jueves, 14 de julio de 2011

La burra y el trigo

Pues parece que ya está confirmado y Madrid optará, otra vez, a convertirse en sede olímpica allá por  2020. Alberto Ruiz-Gallardón no es de los que se rinde fácilmente y, a falta de otros recursos que le den la popularidad que ansía, se ha lanzado a lo, a priori, más sencillo: recuperar la antorcha del esfuerzo olímpico e insistir en que no hay mejor anfitrión para eventos deportivos que la capital de España.
No lo puedo evitar, pero el alcalde me recuerda mucho a ese personaje de los sketches de Jose Mota llamado el "cansino histórico". El problema es que el de ficción tenía gracia y el de verdad empieza ya a dar pena (además de la murga, que eso le viene de serie). Al margen de aprecios y desprecios varios, esto de resucitar por tercera vez la candidatura de Madrid me parece bastante demagógico. Sobre todo en unos tiempos donde lo que debe imperar es la contención económica. La preparación de cualquier candidatura de este porte exige un esfuerzo económico considerable: contratación de personal para la promoción, campañas publicitarias epatantes, alicatado de futuras sedes para pasar la prueba del algodón con los miembros del Comité Olímpico Internacional, etc. Un dispendio que el señor alcalde y su equipo están a punto de afrontar con buen grado y mejor disposición, sin pensar en el endeudamiento histórico que ya descansa sobre sus hombros. Entrenidos, al menos, lo estaremos un rato.
No tengo nada contra las Olimpiadas sino todo lo contrario. Pero me gusta más que se celebren lejos de mi casa, mire usted. Imagino que Madrid se pondría hasta la bandera con semejante acontecimiento, para jolgorio de bares, hoteles y restaurantes y desesperación de quienes quieren conciliar el sueño en las zonas más transitadas. A ello le añadimos los 40 grados a la sombra que sin duda nos alumbrarán para la ocasión. Un paraíso.
Asimismo, soy consciente de que, con los Juegos Olímpicos, a Barcelona le tocó la lotería. Y como en Madrid no queremos ser menos que los amigos catalanes, reclamamos también nuestra parte del pastel. Ya digo que el sueño, por mucha pesadilla que suponga para el ciudadano de a pie, se me antoja legítimo, siempre y cuando no se lleve por delante los pocos recursos económicos que nos quedan, algo que, en este caso, semeja una entelequia. No me parece de recibo que un alcalde que se dedica a mendigar eurillos ante el poder central mientras sablea a ciudadanos con impuestos de película de Chaplin, vuelva a alimentar sus ansias faraónicas a costa de un contribuyente que bastante tiene con conservar el techo bajo el que duerme. Opino que hay problemas más acuciantes que resolver y sueños más ilusionantes que cumplir.
Dicen que los deseos se cumplen (yo disiento, pero bueno) y también que cuidado con lo que deseas, porque puede hacerse realidad. Eso es lo que deberíamos tener en cuenta todos los que sobrevivimos en Madrid. La carrera por ser sede acaba de empezar y, haga realidad su sueño Gallardón o no, podemos comenzar ya a rascarnos los bolsillos. Y, de paso, ver cómo se meriendan la tarta de la financiación esas empresas privadas a las que el alcalde piensa recurrir y que, a buen seguro, presionarán lo que puedan para hacer realidad sus propósitos económicos y no nos dejarán ni las migas en caso de que el asunto progrese. El liberalismo del PP convertido en deporte olímpico. No nos esperábamos otra cosa.
Así que aquí estamos, otra vez (¡y van!) alimentando los sueños mesiánicos de quien nos gobierna. Vuelve la burra al trigo, aunque esta vez la burra lo sea aún más y el trigo ya lo hayan segado otros.

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