sábado, 30 de abril de 2011

Beatos

¡Menuda se ha montado en Roma con motivo de la beatificación de Juan Pablo II! Cantidades ingentes de católicos han llenado este fin de semana la ciudad eterna con cánticos y mensajes de amor y paz. Precioso. Desconozco los motivos por lo que se beatifica al difunto Papa. Algún milagro habrá hecho, seguro. Así, de pronto, me viene a la cabeza que ser íntimo amigo de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, y aguantarte las ganas de darle dos guantazos, milagro no será, pero mérito tiene. Imagino que Juan Pablo II, tan campechano -según cuentan- en sus gestos, y tan comedido en el sentir, sería un hombre de esos de hacer mucho el bien. Lástima que lo de las canonizaciones no lleguen en vida, porque conocerías a tanta gente que ríete tú del Facebook. Éste esperando que le cures un orzuelo, aquél buscando un buen colegio para sus hijos, el de más allá rezando para que su suegra encuentre novio y se vaya bien lejos... Siempre dando audiencia. Lo dicho, un no parar.
Voy a contar un secreto que me tiene acongojada: de pequeña pensaba que el mejor Papa era el Papa muerto. Que no se me subleven los creyentes porque todo tiene una explicación. Hace siglos yo iba a un colegio de monjas y hete aquí que eligen Papa a Juan Pablo I y va el hombre y la diña. Desolación total y dos días de luto que nos dieron en el cole y que para mí fueron de fiesta. En casa, jugando del alba al anochecer, ¿se puede pedir más? Recuerdo haber pensado entonces que el hecho de morir en la cama rodeado de monjas era lo más. Ahora, la imagen me pone los pelos de punta.
En fin, que en mi corazón ningún Papa puede sueperar a Juan Pablo I también llamado el "breve". A lo sumo, el hecho de que en algún momento se elija un pontífice negro me podría llegar a conmover, aunque, bien pensado, la elección de Obama tampoco es que me produjera un orgasmo, así que.... Mejor lo dejamos.
Que lo que yo quería decir desde el principio, antes de irme por las ramas, es que el fiestón de Roma me resulta hasta simpático. Una romería de las de toda la vida con mucha gente de amplia sonrisa y guitarra en mano. Pero los que sufrimos la mala suerte de no ser creyentes (con el chollo que implica tener fe, hay que ver) identificamos los milagros con otra cosa. Para mí es un milagro que una niña obligada a casarse con 12 años, consigua huir y pueda contarlo; que una patera logre cruzar el Estrecho sin muertos ni percances serios; que un maltratador deje de serlo y, sobre todo, que un hombre rozando los 60, cabeza de familia de un hogar con dos hijos y dos nietos en el que nadie trabaja, se quede en paro, llegue a la situación de tener que cobrar el subsidio y continúe sacando adelante a la familia con la dignidad tocada, pero sin darse a la bebida, atracar un banco o trasladarse a vivir a lo alto de una
grúa pancarta en mano. Eso sí es un milagro. ¿Lo demás? Lo demás, a lo sumo, escenas de vodevil.

viernes, 29 de abril de 2011

Sexo

Ayer me planteaba una cuestión peliaguda donde las haya: si lo que atrae público en la red es el sexo, los blogs que no hablan de ello no se comen un colín, ¿no? Voy a hacer un experimento científico (de los que, si trabajara para una institución, me pagarían una pasta) y a montarme una entrada que verse sobre el dichoso tema, a ver qué tal va. Tres cositas "de ná" para resolver dudas muy comunes. ¿Empezamos?
1.El tamaño SÍ importa. Lo siento chicos, pero es lo que hay. Aquello de "pequeña pero juguetona" se lo inventó un hombre con complejos. Es más, cuando un individuo de sexo masculino te dice algo tipo "yo la tengo normal", o es el ser más humilde de la tierra o, no nos engañemos, la tiene pequeña. Y este asunto de centímetros también es válido para las mujeres. Nosotras, cuanto más grandes tengamos las tetas, mejor. Aun a riesgo de repetirme: lo siento chicas, pero es lo que hay.
2. El pene se puede romper durante el acto sexual. Y debe de doler mucho. Si veis que aquello adquiere una postura extraña, perded la vergüenza e id a urgencias antes de que se vuelva negro. Según los urólogos, la rapidez es fundamental.
3. Kamasutra. Un libro muy entretenido para al que le gusten los comics. Con posturas muy artísticas pero, la mayoría de ellas, impracticables en la vida real. Allá vosotros con vuestros cuerpos, pero sabed que corréis el riesgo de lesionaros seriamente y gastaros lo que no tenéis en fisioterapeutas. Si queréis innovar, probad a hacerlo sobre la lavadora. Ahora que el gobierno ha retomado el plan Renove de electrodomésticos, por lo menos no tendréis cargo de conciencia si el aparato (me refiero a la lavadora) se rompe.
4. El semen alimenta. Esto se lo inventó un hombre, fijo, con el fin de que tragáramos (qué bonita metáfora me ha salido) el cuento. No dudo que tenga propiedades nutritivas, pero, ya que los científicos son tan listos, que pongan a algun individuo o individua a vivir un mes alimentándose solo de semen a ver cómo le queda el cuerpo. Y que comprueben si acaba con la piel como culito de bebé al estilo de Brad Pitt en Benjamin Button. Si es que el semen sirve para todo. ¡Ya tenemos combustible cuando el petróleo se acabe!
5. Después de una noche se sexo... Ellos piensan en fútbol y en contarlo a sus amigos. Nosotras en ir de compras y contarlo a nuestra mejor amiga (lo del sexo, las compras o ambos). Eso de que las mujeres nos enganchamos y ellos no es una mentira podrida. Enganchan los sentimientos, el roce, el tiempo.... ¡Que no estamos en el siglo XVIII!
6. Tran sex. Un transexual que haya sido operado (hablo en el caso hombre-mujer) es mujer en toda regla y puede mantener relaciones con absoluta normalidad. Se le ha reconstruido una vagina y se le ha puesto clítoris con terminaciones nerviosas. Por cierto, hay mujeres (nacidas tales) que tienen el conducto vaginal muy estrecho o diminuto. Obedece a un trastorno de origen genético que impide la entrada del pene. Eso, amigos, también se corrige completamente. ¡No hay nada que la cirugía no pueda modificar!
Próximamente, más. O no...

