martes, 20 de marzo de 2012

Yo invito, tú pagas

Bonita frase. Así como muy nuestra, muy de picaresca española. La pronunció hace algunos días el presidente murciano, Ramón Luis Valcárcel, para decir que la barra de libre de Zapatero no molaba y que a partir de ya el ciudadano tendría que rascarse el bolsillo con el objetivo de cofinanciar pilares del estado de bienestar como salud, educación o dependencia.
La opinión pública, maleada hasta decir basta desde que el PP subió al trono, comenzó a inquirir a los mandatarios conservadores su parecer sobre medida tan polémica y si la aplicación iba a ser inmediata o esperarían a ganar las elecciones andaluzas y tener un feudo más que llevarse al buche. De ahí esa salida en tromba de la portavoz Soraya tras el último Consejo de Ministros y la de Mariano después de rendirle honores a la Pepa, diciendo que no era partidario de instaurar el temido copago en servicios tan esenciales.
No creo que a nadie le interese mi opinión al respecto, pero yo la voy a decir de todos modos porque para eso tengo un blog: sí creo que habrá copago. Y además me avalan razones con fundamento. Para empezar, que el propio Rajoy haya asegurado que no va a haberlo. Cuando el barbado presidente ha entonado aquello de "no soy partidario" he tardado un nanosegundo en poner mis barbas a remojar. Sobre todo porque don Mariano ya había dicho con anterioridad que no era partidario de subir las impuestos, tampoco del despido libre, etc, etc y ya sabemos todos cómo acabó el cuento. No puedo hablar por los demás, pero yo soy muy del "si me lo haces una vez, la culpa es tuya y si me lo haces dos, la culpa es mía". No soporto que alguien diga que va a ejecutar una acción (sea desde quedar contigo hasta subir impuestos a los ricos) y no lo haga ni tan siquiera lo intente. O al revés, que diga que no para luego ser que sí sin mediar justificación alguna. Un comportamiento de este tipo baja mucho la estima en la que tengo a una persona y, por supuesto, a un gobierno al que jamás le profesé cariño alguno.
Pero al margen de los tangos de arrabal que nos cantan al oído Rajoy y sus palmeros, hay otra serie de pistas que nos llevan hacia la misma conclusión. Por ejemplo, existe un informe de 2010, manejado por el gobierno madrileño, en el que se sugiere la conveniencia de que la Comunidad de Madrid instaure el copago en varios aspectos relacionados con la Sanidad, tales como las vacunas o las comidas de los hospitales. Así que si alguien tiene la mala suerte de ser ingresado por alguna enfermedad, además, debe verse obligado a pagar el menú del día quiera o no quiera. Y no creo que el método suba el nivelón y veamos a Ferrá Adriá haciendo tortillas francesas con espuma deconstruida de bogavante en las cocinas del hospital La Paz. Una tiene ya la imaginación muy tocada.
Pero Esperanza y sus chicos no son los únicos que se están jugando al parchís nuestros cuartos. También el presidente gallego amenazó hace poco con establecer el copago de los medicamentos según el nivel de renta, palabras que retiró casi inmediatamente después de pronunciarlas. Bastante caliente estaba el tema por aquellos lares después de que la Xunta eliminara (dicen que por un error informático) la cobertura sanitaria a todos los parados que ya no recibían la prestación. Caridad cristiana, creo que la llaman.
Pero si estas pistas no nos conducen al asesino, salgámonos un poco de contexto y miremos con atención y devoción las cuentas de las Comunidades Autónomas. Cuando Esperanza Aguirre quería devolver al Estado competencias como Educación o Sanidad era por algo. Ambas implican una gran inversión y un chorreo continuo de euros, los mismos que en su día se llevó el viento, la trama Gürtel o Urdangarín, quien al parecer, tenía a su disposición cerca de 50 paraísos fiscales para esconder lo trincado.
Las Comunidades no tienen un duro, admitámoslo; deben millones y nuestros gobernantes se pasean por el mundo con la cantinela de "es triste pedir pero más triste es robar". Y como las ideas brillantes les sobran y el déficit les tiene agarrados por los huevos, han decidido ir a lo fácil: subir impuestos, recortar gastos, aumentar las investigaciones fiscales, dar un empujoncito a las privatizaciones porque sí, porque les sale de lo liberal y, ya puestos, lanzar globos sonda para que la población empiece a pasar por el aro y asuma la idea de que, más pronto que tarde, tocará pagar por los servicios básicos. Los primeros, los que nos salen más caros: la salud de nuestras gentes y la educación de los jóvenes. Patada en los bajos del futuro. Para los padres de la patria serán un alivio, pero para nosotros, a los que las gestiones políticas muchas veces nos la bufan, supone un horror, porque es el pilar donde se asienta el poco bienestar que nos queda. Aquello que decían, medio en serio, medio en broma, de "nacido pa' sufrir" cuando un niño venía al mundo se refería a esto. Aunque al señor Rajoy no le guste o "no sea partidario".

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