lunes, 14 de mayo de 2012

Encantados de conocerse

Lo confieso: disfruto como una enana con los programas de la televisión norteamericana en los que unos cuantos chicos cuasi imberbes van por la vida de cazafantasmas. Los que hayan leído un poco este blog sabrán que hace tiempo aluciné cual ectoplasma con un show de unos estudiantes universitarios que viajaban por los pueblos más remotos de Estados Unidos intentando destripar las causas de las maldiciones que asediaban a gentes y a animales. Lo más curioso de todo es que su Universidad les financiaba semejante excursión cultural, amén del pesado material que cargaban y el docudrama que rodaban muy a lo bruja de Blair. No hay dinero para pan pero sí para tontadas.
Muy a mi pesar, no conseguí volver a cruzarme con la alegra cuadrilla de Scooby Doo... hasta hace un par de días, cuando descubrí un programa bastante similar en esa subcadena de La Sexta llamada Xplora. ¡Qué alegría, amigos! Avistar a tres individuos con nada mejor que hacer que encerrarse una noche en una supuesta casa encantada y ver fantasmas donde otros solo oiríamos crujir la madera... No tengo palabras para describir la emoción que me embargó.
Más o menos, este trío de investigadores de lo paranormal sigue el mismo patrón: alguien les avisa de que en tal mansión hay uno o varios espíritus burlones y allá que se van ellos, cargados con sus cámaras y sus grabadoras para pasar una noche de frescos a la fresca. Lo de frescos no lo voy a explicar, pero lo de fresca viene muy a cuento porque, cuando aparecen las entidades del más allá, la temperatura del más acá baja una barbaridad: un par de grados o así. Teniendo en cuenta que eso suele ocurrir de madrugada, supongo que estamos ante un fenómeno paranormal de los muy grandes.
En fin, que ahí se quedan los pobres, abandonados a su suerte en una casona y hablando con las paredes, soltando las frases célebres que aparecen en cualquier manual de ouija que se precie: "¿Hay alguien ahí?" "Si estás ahí manifiéstate". Nada de preguntar la receta de la paella ni los resultados de la liga de fútbol, no vaya a ser que en vez de fantasma les salga un fantasmón.
Y el caso es que pasan cosas. Mayormente porque los tres fantásticos se dedican a corretear por las habitaciones, subir y bajar las escaleras de madera e ir tocando las narices no solo a los espíritus; también a los vecinos. Luego todo es un jolgorio cuando se cae una caja o se desliza un tablón. Vamos a ver, almas cándidas, si en una vivienda hecha casi de conglomerado en la que cruje hasta la bandera y se acumula de todo menos buen rollo, lo raro sería que, entre trote y trote, no se moviera ni una hoja. Pero, vamos, si estos señores que saben más que la menda se sorprenden cuando circulan a la carrera por delante de un perchero y ven ondear un fular, no seré yo quien les explique los principios de la física.
Pero eso no es todo: también hay psicofonías. En mi inocencia los llamaría ruidos aunque insisto que soy una ignorante cacofónica. Si donde yo oigo nnnnngggññaaazz, me cuentan que dicen "salid de aquí corriendo" me lo voy a tener que creer, sobre todo porque reconozco no entender ni jota de este inglés de los avernos. Sin cursillo mediante, me recuerdan a Lady Gaga cantando al revés.
En resumen que no sé que tendrán estos tres investigadores de lo paranormal, que allá donde van triunfan. Aunque se pasen toda lo noche mirando a una bombilla, a la mañana siguiente nos descubrirán un montón de fotos con un humo sospechoso, una grabación en la que donde yo percibo ronquidos ellos oyen recitar a Lorca, y algunos objetos caídos tras haber ocupado antes posiciones de equilibrio precario. Todo salpicado de gritos, caras de pasmo y emociones a montones.
¿Es o no es para pasar un rato agradable? Entre estos chicos y la alegre pandilla de Jersey Shore estoy que no quepo en mí de paranormal gozo. Por un lado, los espíritus del más allá; por el otro, los fantasmas italoamericanos del más acá. Me falta el canto de un euro para darme al botellón de agua bendita. ¡Y que rule!


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