jueves, 28 de abril de 2011

Juego limpio

Lo del Madrid Barça de ayer se asemejó más a una pelea de barrio que a un partido de fútbol jugado por profesionales bregados en una de las ligas más importantes del mundo. Para empezar, el Madrid se había esforzado en que el campo fuera un patatal. No lo consiguió, pero en este caso la intención también cuenta. Si la idea era hacer rodar al rival por suelo y, de esta forma, minarle la moral, lo consiguieron a medias porque lo que es rodar, rodaron. Todos.
Yo soy una de esos seres utópicos que cree que el deporte engloba una serie de virtudes: compañerismo, respeto al contrario, fair play, saber perder (y saber ganar)... Parece que estoy equivocada y, visto lo visto, últimamente es como si el deporte fuera un espacio donde unos cuantos gañanes dan rienda suelta a sus peores instintos: se insultan, se pegan... El objetivo, más que ganar, es ganar y machacar. Dejar al oponente con la lengua fuera y la humillación dentro. Para que se entere.
Uno de mis "no ejemplos" a seguir es Fernando Alonso, El Señor de las Excusillas. La culpa de sus debacles nunca es suya; la tiene el mecánico, la organización, Hamilton o el que vende cupones a pie de puerta. Majete el tío. Puede ser un excelente corredor de Fórmula 1, lo cual tiene muchísimo mérito y no lo niego, pero le pierden las formas y, sobre todo, el poco respeto que demuestra hacia sus compañeros cuando abre la boca. Entiendo que haya quien sienta fascinación por este hombre, pero no creo que sea ejemplo de saber estar para nada ni para nadie.
Rafa Nadal es otra cosa. Federer también. Vale que todos perdemos la compostura alguna vez, incluso varias al día, pero es de sabios rectificar y pedir disculpas o, por lo menos, no insistir en el asunto. Como lo es denunciar cualquier injusticia que se haya cometido contigo. Entiendo que los futbolistas protesten cuando el árbitro mete la pata, el equipo contrario se ceba con ellos o a los espectadores se les va la mano. Lo que no comprendo es ese ansia por salir al campo (o a la pista o a donde sea) con más ganas de armar bronca que de desmostrar que, en tu profesión o afición, eres "el puto amo", como diría Pep Guadiola.
Cuando alguien invente el mix perfecto entre fútbol y lucha libre habrá hecho historia. Como siempre, dando ideas.

miércoles, 27 de abril de 2011

Facebook&Friends

Voy a ser sincera: ni tengo página en Facebook ni la voy a tener. Llamadme antigua, romántica, carca... lo que sea, pero eso de exponer mi vida, las imágenes que la retratan o que alguien cuelgue en mi muro cosas tan prosaicas como que todas las mañanas se lava los dientes, no me va. Yo soy muy de piel, de tocar, de oler, de ver... Demasiado primitiva, creo.
Y con los amigos también tengo mis manías. Los míos son pocos y muy seleccionados. La gente que no me interesa, no me interesa y punto. Los que en su día me interesaron y ahora ya no, descansan en el limbo de mi indiferencia. Con los que me interesan ya me ocupo yo de mantener el contacto puntualmente, gracias. Todo esto viene a cuento porque hay una conocida que me tiene un poco perturbada. O me tenía. La susodicha, una persona a la que yo solo me acercaría por obligación, no para de habar de que "este amigo dijo aquello", "una amiga contó esto otro"... Así varias veces al día y varios días a la semana. Mi pasmo era tremendo, porque no entendía cómo una mujer con ese carácter ni esa formas podría atesorar tantas amistades y alardear de ellas. Debí darme cuenta de aquello de "dime de qué presumes...". En fin, que me he enterado por otra tercera persona que dichos amigos son gente del Facebook a los que no conoce de nada y que se apuntaron a su cuenta porque, imagino, no tenían otra cosa mejor que hacer y atraídos por un perfil que ella se ha encargado muy bien en remodelar convirtiéndolo en florido y fermoso.¿Es eso amistad? Pues no la compro.
El otro día presencié una singular competición entre dos  personas en los veinte que se jaztaban de sus amistades en la red social. Una afirmaba ir por los doscientos y pico y la otra por los 180. Yo, en mi ignorancia, les pregunté a cuántas de ellas habían dado un abrazo y contado sus secretos. La primera dijo que a tres; la segunda que a cinco. Estupendo. Según estas nuevas reglas, cualquiera que me de las buenas tardes a la salida del supermercado es mi amigo del alma. Y la secretaria del dentista, con la que tengo más trato, mi media naranja.
No entiendo que la vara de medir la amistad sea la cantidad y no la calidad. Que los amigos, a lo sumo, sean solo gente con la que ir de cañas y no por la que arrimarías el hombro en momentos bajos o ayudarías en una mudanza (prueba peliaguda de amistad donde las haya). Lo dicho, soy una carca. Mea culpa.

martes, 26 de abril de 2011

Karma

Me gusta la palabra karma. Es algo como etéreo, dulce y liberador. Preciosa, ya digo, si no fuera porque en España tenemos un sinónimo mucho más efectivo y puñetero: venganza. Cuando alguien siembra mal karma es que está fastidiando a todo lo que se menea. Del mismo modo, cuando se dice que fulanito tiene mal karma, significa que es un gafe de tres pares de narices. Continuando con la equivalencia, si pedimos al dichoso karma que actúe o, aún más concretos, hablamos de justicia kármica, a lo que nos referimos es, simple y llanamente, a venganza.
¿Por qué le llamamos x cuando queremos decir y? Tal vez porque estamos demasiado imbuidos de moral cristiana. Seas creyente o no, desde pequeños te meten en la cabeza la idea de que no hay que desear el mal a nadie, que hay que poner la otra mejilla y bla, bla, bla. Tonterías. No hay nada más humano ni más reconfortante que desear vengante de quien te ha hecho daño y poder llevar tus fantasías a la práctica. Ni siquiera tenemos que llegar a extremos tan duros. Basta con que le ocurra algo malo a la encarnación de tus pesadillas para que tu interior se remueva de gozo y grites a los cuatro vientos aquello de: "¡al fin se ha hecho justicia!".
Los más pacientes se dedican a esperar sentados a la puerta de su casa hasta ver pasar el cadáver de su enemigo. Una espera que puede durar años mientras el odio germina en una marmita que se alimenta día a día. Mucho más práctica es la venganza sutil, ésa que tan buen resultado da en novelas y películas y que tan difícil resulta de aplicar en la vida real. Muy bien se te tendrían que dar las cosas para urdir un plan igual de perfecto.
Pero a veces la vida te da la oportunidad y el instrumento y entonces, sí, entonces sacas lo peor (o lo mejor) que hay en ti y te vengas con dos... buenas razones. Luego lo explicas, todo ufano diciendo aquello de: "fue el karma". No, cariño, fue la venganza. ¡Y a mucha honra!

lunes, 25 de abril de 2011

Presumir y sufrir

Se ha hecho justicia divina. O kármica, como la queráis llamar. Las mujeres debemos congratularnos de que ya no somos las únicas que nos depilamor con fervor, nos maqueamos religiosamente antes de salir de casa cada mañana y sufrimos cuando el perfume de nuestras vidas muere y no hay ningún otro que le sustituya ni en nuestra piel ni en nuestra corazón.
Los hombres llevan ya unos cuantos años pasando por el aro de la moda y la belleza, lo cual tiene mérito. Si lo pensamos bien, en cuestión de una o dos generaciones, el hecho de ser hombre ha experimentado un cambio radical. Imagino a un Neardenthal paseándose por nuestros barrios: se volvería a su cueva y no saldría jamas. Ahora ellos se quitan hasta el último pelo que les estorba (lo sentimos por los de la cabeza, que continúan cometiendo suicidio), se ponen sus cremas antes de dormir y al levantarse, se extienden el cubreojeras con devoción mariana y, por supuesto, se liposuccionan con ardor casi patrio.
Las mujeres siempre hemos pensado que si los hombres tuvieran la regla ya habría quien hubiera inventado un potente fármaco antidolor y antisíndrome premenstrual (algo a lo que ellos siempre se agarran para justificar nuestros malos humores; deben de pensar que los buenos momentos obedecen a una inspiración divina). Lo reconocemos: envidiamos que vayan por la vida sin preocuparse de si el azul marino conjunta con el negro o si estos pelos que me empiezan a salir en la espalda quedarán bien cuando me vaya a Cádiz y los luzca en el chiringuito. Por eso abrazamos el nuevo tipo de hombre: no porque está más guapo, que allá cada una con sus gustos, sino porque está más dispuesto a sufrir y a dejarse la piel (literalmente, las ceras depilatorias es lo que tienen) en su nueva vida fashion.
Dicho lo cual, cuando algunos, además, acaben al fin con su analfabetismo emocional y consigan descontrolar sus sentimientos un poco y mostrar al mundo su interior sin pudor, tendremos una nueva especie. Estaremos atentas.

