viernes, 13 de mayo de 2011

Respeto

Hay algo que todos invocamos cuando las cosas vienen mal dadas: un poco de respeto. Para mí, este vocablo representa un concepto muy subjetivo, porque ya se sabe que todos somos únicos y la sensibilidad de una persona no tiene por qué coincidir con la de al lado. En lo que a mí respecta, hay al menos tres cosas que, sencillamente, llevo francamente mal:
1) Que la gente diga que va a hacer algo que luego no solo no lleva a cabo, sino que ni siquiera intenta.
2) Que alguien cuente cualquier cosa de mí a un tercero tras advertirle que no lo hiciera.
3) Quedar con alguien y que me deje tirada cual colilla.
Cualquiera de estos tres factores me saca de quicio y quien me conoce sabe que incidir en alguno de ellos (no digamos en más de uno) es para mí la peor falta de respeto en la que puede incurrir cualquiera.
Muchos consideran que mostrar respeto se refiere a no pegarle un grito a alguien, por ejemplo. Yo eso lo considero una vanalidad siempre que la persona a la que bufes sea de tu confianza. Es sano desahogarse y para eso están los más próximos. Otra cosa es que, por ejemplo, tengamos un amigo que odia la impuntualidad y nosotros nos empeñemos, erre que erre, en llegar siempre tarde aun sabiéndolo. Eso se hace para fastidiar, simple y llanamente. Si no te esfuerzas por intentar complacerle al menos una vez, es que esa persona, en el fondo, no te importa.
Muchos consideran una falta total de respeto el no coincidir en gustos de gentes o actividades. Por ejemplo, aquel que odia que a su pareja le encante la cerveza cuando él es abstemio. Pues haber elegido a otra/otro. O cuando una amigo empieza a reprocharnos el que nos sintamos a gusto con un tercero que no acaba de convencerle. Desde pequeños, nuestra personalidad se ha formado en base a elegir nuestros gustos, nuestros vicios y, por supuesto, a nuestros amigos. Si nos equivocamos, nos equivocamos nosotros, pero no puede venir nadie a reprocharnos una elección de este tipo porque eso sería un condicionante inaceptable. No tiene que ver con el respeto, sino con la educación, el carácter y la esencia del ser humano. Esa es la base y sobre ella vamos abonando y sembrando.
Otra cosa, insisto, es que alguien se empeñe en fastidiarnos donde más nos duele, hincar el diente a nuestros valores (sean merecedores de tal nombre o no, ése es nuestro problema) y pasárselos por el arco del triunfo una y otra vez. Me hace gracia cuando algún medio de comunicación se lanza a la charla psicológica para abogar por lo de siempre: la resignación. Pues no, señores, no es así. La resignación y el olvido no llevan a ningún lado. Uno tiene que recordar sus errores para no repetirlos, y debe rebelarse contra la falta de respeto porque es algo que mina la confianza. Y sin confianza no hay relación que valga, de ningún tipo.
Gritemos, lloremos y enfadémonos con los más cercanos y con nosotros mismos, pero no permitamos los ataques a sabiendas. Es indecoroso disparar cuando sabes que uno está desarmado. Más que nada porque puede venir alguien por la espalda y hacer lo mismo contigo.

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