Los acontecimientos se suceden en Libia a una velocidad vertiginosa. Es muy posible que, cuando alguno lea este post, la capital del país ya esté tomada por completo y Gadafi haya caído en manos de los rebeldes. Cómo cambian las cosas con el tiempo. Hace meses, el dictador se paseaba, como si fueran novios, de la manita de los líderes políticos del primer mundo, los mismos que hoy deprecian a su ejército femenino como un mal remedo de club de carretera y consideran una horterada esa manía suya de levantar la jaima en medio de la plaza del pueblo.
En cuanto se armó la resitencia a Gadafi, las naciones más avariciosas del planeta, con EE.UU a la cabeza, se lanzaron al sprint para ver quién les apoyaba primero y, ya de paso, trincaba algunos recursos naturales de los que Libia tanto ha presumido. Yo te vendo armas y tú me das petróleo o me permites hacer una prospección de ésas que tanto me gustan. Así de fácil. Antes, las guerras surgían por motivos religiosos; ahora lo hacen empujadas por los mercados, o por religión y economía a la vez.
No deja de asombrarme que el mundo sea un clamor contra Gadafi (personaje que, dicho sea de paso, me cae rematadamente mal) mientras sus gobiernos se dedican a hacerse las uñas cuando Bashar al Assad, presidente de Siria, saca a los suyos para masacrar unos cuantos civiles. Claro que en Siria hay poco donde rascar y el tal Bashar siempre ha sido el aplicado de la clase. Mejor no molestarle con tontadas.
La hipocresía de andar por casa que se gastan las altas esferas a la hora de manejar conflictos clama al cielo. Hacen y deshacen países a su antojo mientras los demás miramos impertérritos las noticias en los informativos, como si la cosa no fuera con nosotros. Y esa cosa no pasa tan lejos de nuestros hogares. A muchos les interesa perpetuar los conflictos en lo más profundo de África, por ejemplo. Mientras se maten entre ellos con nuestras armas, nosotros, tan listos y tan guapos, podremos continuar la peculiar caza del tesoro en la grata compañía de los amigos chinos. La lista de conflitos irresolubles es amplia, empezando por el tema del Sáhara (a ningún español de bien le gustaría tener a los marroquíes subidos a la chepa) y terminando por Palestina, que, aunque la territorialidad histórica les de la razón, poca generosidad pueden esperar mientras el lobby judío siga escalando puestos en las cumbres más altas del éxito.
Lo que sucede en el mundo es vergonzoso a escala universal y no aguanta ni medio análisis. Y lo más curioso es que, ocurra lo que ocurra, caiga Libia en brazos de las mieles de Occidente, aguante Siria o se cabree Marruecos, la tormenta económica seguirá arreciando sobre los de abajo, los que jamás hemos disparado un arma ni se nos ocurriría.
Triste historia ésta que nos ha tocado vivir, proclamo.
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