra el milagro. Anda....


martes, 5 de noviembre de 2013

Pornomusic

A mí me da igual que las chicas Disney, inocentes, castas y puras hasta la náusea, se vuelvan pendones al cumplir los 18 y cabras legionarias al entrar en los 21. De hecho, entiendo que no debe de ser nada fácil mantener una postura comedida y una ética virginal cuando lo que más te apetece en el mundo es restregarte en directo y hasta en diferido con ese chulazo que ejerce de modelo de Calvin Klein y que se te pone a tiro cada vez que te peinas las coletas. Tanta austeridad y santa moral tiene que ser una mierda y también, por qué no, un tremendo coñazo.
Lo que ya me hace torcer el morro es que esta panda de buenas y santas se desmelenen tanto que lleguen a extenuarte a base de poner poses, enseñar morro, insinuar tetamen y realizar movimientos pélvicos que harían bostezar hasta al mismísimo Elvis Presley. No es que les niegue el derecho a pasarse por la entrepierna lo que les de la gana, desde el dedo índice a Rober Rabbit en calzoncillos, pero el exhibicionismo continuo me aburre. Sobre todo porque pareciera que el objetivo final de semejante alarde de amaneramientos varios fuera el simular que no cantan un mojón.
A lo mejor es que yo soy muy de la vieja escuela y admiro a la gente que hace bien su trabajo y se entrega a ello. De ahí que me choque comprobar cómo hay tantos que se empeñan en distraer al personal para que no nos demos cuenta de que son de natural lerdo. En el caso de estas simpáticas señoritas, la cosa encierra mayor injundia, porque cuanto más pierden la compostura, más se habla de ellas, ergo más facturan. ¿De verdad necesitamos vera Miley Cyrus imitando tristemente a las chicas Playboy más pasadas de rosca para que nos suene su nombre? ¿No nos bastó con admirarla en Hannah Montana pegando gritos y saltos sin rubor para desear que se retire pronto a un monasterio de monjas benedictinas, a poder ser acompañada de su santo padre? ¿Somos víctimas de una simple estrategia de marketing diseñada para agitar nuestros instintos más primarios?
Hay un dicho que a mí me gusta mucho y que habla de virtudes públicas y vicios privados. Según él, las personas que ejercen de santas, en realidad son fieles a sus propios pecados. Del mismo modo, creo que podría darse la situación contraria, es decir, que aquellos que alardean todo el tiempo de su sexualidad, en realidad son víctimas de una ética pseudocalvinista que constriñe su vida. Sí, también la más íntima. Creo que es fácil que se de una dualidad entre la imagen que la persona proyecta y la que tiene de sí misma, hasta el punto de que una y la otra entren en serio conflicto. Pero, bueno, eso sería aplicar la psicología más sesuda a asuntos que parecen demasiado superficiales como para resultar mentira.
Y no solo las chicas Disney tienden a desbocarse en esta caída incontrolable hacia la sordidez: su camino parece ejemplarizante a tenor de casos como el de Lady Gaga o Rihanna. Aunque yo diría que en estos dos hay factores muy claros que condicionan su exhibicionismo: Lady Gaga es un producto de marketing muy, muy currado, mientras que las aventuras de Rihanna parecen obedecer en gran parte a la sed de venganza. Algo parecido a cuando te deja un novio y, además de ligarte a su mejor amigo, te pones mechas y pechamen nuevo al grito de "que le den". En realidad, lo que quieres decir es que le den remordimientos y arcadas al ver lo que se ha perdido. Y, ya puestos, que se arrastre para volver contigo, aunque si acabas arrastrándote tú, tampoco pasa nada: que viva el amor.
Pero volviendo al principio de los tiempos, reconozco que determinados tipos de música pueden gustarte o no. Lo mismo ocurre con el porno. Pero la pornomusic lleva todas las de perder porque no es porno ni es música, sino un estupendo gatillazo por el que pagamos hoy y nos lamentaremos mañana. Y es que, queridas niñas, la vida es dura y la competencia máxima. Hoy estáis enseñando nalga y dentro de nada consultando a los mejores cirujanos para reducir la cartuchera mientras otra luce como ninguna tu bikini de faralaes. Eso sí, que te quiten lo meneado, porque la cantidad indecente de dinero que has ganado calentando al personal a cambio de soltar dos gorgoritos compensa todas las cuitas. Aunque yo, si fuera ellas, tan bellas, me preguntaría por qué otras no necesitan comprar la equipación en un sex shop de todo a cien para vender discos como churros (¿o era como porras?). Por qué esas listillas por las que se pelean los chulazos de Calvin Klein no toleran que ningún cantautor de karaoke les arrime el saxo mientras entonan juntos el himno nacional en tanga. Menudas zorras. Pero, bueno, que piensen otros, que para eso les pagamos.