domingo, 24 de abril de 2011

Deslealtad

Hoy leí un artículo muy certero en La Voz de Galicia sobre la situación política de Portugal. La económica ya la sabemos todos: a punto de ser rescatado por la UE, el país vecino no está precisamente para grandes alegrías. La debacle financiera, la dimisión del socialista Sócrates y la celebración inmediata de elecciones parecen poner las cosas en bandeja al partido opositor, la derecha capitaneada por Passos Coelho. Este hombre, al que no tengo el gusto de seguir, actúa en su país como lo haría aquí un Rajoy cualquiera. Cuando vio que pintaban bastos para su gran rival, simplemente miró para otro lado. La caída de Portugal era entonces su seguro billete al poder. Al no apoyar las medidas económicas de su enemigo lo dejó solo ante los tiburones financieros y políticos, contribuyendo de rebote al hundimiento de la nación. Era la jugada maestra: yo hago mutis por el foro mientras mi rival naufraga y, a los pocos días, me erijo en salvador de la patria, único e indiscutible líder capaz de sacar a mis compatriotas de la ruina. Pues va a ser que no.
Hace unos meses, las encuestas pronosticaban una abultadísima victoria de Passos Coelho. Ahora, los portugueses se han dado cuenta de que ese hombre, autodenominado salvador de Portugal, ha desaparecido cuando el país se iba a pique, más interesado en fraguar sus propia victoria y saciar sus ansias de poder que en arrimar el hombro. Si hay algo que me saca de quicio es la deslealtad. Cuando un amigo prefiere aliarse con tu enemigo por pura y simple conveniencia o se dedica a propagar tus más íntimos secretos negociando con ellos con terceros siembra en mí puro y simple aborrecimiento. Es esa sensación entre repugnancia, alivio y pena que todos hemos experimentado alguna vez. Repugnancia porque la traición da asco por sí misma; alivio porque el pastel se ha descubierto ya y no has tenido que esperar tiempo, años quizás, para que la decepción te hiriera más de lo que ya te ha dañado; y pena porque sientes que gran parte de tu tiempo, esfuerzo y cariño se han ido con alguien que era indigno de ellos. A partir de ahí no viene el borrón y cuenta nueva, sino la desconfianza y el cabreo monumental.
La deslealtad, trasladada al entorno global de un estado democrático, puede suponer el principio del fin para el que la practica. Cuando un político, como en este caso, pone por encima de los intereses de la nación el suyo propio y lo hace públicamente, con un autobombo que linda la chulería, sin pudor alguno y esperando que su bajeza le corone como rey del mambo, exige una reacción airada del pueblo como poco y una respuesta, tan contundente como deseable, en las urnas.
A estas alturas, hay un empate técnico entre el partido de Sócrates y el de Passos Coelho. Yo, si fuera Rajoy, estaría muy atento para ver cómo acaba la película. Ya sabemos aquello de "cuando las barbas de tu vecino...".

jueves, 21 de abril de 2011

Cosas de chinos

Agarrémonos los machos (quienes los tengan) porque los chinos amenazan con comprar España. Eso al menos dicen los medios... y Zapatero, que está que no cabe en sí de gozo. Sonríe tanto que se le acabarán poniendo los ojos oblicuos, como sus nuevos amigos.
El asunto parece un día claro y, al siguiente, rozando lo peliagudo. Al parecer, nuestros mentores, entre otros milagros, están dispuestos a adquirir la deuda de ciertas entidades a las que la crisis ha dejado temblando. Eso en un principio, porque ha habido tantos desmentidos que una no sabe si los que compran son los chinos o un señor con bigote que pasaba por ahí. A partir de ahora, averiguar quién gobierna España va a ser más complicado que estudiarse de memorieta el árbol genealógico de la duquesa de Alba. El gobierno no nos gobierna porque está abducido por  los bancos, los bancos están sometidos a los vaivenes del capital chino... Y los chinos... bueno, ellos son más listos que el hambre. Por algo tienen media Africa colinizada (quien albergue algún interés en saber qué pinta tanto asiático en el continente negro que haga un hueco en su agenda y lea El chino, de Hanning Menkell).
La verdad es que no nos vendría mal un poco de esa disciplina (heredada de sus décadas de comunismo) que está a punto de convertir a China en la gran colonizadora mundial si no lo es ya. Una colonizadora que no invade de facto, sino que se cuela sigilosamente en los entresijos del poder de toda nación en la que se asienta. El único problema que pueden tener en su aventura española es toparse de bruces con otros amigos tan antiguos como persistentes: los árabes. Jeques con mucho dinero suelto están inyectando ingentes cantidades en empresas españolas. Venganza histórica, que dirían ellos. Estaría bien una pelea de barro entre ambas naciones para ver quién hinca más y mejor el diente a la piel de toro. Nosotros, españolitos de a pie, maleados por la crisis y los políticos, nos sentaríamos cómodamente en el sillón a ver cómo los protagonistas del duelo se reparten lo que no tenemos ni nunca hemos tenido. Mientras echen por la tele otro Barça Madrid, que se peguen ellos. Total, nada va cambiar..... Menudo país el nuestro, proclamo.

