martes, 6 de agosto de 2013

Mea culpa

Parece ser que esto de que en agosto no se trabaja es un mito y aquí hay gente que curra de lo lindo, aunque, a lo mejor, no se trata precisamente de la que desearíamos ver dando lo mejor de sí misma al amparo del calor. Me refiero a los ilustres integrantes de ese ente incorpóreo conocido como FAES y que financiamos todos los españoles para que pseudo intelectuales afines a Aznar y al liberalismo más rancio se dediquen a parir ideas de pata de banco.
La última en ilustrarnos con su sabiduría es Elisa Chuliá, una profesora de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED, que ha teorizado sobre el Estado del Bienestar, su pasado, presente y futuro, llegando a la conclusión de que nuestro bienestar ha perdido fuelle porque la mujer se ha incorporado al mundo laboral, a los chiquillos les ha dado por estudiar y a los ancianos por no morirse. Y, claro, las cargas para el erario público son insoportables. Más o menos como las teorías de Chuliá.
No sé si cortarme las venas o dejármelas largas o, lo que es lo mismo, si, preocupada como ando por la situación de España, dejar de trabajar y encerrarme en casa para ceder mi puesto laboral a un hombre que lo merezca más que una servidora o lanzarme directamente a las barricadas. Lástima que sea de pensamiento rápido y digo yo que si esto de ejercer de cuidadoras de niños y mayores ya no se lleva y preferimos salir a ganarnos el sostén mientras los servicios públicos se ocupan de "nuestras cosas", por qué no practicamos la teoría inversa y mandamos a los very machos a sus hogares, a ejercer de entregados cuidadores por horas o a jornada completa. Y es que yo confío tanto en las capacidades del ser humano que estoy segura de que un señor puede ocuparse de su anciana madre tan bien como su mujer. Le pido a Chuliá que reflexione sobre ello.
Eso por lo que a mí concierne, porque lo de criticar que los niños estudien y los ancianos gocen de una mala salud de hierro con cargo a la sanidad pública es, simplemente, una forma burda y obtusa de justificar recortes en sanidad y educación que no se tendrían que producir jamás. Vale, es cierto que la incorporación de la población a la educación y a la vida laboral puede aumentar determinadas cargas, pero es misión del Estado adaptarse a la evolución de los tiempos y prever y satisfacer las necesidades y los derechos de la ciudadanía que lo mantiene en pie. Que vengan ahora los grandes teóricos del tema pergeñando doctrinas a favor de la involución de ciertos factores que cimentan el mundo moderno y, en gran medida, han impulsado nuestra evolución como especie es para mear y no echar gota.
Me indigna que nuestros políticos no encuentren otra manera de justificar sus torticeros recortes y arteras medidas que echando mano a planteamientos tan arcaicos. De seguir así, dentro de poco estaremos recuperando los volúmenes de la escuela franquista que se vio obligado a estudiar mi padre y sus compañeros, adocenados por el régimen. No será porque el ministro Wert no les haga ojitos, él, otro "talento" que no pocas veces ha expuesto en público sus dudas sobre la conveniencia de que las mujeres nos formemos e, incluso, metamos baza en el mercado laboral. Habría que preguntarle qué opina él acerca de la salud de nuestros jubilados; sobre la educación de las nuevas generaciones que no se moleste, que ya intuimos nosotros lo que piensa su excelencia.
Entre estos discursos de perogrullo, fermentados en una de las Fundaciones más rancias que tenemos el deber de amamantar, y las innovaciones de la ministra Fátima Báñez pidiendo la delación de todo aquel que trabaje en negro, se nos está llenando el verano de rayos y truenos. Porque Báñez, esa señora que se encomienda tanto a no sé qué virgen, no nos ha pedido que nos chivemos de las empresas que contratan en negro, no vaya a ser que dejen de pagar impuestos, sino de los humildes padres de familia que se tienen que buscar las lentejas para completar la pírrica renta de reinserción que les da el Estado. Un maravilloso espacio que sin duda permitirá que afloren las rencillas personales, aprovechando las aviesas intenciones de la titular de Empleo para dejar al vecino del 5º con el culo al aire. Sería miserable si no pareciera inhumano.
Todo esto de la delación me recuerda al castrismo más cruel, cuando el gobierno de Cuba exigía a los vecinos que se delataran unos a otros ante cualquier indicio de afinidad con el capitalismo. Desconozco cómo está la cosa ahora en la isla caribeña, pero, mira tú por dónde, el PP se va a acabar pareciendo al régimen que más aborrece. ¡Ay, Carromero!


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