sábado, 4 de enero de 2014

Naderías

Ayer fue un día grande para los medios en general y para el PP en particular. Ante una oposición que se arrastra (luego no podrás gritar cuando te pisen), el Gobierno y sus redes anunciaban a bombo y platillo que el paro había bajado en nuestro país como (casi) nunca antes y que la prima de riesgo era poco menos que un dato ridículo que se paseaba por los mercados. Y no solo los partidarios del PP, resacosos ante las estadísticas que confirman que el partido de sus amores ganaría las próximas elecciones, estaban con ganas de celebrarlo: media España a punto anduvo de descorchar el champán caro, ése que los republicanos guardan para el advenimiento de la III.
No entiendo mucho de qué va esto. De hecho, creo que la mayoría de la población no sabe qué es la prima de riesgo y que, en sus cabezas, ha adquirido la categoría de coco, de monstruo de enormes fauces e infinidad de dientes, que un día vendrá y nos devorará por encima de nuestras posibilidades. En una entrada anterior ya me extendía sobre la prima y demás familia, así que no voy a explayarme, aunque sí indicar que, sin campaña de marketing mediante, el conflictivo dato se ha convertido en una máquina de asustar y agarrotar para aquellos que manejan el cotarro económico y que no somos ni yo, ni tú ni nosotros, sino más bien ellos.
Respecto al dato del paro, algunos analistas se echan las manos a la cabeza comparándolo con las espantosas cifras de población activa, pero lo suyo es como clamar en el desierto. La supuesta bonanza se alimenta de empleos precarios (que alguien se moleste en comprobar cuántos contratos indefinidos se eliminaron el año pasado) y del abandono forzoso de muchos integrantes de esta lista de empleo, expulsados por el sistema, que ya no contempla ayudas para ellos, o desalentados ante la imposibilidad de encontrar un trabajo. A todo ello habría que sumar la ausencia de los emigrantes retornados, los españoles que emigran y analizar a fondo el tema de la economía sumergida, reducto de aquellos a los que el dichoso sistema (qué anárquico suena todo) ha dejado de acoger entre sus brazos. De hecho, el fenómeno de la economía sumergida, o la latinización de nuestros mercados, como algunos lo llaman, tendría que ser fuente importante de preocupación del gobierno: de no existir, no creo que la población española, tan dada al siesteo, se mostrara igual de plácida y comprensiva ante el ahogamiento sistemático al que nos somete el PP armado de mentiras y falto de ideas. Aquí está pasando algo, y por mucho que Fátima Báñez, ungida por su virgen, inste a denunciarnos entre vecinos y parientes (al más puro estilo cubano; qué revolucionarios somos), la picaresca española tiende más a aquello de admirar al tramposo que a ponerle al pie de los caballos. O de las gaviotas, que para el caso da igual.
Sin embargo, la noticia verdaderamente deslumbrante del día fue el nacimiento del primer retoño de una pareja. Ni son de la realeza ni se les espera, pero parece que, para este país, un portero de fútbol y una chica guapa representan lo más de lo más del estrato social. Personalmente, les doy mi enhorabuena, pero no entiendo que este par, que no ha hecho nada destacable en pro del bien de la humanidad ni el progreso social y económico, ocupe las primeras páginas de la prensa "seria". Sería absurdo que no aparecieran en las revistas del corazón y los medios amarillentas, aunque no creo que lo suyo, tan pueril en su normalidad, merezca el tratamiento principesco que se le está dando. A no ser que, claro, en un país donde, según Gallardón, solo eres una auténtica mujer cuando te pones a parir, lo mismo este tipo de noticias merezcan un lugar de privilegio en el No-Do de los informativos ad hoc. Así nos va.
La mejor noticia (y con reparos) es que el libro de El Gran Wyoming, No estamos locos, es el más regalado de estas fiestas, por encima del engendro que cuenta la vida de Belén Esteban y que se ha convertido en el opio cultural del pueblo, deseoso de ser "salvado" por la nada absoluta. Reconozco que el escrito de Wyoming está lleno de obviedades, pero son obviedades muy sensatas que todos deberíamos releer de vez en cuando para saber quiénes somos y dónde estamos. Ni siquiera exige un ejercicio profundo de reflexión y comprensión, sino de mero sentido común. Basta con echar un vistazo a las "reacciones de los reaccionarios" ante la aparición de Wyoming en el top ten de los más leídos (llamándole cosas tan bonitas como feo, engendro y sinvergüenza) para saber que lo suyo escuece. Así que sigámosle de cerca ahora que aún nos dejan.
Mientras, yo me debato entre una lectura sobre la dinámica del anarquismo en la Patagonia y Tierra de Fuego, y otra sobre Práxedis G. Guerrero, un anarquista en la Revolución Mexicana. Si alguien me llama rara o pedante, a lo mejor es que lo soy, pero ¿y lo a gustito que me quedo?


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