miércoles, 20 de abril de 2011

Solo para ellas

Hoy tengo muchas ganas de analizar ese fenómeno literario denominado chick lit. Hablando en plata, literatura para mujeres. No tengo nada en su contra, pero tampoco demasiado a favor. Hace mucho que no leo un libro de este percal; en su día me metí entre pecho y espalda algunos de Marian Kayes que, si mis ojos no me engañan, debería ser algo así como la Corin Tellado irlandesa: una mujer que escribe novelas de amor pero en la que no falta el punto moderno: sus heroínas están estresadas, beben, meten la pata y, muy importante para aquello de la cosa cosmopolita: son anglosajonas.
Pero vayamos al lío. Las protagonistas de este tipo de literatura tiene un físico muy definido: pelirrojas y de ojos verdes. Lo normal, vamos. Para que la cosa no cante mucho, a veces se le añade un "defecto físico" que suele ser el tener grandes tetas. Ya me contaréis qué tiene de malo un pecho enorme. En fin.... Esta gran mujer cuenta, impepinablemente, con una madre que está como un cencerro, un amigo gay con problemas sentimentales y una íntima amiga con la vida muy estable y una incontinencia verbal que, en la realidad, daría hasta miedo. La protagonista trabaja, sí o sí, en una revista femenina que es un jolgorio. Menos una invasión alienígena, allí acontece de todo. Yo, que he pasado años en un medio de este tipo, os puedo jurar que el aburrimiento campa a sus anchas. El mito está bien, pero no deja de ser un mito, creedme.
Vamos con él: moreno y de ojos grises, intensos y taladradores. Sin familia conocida (así nos ahorramos el bregar con suegros y cuñados, ¿verdad? Una idea genial) y con amigos de esos que nunca estorban. O sea, que se intuye que los tiene pero aparecen poco o, directamente, no aparecen. Por supuesto, disfruta de un trabajo que ya lo quisiera yo incluso para mis días de fiesta. Los tortolitos se conocen en la oficina (él es el jefazo interesante que, o bien tiene una novia acosadora, o no tiene a nadie; cosa harto difícil de creer con esos ojos taladradores) o, una opción mucho más campechana, en un bar. Allí ella acude con toda su pandi (el amigo gay, la amiga incontinente...) y él, tachán, tachán, SOLO. ¿Qué hace ojazos taladradores solo en un bar? ¿No será que el sujeto es más raro que un perro verde? La gran incógnita de estas novelas, que, si nos ponemos a profundizar en el tema, aquí ya se convierte en historia de misterio.
Una vez planteados personajes tan profundos, el hilo argumental sigue por los derroteros habituales: se conocen; se gustan; se acuestan; tienen dudas; aparece un tercero (o tercera) metiendo las narices donde no le importa; ella cae en depresión profunda y se da al trankimazin y a la cerveza (de las drogas duras ni hablamos porque hay que ser responsable con los lectores); se topa con el que anda solo de bares justo cuando está hecha una piltrafa; ojazos taladradores descubre que le gusta así, con el pelo sucio, la nariz congestionada de "jartarse" de llorar y un par de kilos de más (y las tetas aún más grandes); se vuelven a acostar y ya está: a pelar la pava ad eternum.
Como veis, ya os he dado las pautas para que esta semana santa os sentéis delante del ordenador y os montéis un ejemplar de chick lit con aspiraciones de best-seller. Luego, si el asunto funciona, me lo contáis, que una, a veces, sabe ser hasta comprensiva con las debilidades ajenas. De nada....

martes, 19 de abril de 2011

La pija y el chándal

Ayer, Paula Echevarría, nuestra (al parecer) chica más fashion, se descolgó con unas declaraciones en las que aseguraba no conocer la palabra chándal ni sus aplicaciones. Los foros comenzaron a echar humo y hubo un internauta muy incisivo que decía que si no conocía la palabra chándal, a lo mejor es que tampoco sabía lo que significaba biblioteca.
Vamos por partes, como diría Jack El Destripador. Por poco que Paula haya ido al cole, es imposible que no sepa qué es un chándal. Eso o que no pudo asistir a clase de gimnasia por algún impedimento físico, lo que no parece su caso. Y si frecuentó la escuela, imposible su ignorancia sobre lo que es una biblioteca. En todos los colegios de este país hay una, imagino o, por lo menos, una estantería repleta de libros.
A los pijos se les supone un nivel intelectual bajo de serie. Y en eso tienen mucho que ver nuestros prejuicios. Si son ricos, guapos y tienen la vida más fácil seguro que algo les falta. Y en lo cultural hacen aguas, faltaría plus. Primero, porque no lo necesitan; segundo, porque han estado tanto tiempo cultivando su físico que el intelecto se les ha quedado menguado. Una lástima.
Yo no me lo creo. Pienso que todos tenemos acceso a la cultura y allá cada cual con su conciencia. Tampoco es que ahora nos vayamos a llevar El Quijote durante los viajes al metro para demostrar que somos unos intelectuales de pro. Más que nada porque pesa un montón. Uno es lector íntimo de libros, en su espacio, en su casa y a la hora de dormir. Y es lector público de revistas y periódicos: en el bar, en la consulta del dentista... A nadie se le puede discutir lo que hace en la intimidad si no lo comparte con nosotros.
Todo esto me lleva a recordar que una vez entrevisté a un cantante y compositor, muy famoso aún ahora, al que todo el mundo suponía concienciado y ávido perseguidor de conocimientos. En un momento de la entrevista se me ocurrió criticar aquel episodio en el que Bush se jactaba de no haber leído nunca un libro. Su respuesta: "¿Y? Yo tampoco he leído un libro en mi vida y mira qué bien me va". Por cierto, el éxito de aquí el amigo duró solo un disco. Ahora sigue renqueando en el mundo de la música y haciendo declaraciones fuera de tono. La última vez que lo entrevisté parecía más sensato. A lo mejor es que se había leído Crepúsculo. Menos es nada...

lunes, 18 de abril de 2011

El bucle

Menuda suerte la nuestra. Cada mañana nos levantamos, desayunamos, vamos a trabajar, comemos, volvemos a trabajar... Un ciclo que se repite casi cada día creándonos la sensación de que vivimos en un bucle del que es muy difícil salir. El libro de nuestra historia se empieza a escribir el lunes con bajón, alcanza su pico más alto de adrenalina el viernes (bendito quien lo inventó) y se cierra el domingo con nuevo bajón. The End, siguiente capítulo.
Solo los pequeños detalles nos dan un respiro: la llamada de un amigo (o enemigo), las pocas alegrías y las enormes tristezas (en esto también el tamaño importa), que alguien entre en tu blog y te lo cuente, cualquier piropo que te caiga así, como de casualidad, las escapadas de fin de semana, tan volátiles.... Son joyas que se van diluyendo en el tedio de los días. Difícil salir de una rutina donde nuestro mejor y mayor propósito es apretar dientes el lunes y desencajar mandíbula el viernes.
No resulta fácil bregar jornada tras jornada con los mismos actores, la bronca de tu jefe, la desidia de la gente con la que te encuentras... Hemos aprendido a vivir con ello y estamos perfectamente adaptados al medio pero, si lo pensamos, es una lata y un enorme sopor. Dicen los expertos que lo mejor para darle un meneo a tus existencia es concederte un capricho, por mínimo que sea. Pues no, señores, un capricho al día sería más de lo mismo. Y la consecuencia, convertirnos en marmotas que piden su caramelito cada 24 horas.
Admiro a esa gente capaz de cortar con todo y con todos cuando la rutina les agobia. Cambiar de país, de actividad, de círculo... Les envidio así, como de lejos, porque seguro que las distancias cortas pierden fuelle. ¿Tiene más valor su huida o nuestro aguante? No sabría responder a esa pregunta, la verdad.
Así que mientras seguimos rodando dentro de ese bucle que nos envuelve de pequeños y nos desgasta hasta la saciedad, yo me quedo con Arjona y aquella frase suya de "vivo porque sobrevivo". Es lo que hay.



