viernes, 12 de agosto de 2011

Invasión choni

Hacía tiempo que me apetecía decir unas palabritas sobre el programa ése de Mujeres y hombres y viceversa, pero confieso que no he podido jamás verlo entero. Para los no iniciados en la materia -imagino que, sobre todo, los que no habiten territorio español-, el show consiste en que cuatro jamelgos (dos hombres y dos mujeres) se sientan en un trono y buscan, entre una ristra de pretendientes, al amor de su vida. Para encontrarlo mantienen una serie de citas express en las que, básicamente, intentan responder a preguntas tan filosóficas como qué buscas en una pareja, cómo te gusta que te coman la boca, crees que estaría bien que me pusiera más tetas, etc.
Programas de este cariz han dado auge a un fenómeno autóctono conocido como chonismo y que, supongo, tendrá su equivalente en toda nación que se precie. Más o menos consiste en el advenimiento masivo de gente con físico explosivo y la inteligencia necesaria para pasar el día. Las conversaciones entre estos ejemplares de ser humano, salvo honrosas excepciones, están vacías. Miento: si algo las llena son los despropósitos del idioma, que esta peña maltrata como le da la real gana. Pero tampoco me voy a poner aquí en plan abuela cebolleta, porque está claro que este fenómeno incultural lo hemos parido nosotros. Nos hemos empeñado tanto en ensalzar el físico, la juventud y la belleza que nuestras crías no se preocupan por cultivar otra cosa. Y lo cierto es que ni falta que les hace.
Desde los medios se ha insistido, por activa y pasiva, en que un buen culo y unas buenas tetas te abren todas las puertas. Y parece que es cierto. Desde luego, los que alimentan estos programas ganan mucho más dinero que otros de su edad con varios masters y licenciatura. Dinero fácil y encima te queda el regusto de que el personal se quede mirándote en bares y plazas. Satisfaces tu bolsillo y tu ego en la misma jugada. Imposible no querer vivir esta comedia romántica, ya digo.
Hace un par de días, leí un comentario a una columna de un periódico en la que un individuo se quejaba de que aún no había encontrado a la mujer que le sostuviera más de tres cuartos de hora de conversación interesante. Habría que ver el tipo de currículum que exige el chacho y lo que él puede ofrecer a cambio. En mi opinión, no se trata tanto de abrumar al personal con sapiencia, sino de hablar el mismo idioma y compartir ideas para que la cosa haga click. Estoy convencida de que si me pongo a disertar sobre falansterios con la peña de Mujeres y hombres, a los cinco minutos los tengo dormidos sobre el vaso de cerveza. Pero si en una maniobra digna de un B-52, uno los falansterios con las comunas hippies y lo salpico con referencias al coito anal y a la coprofagia, tengo unos oyentes entregados.
Con esto vengo a decir que una conversación se puede mantener con cualquiera, solo hay que saber pillarle el punto. Lo que sí resulta verdaderamente difícil es encontrar a alguien con los mismos códigos que tú, algo que a ciertas personas no nos resulta nada fácil. Si además hay química, entonces ya has hallado el Santo Grial y más te vale sacarle brillo todas las mañanas y mimarlo para que no te lo robe otro. Compartirlo, siempre; que te lo arrebaten debido a tu desgana, nunca. Mi tesorooooo.
Pero esta panda tan dada a mirarse el ojete y hacer de su cuerpo lo único interesante lo tienen chupao. ¿Quién necesita hablar pudiendo admirarse mutuamente y dedicarse a tareas mucho más gratas para el body que reflexionar sobre el conficto palestino? En el fondo, son dignos de envidia: nadie tiene el listón tan bajo ni pone muros tan fáciles de saltar. El mundo es suyo, amigos.


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