miércoles, 1 de enero de 2014

Deseos de año nuevo

Estamos que lo tiramos. El gobierno se ha calzado la túnica de Rappel, ha echado mano de bola de cristal y ha empezado a lanzar pronósticos al aire como árbol que escupe polen. Por supuesto, en 2014 bajarán los impuestos, se crearán empleos a un ritmo desenfrenado y nuestra economía irá como un cohete, entre otras señales de incalculables bonanzas. Lancémonos compañeros y compañeras a vivir por encima de nuestras posibilidades, demotizar nuestras viviendas, dar la vuelta al mundo del derecho y del revés (más del derecho) y a gastar como si no hubiera un mañana. Sobre todo porque, a lo mejor, no lo hay...
Lo que el gobierno no nos cuenta es que las bajadas de algunos impuestos es algo que, como en la Comunidad de Madrid, ya estaba previsto y no encierra nada novedoso sino que, en realidad, viene a "tapar" otras lamentables y muy dolorosas subidas (al tiempo); que la creación de empleo pasa por la "invención" de nuevas y entretenidas formas de precariedad que tal vez rocen la esclavitud y que parte de ese crecimiento económico augurado se debe a que nuestro país está de rebajas: todo se vende a precios de risa, lo que conlleva una masiva entrada de especuladores internacionales dispuestos a llevarse la marca España, con productos de todo a un euro. Bueno, y las remesas que nos envían nuestros emigrantes también cuentan; sí esas personas que, no es que emigren, sino que se van por ahí a ver mundo y luego contárnoslo. El orgullo de ser español, como diría un conmovedor anuncio de chorizos (¿alguien ha pensado en la paradoja?).
Al margen de que a los ínclitos miembros del desgobierno español se les haya subido el champán a la cabeza (champán, no cava; a los catalanes ni agua de Valencia), yo tengo varios deseos que formularles para el año que empieza:
-Que ya que ser español es una pena, no centren sus esfuerzos en que ser española y, además, mujer, sea una miseria. Unos rancios señores no tienen el más mínimo derecho a legislar sobre el uso del cuerpo femenino ni la intimidad del ser humano. Nadie le puede obligar a otro a vivir de una determinada manera. Por supuesto que le puede indicar cómo debería hacerlo (en su opinión), pero nunca decidir por él como si fuera un deficiente mental. El Estado debe proporcionar los mecanismos a los ciudadanos para convivir en libertad y armonía, no fomentar el odio ni ejercer de padre castrador. Es algo ruin y roza la indecencia si no es que ya la penetra profundamente.
-Que abandonen sus propósitos de seguir comerciando con nuestros bienes públicos más preciados. La sanidad y la educación constituyen nuestro tesoro y ellos son el dragón de Smaug que quiere esquilmarlos para hacer caja. Además, estoy convencida de que la privatización express de determinados servicios sanitarios no va a solucionar problemas sino a crearlos. Y, claro, no será este gobierno el que se comerá el marrón: lo hará el que venga (aunque el deseo no sea para este año, gane quien gane las próximas elecciones, por favor, que no le toque el gordo de la mayoría absoluta).
-Que los salarios dejen de ser los de un país bananero (más parecidos a los africanos que a los europeos) y suban acorde a ese milagroso crecimiento que pronostica De Guindos poniendo cara de perrito tristón. No pedimos grandes desembolsos, simplemente que nos llegue para cubrir el alza de los servicios básicos que, mire usted por dónde, hoy mismo se han subido a la parra de las uvas que nos tragamos ayer. Y si, además, nos sobra para comprar comida, pagar libros de texto y costearnos alguna que otra medicina, mejor que mejor.
-Que personajes como Ana Botella, Ignacio González, Esperanza Aguirre, José María Aznar y otros próceres del partido impopular, alguno de ellos en ejercicios de sus funciones, que no de sus facultades, desaparezcan de la vida pública y sean desahuciados de sus poltronas (a ver si así entienden lo que se siente). Todos a la vez, si es posible y saltando la valla de Melilla en sentido contrario. Para probar que, como ellos dicen, las famosas alambradas solo causan cosquillas y dan un gustirrilín primoroso.
-Que los corruptos renuncien a sus cargos públicos y sean condenados por sus delitos. Que se impute a tontas y a listas y que las penas de toda esta panda de sinvergüenza no causen entre risa y asco.
-Que la Iglesia pague impuestos de una vez; que de verdad ejerza su primitiva función de defensa de los pobres y desamparados y no de los ricos y poderosos. Que cambie la ley de financiación de los partidos y que la monarquía haga acto de contrición y vaya pensando que su existencia, ahora mismo, es absurda, y que, solo tal vez, una retirada a tiempo sería una inmensa victoria.
-Que, personalmente, vuelva a creer que los milagros existen y que los sueños se cumplen. Los que no somos imbéciles -al menos, no demasiado- también tenemos derecho a nuestros momentos de gloria.
Y si hay alguien ahí fuera que se preste a leer esta entrada, buen 2014. Como dije en mis felicitaciones de rigor, ya toca que este nuevo año se porte un caballero y nos invite a cenar o, al menos, nos ceda al paso. Estamos hartos de gañamos. Y si, como sus predecesores, se empeña en seguir dándonos por el orto, que al menos lo haga con cariño. Nos lo hemos ganado.


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