domingo, 17 de abril de 2011

Viajeros y turistas

En una entrada anterior dije que Perú era mi Shangri-La. Esta mañana, volviendo a ver aquel programa de Sardá sobre viajes, empecé a pensar que tampoco estaría mal pasar una temporadita en Buenos Aires. Así, de lejos, de muy lejos, semeja una ciudad apasionante, con una historia tremenda y un presente que se reinventa cada día.
Tengo pendiente un viaje para el otoño y ahora dudo. Lo único que me resulta cristalino es que no quiero ser turista en ningún lugar. Odio los viajes organizados y los tours aún más organizados. Eso de levantarse a las siete de la mañana por mandato divino y dedicarte durante el día a recorrer, a velocidad digna de Usain Bolt, calles, edificios y construcciones siguiendo el plan que una mente perversa ha diseñado me da bajón y hastío. Y lo peor no es eso: además te tienes que relacionar, sí o sí, con otros tan extraños al medio como tú que, sean de donde sean, te acabarán preguntado tu opinión sobre la rivalidad entre Barcelona y Madrid y qué tiempo está haciendo en la capital de España en esos precisos momentos. Temas candentes donde los haya.
A mí lo que de verdad me gusta es viajar. Perderme, encontrarme y, si procede, volver a perderme. Hablar con la gente de los lugares que visito, pedirles consejos, dejarles que me cuenten historias, que me guíen y que me adviertan. Luego yo decidiré. Levantarme tempranísimo y empezar a caminar a saber dónde. El problema es que ser mujer te lo pone un poco difícil en según qué lugares. Admiro a Hernán Zin, por ejemplo, experto en meter la nariz en cualquier lugar del planeta y salir de ella con un montón de amigos y aún más anécdotas. Me lo imagino con la mochila y la cámara al hombro, escuchando y procesando. Y le envidio, porque a mí no me dejarían poner el pie ni en la mitad de esos sitios y, de hacerlo, me mirarían peor que mal.
Yo no soy de las que iría a Nueva York de compras o no solo de compras. Tampoco me adentraría en Perú para visitar el Machu Picchu, o no solo el Machu Picchu. Yo quiero ver lo que pocos han visto. Viajar es al turismo lo que el azúcar a la sacarina. Los planes organizados por las agencias me parecen letales para la adrenalina. Y un viaje sin adrenalina no es viaje ni es nada.
Tras lo cual, seguro que entre Perú y Buenos Aires, acabo yendo a México. Como siempre.

                                                                                 Hernán Zin elaborando uno de sus reportajes (diario Público)

sábado, 16 de abril de 2011

Una de Moccia

Reconozco que solo he leído un libro de Federico Moccia, el titulado Perdona si te llamo amor. Y reconozco que, tras haberlo acabado, juré no volver a leer nada más de este italiano. Vale que no me gusten especialmente los libros de amor, vale que en mi opinión una historia de esta ralea en la realidad sea más equiparable a una historia de guerra (de las de mucha sangre) que a esos cuentos almibarados que tanto nos alienan... Pero lo de este italiano, sencillamente, no pasa el corte. Ni el corte estrictamente literario ni el corte como ficción.
Vamos a ver. La cosa va de un, más o menos, cuarentón de buen ver (demasiado buen ver diría yo) que bebe los vientos por una adolescente de instituto. Ella obedece a la fantasía que todo viejo verde quisiera para sí: minifaldera, sexualmente liberadísima y muy cabeza loca. Él encarna un anuncio de El Corte Inglés: esos de ejecutivo de gimnasio con gafas de intelectual que se dan un aire de "en los negocios soy un hacha y en la cama ni te imaginas". Para empezar, un tipo que además de guapo es inteligente, concienciado, buena persona y con una conversación rozando la de un premio Nobel, no pasaría sus tardes y sus noches con una sílfide que todavía está adorando a Justin Bieber. De igual modo, ella, a poco que tenga uso de razón, le vería a él nada más y nada menos que como un buitre. Para que nos enteremos, sería como mezclar coca-cola con solomillo. Poderse se puede, pero cuesta.
El señor Moccia está en su derecho de tener todas las fantasías que quiera. Es totalmente legítimo. Otra cuestión es que nosotros se las compremos y las aceptemos como fe de vida. Ahí está el pecado y la penitencia. Espero y confío que ese empeño suyo en mostrarnos a niños de 16 años, encerrados en un cuerpo de 40, dando lo mejor de sí mismos con mujeres de 50 embutidas en el tipazo de una joven de 17 nos suene más a ciencia ficción que otra cosa. Para echarnos unas risas con los amigos y poco más. Y no me pongo a analizar el papel de geisha que Moccia le adjudica a la mujer porque llevo un día de muy mala leche y no me quiero hacer mala sangre. Pero que sepa el mundo que esto me daría para varias entradas en mi blog.
Voy a repasar El Señor de los Anillos. Visto lo visto, ahí sí hay realidad de la buena.

viernes, 15 de abril de 2011

Semana de pasión

Me gustaría pensar que llamar a la Semana Santa "semana de pasión" viene por aquello de la primavera, la sangre alterada, etc. Pero va a ser que no. El sentir religioso iguala pasión a sufrimiento y esto, amigos, hay que analizarlo. Para empezar, no entiendo que los últimos días de una persona que sabe va a morir se identifique con emociones a montones al margen de un miedo atroz. Siendo comedida, yo hablaría más de tristeza, dolor.... ¿Pasión? Poca, opino.
A lo mejor lo que me ocurre es que veo con malos ojos esas imágenes dolientes, con lágrimas de sangre y gesto contrito, que se pasearán por nuestros pueblos y ciudades durante los próximos días. Tal vez donde yo advierto lo arriba señalado, en realidad hay un jolgorio que no veas y una alegría de muchas risas. Quizás sea que mi cerebro insiste en captar las cosas como le da la gana.
Una explición aún más sencilla: soy muy poco afecta a manifestaciones religiosas de cualquier tipo. Allá cada cual con su fe, pero a mí no me pone eso de ver gente adorando a una imagen que representa el sufrimiento extremo. No creo en la redención por el dolor ni opino que vivir una vida miserable te convierta en una mejor persona. A lo sumo te puede despertar una depresión de caballo y un rencor importante.
Para mí la pasión es otra cosa: diversión, fantasía, calor... Lo cual también tiene mucho que ver con las vacaciones y, de rebote, con la Semana Santa. O sea, que en el fondo (y en la superficie) sí puede haber pasión y mucha. Así que cada uno viva el duelo como mejor le apetezca: adorando a un ser de cera o a otro de carne y hueso.O a los dos. ¿Se puede?

jueves, 14 de abril de 2011

Siempre perfectas

No puedo con la obligación femenina de estar ideales de la muerte. Ya sé que es algo que se pasa con la edad, pero no deja de encerrar un matiz servil. Y todas tenemos parte de culpa en ello. Lo mejor que podemos decir es que nos arreglamos para gustarnos a nosotras mismas. Mentira. Nos maqueamos para que nos miren, nos remiren y nos vuelvan a mirar. A pesar de los avances sociales del género femenino, nuestro interior (vaya usted a saber si también nuestra genética) sigue esclava de la veleidad masculina, de los gustos y apetencias del sexo opuesto.
Mirándolo fríamente, ya digo, me parece absurdo sufir por haber engordado un kilo, tener el pelo sucio y lucir un solitario grano en la punta de la nariz. Ridículo, pero demoledor. Por mucho que nos rebelemos, es casi imposible luchar contra las ganas de agradar, de dejar al personal epatado. Y eso es lo más absurdo de la condición femenina. Tal vez yo lo vea desde mi perspectiva de mujer, pero creo que los hombres están mucho más liberados en cuanto a ese tema. Gustar, llamar la atención del sexo opuesto es atávico, pero imagino a pocos machos pasándose las horas del lunes elucubrando qué galas van a lucir el martes. O poniendo morros porque menganita no me ha sostenido la mirada todo el tiempo que a mí me hubiera apetecido.
La obligación de estar siempre perfectas es una losa. Igual que lo es el tener que demostrar continuamente que eres la mejor: la mejor amiga, la más trabajadora, la madre abnegada y la amante todoterreno. Qué coñazo, nunca mejor dicho. Bastante tenemos con sobrevivir día a día a nuestras hormonas y seguir respirando. Y lo peor es que esto no tiene solución porque, insisto, lo de agradar al sexo opuesto está en los genes. Sale en los cuentos que leíamos de pequeñas y reaparece en los cuentos que nos cuentan de mayores. Una esclavitud.
Dicho lo cual, otro apunte: no soporto a la gente que te mira siempre de arriba abajo. Da la impresión de que mueren de envidia hacia todo y hacia todos y, de paso, quieren hacerte entender que pertenecen a una clase superior y tú eres poco menos que un zurullo pegado a su zapato. A estos les pegaría yo un buen repaso: de arriba abajo y de izquierda a derecha. Así no, amigos. Mírame a los ojos y me verás, mírame de arriba abajo y solo veré lo peor de ti.

