Dos noticiones alumbran como dos soles el día de hoy, y ambos relacionados con una película de zombies que se está rodando y que obedece al entrañable título de World War Z. La primera nos haría reír si no diera pena. Al parecer, uno de los actores de la cinta, Matthew Fox, al que todos conocemos como el protagonista de Perdidos, se lío a guantazos con una conductora de autobús que se negó a llevarle a su hotel. El hombre, un tanto perjudicado, se empeñó en entrar en un autobús contratado para fines privados, pero la mujer al volante le dijo que nones y que se fuera a dormir la mona a otro lado; dicho lo cual, a Matthew se le subió la sangre a la cabeza y la emprendió a palos con su oponente, quien, ni corta de perezosa, le asestó un gancho de derechas que ni Mike Tyson. Para que aprenda.
Pero la noticia fetén, la buena de verdad, es la que afecta a Brad Pitt, dueño y señor de esta peli de mucho miedo y acción. En una de las grescas que se rodaban, con la participación de 700 extras, la cosa se salió de madre, al rebaño de zombies le dio por ponerse en modo estampida y, el bueno de Brad, que desde que rodó Troya no hay quien le tosa, se coló entre la multitud para recoger del suelo a una damisela (zombi, por supuesto), que no sabía si cortarse las venas o dejárselas largas.
Y aquí tenemos a Matthew, ejerciendo de villano en este remake cutre pero real de Speed, mientras Brad se convierte en el héroe del día por tender su mano al necesitado. Si es que no hay derecho, hombre. Tantas temporadas pasándolas canutas en Perdidos para acabar así, apaleado por una mozuela y con el orgullo maltrecho, viendo como el rubiales cría fama cuando a ti te ha tocado cardar la lana.
Esto de que los héroes se conviertan en villanos cuela. Despierta el morbo y da conversación. Pero que uno sea elevado a la categoría de Superman por algo similar a ayudar a una viejecita a cruzar la calle, huele a propaganda chusca. No quito que Brad Pitt tenga madera de héroe (su labor con los damnificados del Katrina fue para quitarse el sombrero), pero yo le colgaría más galones por cuidar a esa panda de hijos que tiene que por rescatar a zombies en apuros.
Es curioso el tema de la faena mediática, entendiéndose faena en su acepción más taurina. En este mundo, o haces algo delante de las cámaras, o no cuenta. Y creo que, aunque en la intimidad la mayoría de nosotros no seamos tan guapos ni tan ricos como Brad Pitt y Angelina Jolie, vamos sobrados de heroicidades. Todos tenemos que tirar de superpoderes para llegar a fin de mes, reponernos de una ruptura o buscar un trabajo que se nos niega. Vale, no rescatamos a ningún zombi, pero es que no nos lo ponen fácil: ¡Vaya usted a saber dónde podemos encontrar a uno a estas horas!
Los superhéroes viven en la puerta de al lado, viajan en Metro, comen de bocadillo y, en algunos casos, hasta te miran desde el espejo cada mañana, con las ojeras alicatadas y la babilla colgando. Incluso hay alguno escondido en tu grupo de amigos, ése que tiene el poder de la empatía y el consuelo. Y ninguno de ellos necesita ser rubio y cachas: les basta con hacernos saber que están ahí para conseguir que volemos cuando lo único que queremos es caernos y ser capaces de atravesar paredes en el momento en que nos oyen llorar. A lo mejor les falta sex-appeal, pero les sobra humanidad. ¿Acaso alguien necesita más?
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