martes, 26 de julio de 2011

Seducción

Desde siempre se me han ido los ojos detrás de esos cuestionarios de las revistas al famoso de turno. Me refiero a aquellos de "Cómo te gustan los hombres" (o las mujeres), "A quién admiras" (a papá o a mamá, no falla) y así hasta llenar una página entera con lo primero que le sale de la testa al interrogado. Para mí, la pregunta del millón es aquella en la que se le pide al interfecto que describa su perfecta noche romántica. Aquí todos son Arguiñanos, cocinan rico, rico, y encima opositan a decoradores de interiores, porque no faltan las velas, el jarrón de rosas (rojas, para qué innovar) y la música de fondo. Un derroche de originalidad, ya digo.
He de confesar que si a mí me disponen semejante escenario para echar un caliqueño, lo mismo me da la risa tonta y la lío. Es todo tan peliculero, tan irreal, que suena a chiste chusco. Si los que presumen de expertos en el arte de ligar creen que esto significa el colmo de la seducción, van apañados. La seducción, queridos, es otra cosa.
Para empezar, está bien que uno quiera seducir, pero tiene que ser la voluntad del otro querer ser seducido. Si no, no hay trato. Da igual el ambiente en el que se desarrolle la película: no vale con vencer, también hay que convencer. Y la mejor arma para hacer lo propio somos nosotros mismos. Pongamos que uno tiene la mejor voluntad para caer en los brazos del héroe romántico de turno. Es importante que este último le demuestre que, en ese momento y lugar, no hay otra persona en el universo conocido más lista, más guapa, más interesante y más... más que el objeto de su deseo. No desviar la mirada, demostrar que te importa lo que te están contando, insinuar cierta empatía... Tampoco se necesita mucho artificio para ganar el cielo.
En cuanto al lugar, la mitología está servida. Las respuestas del cuestionario que tanta curiosidad me despierta suelen incidir en un salón con chimenea (¡qué pereza!), un atardecer en una playa desierta o un paisaje de montaña (úsese lo que proceda), un restaurante especial... Tontadas. No digo que todo esto no esté bien, que seguro lo está, pero gustándote la compañía, lo de menos es el lugar. Puedes encontrarte en pleno apretujón de Metro en hora punta, que si quien te acompaña lo merece, los fuegos arificiales van a explotar sí o sí.
La seducción, para mí, encierra menos esfuerzo que ganas. Hay mucho gallito de corral que cree que montado la portada de una novela romántica y soltando el repertorio de frases célebres ya está todo hecho y no. Algo tan artificioso ayuda sin duda a enmascarar ciertas carencias, pero no a tocar la emoción del otro como solo lo hacen algunos sentidos que a todos nos vienen a la mente.
Por cierto, ¿qué contestaría yo a eso de cómo me gustan los hombres? Lo mismo que las mujeres, los niños y la gente en general: para empezar, con que me dediquen tiempo y lealtad voy servida. Sí, ya lo sé, pido demasiado....

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