miércoles, 13 de abril de 2011

Niñatos

Justin Bieber la ha vuelto a liar. A este adolescente cantarín no le gustan un pelo los fotógrafos ni los photo call, con los que se pasa las ruedas de prensa por donde yo me sé ante el estupor y el cabreo de los profesionales de la información. En su descargo hay que decir que el artista tiene 17 años. Y con esa edad te crees el rey del mundo, una suerte de superhombre inmortal al que todo le importa un bledo porque el futuro es un contenedor mayor que el pasado y siempre habrá allí alguien que le ría las gracias.¿En su contra? Que a mí me da igual lo que canta, cómo canta y el dinero que gane; el caso es que, o está mal asesorado o es un maleducado. O las dos cosas.
En fin, que no estoy aquí para juzgar a un niño de 17 años. Veo mucho peor a esos niñatos de treintaytantos cuya mentalidad no ha pasado de los 15... o menos. Esos tipos (y tipas) que viven para hacer botellón, reírse de chistes estúpidos, despreocuparse de todo aquello que ocurra a su alrededor que no les afecte directamente y con una facilidad pasmosa para tomarse la vida tan poco en serio que da auténtica pena. Lo suyo es vegetar y dejar que la existencia pase por ellos en lugar de al revés. ¿El resultado? Mantienes una conversación con esta pandi y sales con la sensación de haber estado hablando con Pikachu. Por no mencionar el tiempo perdido intentando sacar alguna idea en claro de donde solo existe un erial exento de pensamientos frescos.
Me gustaría entrever cómo será Justin Bieber con treintaytantos. O, ya que estamos cotilleando, cómo fue cualquiera de estos niñatos en su adolescencia. A lo mejor me llevo una sorpresa y es ahí donde se les atrofió la neurona. Esa misma que lo pasa mal cuando se bate en duelo con otra más lista que ella. Los esfuerzos por parecer medianamente normal acaban perjudicando seriamente la salud. Niñatos...

martes, 12 de abril de 2011

Broncas

A algunas personas, el que les echen bronca las hunde; a otras les saca toda la garra del mundo; hay otro grupo al que le cabrea soberanamente y hay a quien, como a mí, le aplatanan. En mi opinión, el abroncador debería de utilizar un poco de psicología al sacar lo mejor de sí mismo. Y hablo también por una servidora, porque todos nos hemos puesto alguna vez en ambos lugares, víctima y verdugo.
Es de miserables enfadarte con alguien cuyo estado psicológico roza lo lamentable. Pero a ver quién es el guapo que le canta las cuarenta al que va de sobrado. Adoptar una actitud apocada y hudiza atrae sobre ti todos los males del apocalipsis y a seres del inframundo que, en un estado normal, ni se te acercarían.
La moral católica aboga por el portarse bien para no desencadenar la ira ajena. Yo creo que, visto lo visto, lo mejor es levantar la cabeza, presumir de cuello y mirar a todo el mundo por encima del hombro. Aunque no tengas motivos. Todos te criticarán, pero por la espalda. A nadie se le ocurrirá gritarte en la cara tus miserias porque si te haces el gallito, por algo será. Y no vaya a ser que sueltes tu mala leche desde esos centímetros de más que te han crecido de repente. De la noche a la mañana pasas a ser algo peligroso.
Yo soy más del diálogo con los conocidos y de enfados monumentales con los íntimos. En cuanto a los primeros, aguanto la mala leche del de al lado con resignación cristiana, porque otras de las virtudes de los broncas es que no escuchan. Escupen y luego se van. Y hay que tener mucha frialdad para escupir a alguien con el que jamás te has tomado una caña. Y respecto a los enfados con los íntimos, bueno, el roce hace el cariño.
Lo mejor para soportar broncas que ni te van ni te vienen o sea, que directamente te la soplan: poner care de "pena jonda" y aguantar el chaparrón mientras te preguntas a cuánto está el kilo de tomates o resuelves la paradoja de Fermat. Eso sí es control mental y no lo que practica el amigo prota de El Mentalista. Y esperar el momento de la venganza, que tampoco es muy cristiano pero sienta... divinamente.

lunes, 11 de abril de 2011

Duelo de ¿titanes?

Todos tenemos nuestro Shangri-La, ese lugar que no conocemos pero al que nos gustaría ir porque estamos seguros de que en cuanto pongamos un pie allí, veremos la vida de otra forma. Luego tal vez no ocurra nada, pero la ilusión es mucha e ilimitada. En fin, a lo que iba. He conocido a gente enamorada de Egipto sin conocerlo, de la India, de Nueva York... A mí esto mismo me pasa con Perú. Por eso estoy siguiendo con tanta atención el proceso electoral que colocará a un nuevo mandatario al frente del país. Por el momento, hay dos contendientes en cabeza: Ollanta Humala y Keiko Fujimori. El primero es un tipo atildado, educado, que orquestó un golpe de estado contra Fujimori que se quedó en un quiero y no puedo. En un principio se erigió en una suerte de Chávez o Evo Morales, o sea, el hombre humilde y de izquierdas que persigue tener el poder del país para, básicamente, nacionalizarlo todo. Siguiendo aquello de "cuando las barbas de tu vecino..." ha cambiado de chaqueta y se ha destapado como un admirador de Lula que, según cuentan, ya ejerce de padrino y mentor. Mala cosa cuando uno aspira a gobernar un país y no tiene clara su propia ideología.
La segunda en este duelo es Keiko Fujimori, la misma que ejerció de primera dama de su país cuando sus padres se separaron. Promete reformas sociales y es, según todas las encuestas, una de las parlamentarias menos activas, pero el apellido es un grado. La desconfianza estriba en si con ella regresaría la época de su padre: corruptelas, clasismo etc.
En un país donde hasta ayer había una guerra encarnizada entre Sendero Luminoso y el ejército (muy recomendable la lectura de El bailarín de arriba, de Nicholas Shakespeare, sobre la captura de Abimael Guzmán, líder de la banda), el sentir democrático parece casi una entelequia. Es la extraña sensación de que, votes a quien votes, siempre gobernarán los mismos. Me suena... La carrera electoral se antoja apasionante por la personalidad de los contendientes más que por el resultado. Y por el mal perder que seguro tendrá el que se quede atrás. Suerte a todos y que gane el mejor. O no...

domingo, 10 de abril de 2011

Como un solo hombre

Imaginemos que un extraterrestre tiene la mala suerte de aterrizar en el centro de Madrid tal día como ayer encontrándose con esa florida manifestación contra ETA y la legalización de la izquierda abertzale. Suponiéndole cierto conocimiento sobre la historia de nuestro país, el pobre pensaría que a los sensores de su nave les había dado un tabardillo y le habían colocado unos cuarenta y cinco años antes, justo a finales de los sesenta. Tanto símbolo falangista, tanta bandera, tantas consignas muy poco democráticas... Lo dicho, un lío histórico de tres pares de narices.
Hay que reconocerle a esta derecha de nuestras entretelas, haber convertido las manifestaciones en romerías llenas de salero y pasión. Como en las de cualquier pueblo de nuestra geografía, en estas macrofiestas a mayor gloria de la oposición no falta de nada: tambores, bocadillos, bota de vino y, por supuesto, todos ataviados con las mejores galas, que para eso van de fiesta. En cambio sí sobra mala uva y ciertos despropósitos que al final les acaban perdiendo. Por mucho que nos rechinen Zapatero y Rubalcaba, eso de convertirles en cómplices y amiguetes de una banda armada es, como mínimo, antidemocrático. Ideas de este tipo son las que quitan legitimidad a una marcha popular. Partimos de una base que a todos nos toca la fibra sensible: el terrorismo, sus víctimas y sus triquiñuelas para entrar en el sistema democrático sin abandonar las armas. Pero cuando lo convertimos en un campo abonado para el insulto y las descalificaciones más absurdas, la cosa pasa a dar lo que yo llamaría ascopena. No seré yo quien diga que no se insulte a nadie en las manifestaciones, pero una cosa es que se haga porque objetivamente el protagonista literalmente la ha cagado y otra aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid y adjudicarle acciones fraudulentas que serían constitutivas de delito. Legal y moral. El fin no siempre justifica los medios.
Dicho lo cual, hay una cosa que envidio muchísimo de este PP que nos adorna: su capacidad de moverse como un solo hombre. Para ir a votar, al mitin o de mani. Mientras la izquierda.... Sin comentarios.

viernes, 8 de abril de 2011

Jóvenes y viejunos

Ayer hubo mani en varias ciudades españolas. Miles de jóvenes salieron a la calle para protestar por la precariedad laboral y por el pobre futuro tan de película de Buñuel que tienen delante: sin trabajo, sin vivienda, sin posibilidad de cotizar los años necesarios para lograr una pensión, etc. Todo muy legítimo.
Les honra haber salido a protestar en un momento en que lo que más nos gusta a los españoles es quedarnos en casa viendo la vida pasar. Dios proveerá. Siento una envidia sana por los franceses, capaces de tirarse a la calle en hordas en cuanto les suben el bono bus. Por envidiar envidio incluso a los italianos, que se montan sus manifestaciones de andar por casa para tocarle un poco las narices a  Berlusconi. Tal vez no sean muchos, pero hacen ruido.
En España ni somos muchos ni hacemos ruido. Cuando vas a una manifestación parece que estás en un paso de Semana Santa: un puñado de personas con andar cansino musitando su letanía con el que tiene al lado. Pocas consignas, mínimos gritos y casi ningún cántico. Por eso es bueno que los más jóvenes se líen la manta a la cabeza, ellos que todavía saltan y pegan alaridos en cuanto se les pincha. Lo que es indignante es que no les acompañemos los demás. Más de cuatro millones de parados, de ellos muchos con familia, sin casa y sin futuro. Odio las manifestaciones segmentarias: jóvenes por un lado, prejubilados por otro y parados cuarentones a veces. Aunque suene dogmático, lo que este país necesita es que salgamos todos a una, como Fuenteovejuna. Que peguemos brincos, que vociferemos, que nos acordemos de las madres de quienes nos gobiernan, miserias del cargo. ¿Qué hace falta para levantarnos del sillón? Como decía ayer Sr. Chinarro, si el Gobierno nos impusiera por decreto la obligación de leer libros, ahí sí saltaríamos. Es una idea...

jueves, 7 de abril de 2011

Papá, ¿por qué NO somos del Madrid?

Lo confieso: he sido muy fan del anuncio del Atlético de Madrid en el que un niño preguntaba a su padre por qué eran del Atleti. También soy adicta a los spots del Estudiantes, por poner un ejemplo (la última ocurrencia de sentarlos en los escaparates de la calle Serrano para publicitar la vuelta al Palacio de Deportes es de traca). Pero me afirmo y me reafirmo antimadridista. Ni del Barça ni del Villalbina, antimadridista a secas. No sé muy bien por qué; tal vez el haber nacido en provincias marca las distancias y ves las cosas con perspectiva. La imagen que proyecta el equipo merengue más allá de los aledaños del Bernabéu es la de un equipo chulesco, como de nuevos ricos, donde prima (qué palabra más bonita para hablar de fútbol) el dinero por encima del sentido común.
Tampoco es que sus directivos hagan mucho por potenciar los aspectos amables de la entidad. Imagino que lo hará entre sus socios y aficionados, pero no entre quienes somos ajenos a la gran maquinaria blanca. Y luego está el punto macarra de sus jugadores, un asunto nada baladí. Esa soberbia con la que se pasean por campos, discos y playas les hace flaco favor ante los ojos de quienes no somos afectos a la causa.
Que sí, que ya lo sé, que el Real Madrid es más que un club, que es un sentimiento y bla, bla, bla... Pero lo mismo se podía decir del Getafe o del equipo de Aljaraque, si lo hay. Cada uno lleva sus sentimientos como quiere, y los odios y los amores son propiedad privada. Igual que nadie me puede convencer de que sienta una afecto hondo por Brad Pitt, espero que a ninguna persona se le ocurra intentar meterme en la sesera la idea de que mi deber es sentir amor ciego (o mera complacencia) por el Madrid, por sus jugadores o su entrenador. Lo mío es cuestión de piel. Como también lo es el que no consiga ver al Real como equipo, sino como 11 estrellonas paseándose por el campo y alguna más reposando en el banquillo. Para mí el sentimiento de equipo es otra cosa. La diferencia entre el Barça y el Madrid es la misma que veo entre Nadal y Fernando Alonso. Juzguen ustedes mismos.

miércoles, 6 de abril de 2011

Gotelé

Vaya por Dios. Los modernos han encontrado un nuevo motivo para lanzarse a las barricadas: el gotelé. Molan las paredes lisas y el papel pintado que tanto llegó a aborrecer la generación nacida a finales de los 60 y principios de los 70. Si tu pared está llena de infames gotones, ni se te ocurra invitar a tus amigos más trendy, porque te harán sentir muy, pero que muy miserable. Con solo ver sus muecas de asco estarás deseando correr a casa de tu abuela y rescatar el tapiz de los ciervos que escondisteis en algún momento de los años 80. No para colgarlo en la pared, sino para ponérselo de sombrero, mayormente.
Pobre gotelé. Imagino que a algún interiorista muy cualificado se le ocurrió un día frotarse contra él y, claro, hace pupa. De ahí a demonizarlo solo va un paso. ¿Qué ha hecho tan granado recurso pictórico a los modernos? Existir. Como tantas otras cosas. Bien pensado, es un rollazo ser moderno. En la mayoría de los casos tienes que fingir que te gusta algo (de nombre complicado y look aún más difícil; no falla) cuando lo que de verdad te pone es quedarte en casa haciendo macramé y viendo Sálvame. Te pasas la vida descargando series de internet que nunca ves (el primer capítulo sí, para poder contar algo), escuchando discos que te revuelven lo más hondo, yendo a antros que suenan mal y huelen peor y dictando sentencia, porque lo que dices, faltaría más, va a misa. Menuda penitencia.
Los horteras es lo que tenemos, que somos simples y callados, muy de andar por casa. Lo de simples se entiende, y lo de callados pues, bueno, a ver quién es el guapo que se atreve a decirle a un moderno que no te gusta Chachi von Fire. Te pone cuatro velas negras. Del chino, porque en el fondo son almas de barrio, que yo lo sé.
Mi consejo de hoy: no renunciemos al gotelé, que luego claudicamos y al año resurge con fuerza. Y volver a pintar la casa, incluidos los fondos de los armarios, es un pastón.
Nota: Ojalá La voz de la calle salga algún día. No nos vendría mal un medio de izquierdas.

martes, 5 de abril de 2011

Un placer

Hay un placer que es el no va más en cuestión de hedonismo. Yo no lo he probado pero debería, porque el éxito de crítica y público es tal que algo tiene que tener para poner a la gente como una moto. Me refiero al enorme e inusitado "gustirrilín" que da quedarte con cualquier objeto que te han prestado, ya sea un compañero de trabajo, de colegio, de universidad... El caso es atesorarlo como si fuera lo mejor que te ha pasado en la vida.
Los motivos de tal acción las desconozco, pero las puedo intuir. Poniéndome romántica diría que uno guarda cosas ajenas por cariño, por el sentimiento de morriña que alberga hacia la persona que ya no está. Poniéndome realista diría que es por pura mala hostia: "¡Pues ahora te jodes!". Al fin y al cabo, la venganza es un sentimiento muy humano.
Para la persona agraviada, el asunto pasa por varias etapas. La primera, echar de menos algo; la segunda, preguntarte dónde demonios lo habrás puesto; la tercera, cuestionarte quién lo tiene; la cuarta, darte cuenta de quién lo tiene; la quinta, pensar cómo reclamarlo; la sexta, pasar de todo con gran dolor de tu corazón y acordarte de la familia más cercana del ladrón con gran sentimiento. Al fin y al cabo, si dispusieras de lo robado no le harías ni caso, pero como lo tiene otro, ay amigo, eso duele y le convierte en un objeto más preciado que el rosario de tu abuela.
Un consejo a los agraviados: reclamad lo que es vuestro. La propiedad privada es un derecho y a lo que no hay ídem es que alguien se quede con lo que no lo pertenece. Así que a tragar bilis, a buscar en Facebook al compañero de primero de carrera y soltarle un "Hola, majete, cuánto me alegra haberte encontrado. Sobre todo porque tienes la edición en cantonés de El Señor de los Anillos que te presté años ha y al que llevo décadas reservando un lugar privilegiado en la estantería". Él se hará el sueco (muy en su papel), pero tú te quedarás en paz con tu conciencia y con Frodo tras haberle tocado un poquito las narices.
Por cierto, si alguien tiene cualquier cosa mía que me la devuelva. Un poco de porfavor...

lunes, 4 de abril de 2011

Eso del Manage Up

Qué bonito. Ayer El País Semanal nos ilustraba con las maravillas de una técnica yanqui llamada Manage Up y que, básicamente, consistía en lo que castizamente vendríamos a denominar "llevarse bien con el jefe". El truco está en hacerle la pelota. Tal cual. Para quienes todavía conserven un poco de decencia y amor propio, se les permite decir no en casos extremos. Pero sin pasarse, no vaya a ser que aquí el superior se rebote y tengamos un disgusto en forma de carta de despido, a poder ser el día anterior a que uno se vaya de vacaciones, que eso siempre pone mucho a las altas esferas.
Mi experiencia me dice que si te toca un jefe que no sabe serlo, no importa lo que hagas. Por mucho que sonrías, asientas, disientas y te estreses, acabarás pagando la inseguridad del directivo en cuestión. Durante años he estado observando el comportamiento de la manada y creo, sinceramente, que la mejor forma de sobrevivir entre la jauría de de esta casta de elegidos es permanecer lejos de ellos. Claro que para eso tienes que renunciar a ascensos y promociones varias. No llegarás a lo más alto del Olimpo, pero vivirás tranquilo y tendrás una existencia al margen de la laboral. Cada uno con su cadaunada, que diría mi madre.
Mientras decidimos qué hacer o no con nuestra conciencia, yo pediría a los coach que, por favor, no caigan en la tentación de aconsejar todas esas terapias americanas de integración empresarial. Problabemente será muy bonito, muy de serie americana, y dará mucho dinero, pero al trabajador español de a pie nos parece una soberana tontería. Ir al campo a tirarse pelotitas, hacer ejercicios de confianza, lluvia de ideas, cohesión de equipo... Nada de esto consigue que el trabajo salga mejor y la productividad aumente. Yo propongo otras alternativas: respeto al tiempo y a la profesionalidad del empleado, valoración del esfuerzo y buenos modales. Es mucho más complicado que organizar una excursión de tres días a Las Alpujarras, pero los resultados pueden ser magníficos.
Dicho lo cual, la que esto firma nunca valdría para ser jefe de nada. No tengo estómago para estar fastidiando al personal. Pero me encantaría encontrar un jefe medianamente normal. Será mi deseo de fin de año.

domingo, 3 de abril de 2011

No voy a hablar de Zapatero

Con todo lo que se ha mencionado el nombre de Zapatero desde ayer debería dedicarle la primera entrada de mi blog, pero va a ser que no. Hoy se me han caído los palos del sombrajo viendo como un niño de ocho años sabe hacer un Power Point con un dedo y a esta que suscribe le cuesta lo indecible colgar un comentario en Twitter. Soy de lo más antiguo. Cuando quiera subir una foto voy a tener que apuntarme a un Master de Relaciones Internacionales.
Podría decir que la culpa no es mía, sino de la tecnología. Y sobre todo de Steve Jobs y esa manía tan suya de actualizar las cosas cuando su último lanzamiento apenas se ha convertido en Trending Topic. Él va a la velocidad de la luz y yo a la de las cosas en España: lentas e inseguras. En fin, que se me pasará el cabreo. Que mañana es lunes y seguro que tendré más motivos para ponerme al borde del ataque de nervios. Bueno, le quitamos eso de "al borde" y lo dejamos solo en ataque de nervios.
Por cierto, volviendo al gran hombre que da título a esta primera entrada de un blog que a buen seguro solo seguirá quien lo escribe, entre Rubalcaba y Chacón como candidatos presidenciales, me quedo con Pocoyó. Por innovar, más que nada. Y si la suerte de este país y de esta democracia tan bipartidista y tan engañosa que tenemos dependiera de las decisiones del partido socialista (con minúscula me gusta más), yo propondría a Patxi Lopez. Un tipo que hace las cosas sin ruido pero las hace. O al menos en la distancia se ve de esta forma.
Por cierto, mi entrada de hoy en Twitter hubiera sido: "Cuando te hablan bien de una persona, enhorabuena: será mejor. Cuando te hablan mal, prepárate: será peor. Cuando no te hablan ni mal ni bien, huye: será un infierno". Seguro que me he pasado de los 140 caracteres...