domingo, 6 de mayo de 2012

Mi mamá me mima

Parece ser que hoy es el día de la madre, esa jornada-homenaje creada, entre otras cosas, para mayor contento de tiendas de regalos y grandes almacenes. No digo yo que las madres no se merezcan ser halagadas, pero tal vez vendría mejor prorratear las alabanzas a lo largo de los 365 días del año en lugar de concentrarlas en 24 horas y solucionar la papeleta con una caja de bombones. Es una idea.
Entre tanta exaltación del amor filial, no puedo evitar recordar esos casos de progenitoras que emplean a sus hijos como instrumentos para canalizar sus deseos incumplidos y sus traumas irresolutos. Estos días hemos tenido un claro (o más bien oscuro) ejemplo de ello, una mujer norteamericana, tostada cual tizón, que, supuestamente, ha causado serias quemaduras a su pelirroja hija tras obligarla a ser, como ella, pasto de solarium. Todos entendemos que la señora es mayor de edad y, por lo tanto, puede hacer con su cuerpo lo que quiera. No seré yo quien se lleve las manos a la cabeza si se complace en clavarse astillas en las uñas mientras espera en la peluquería. Pero lo que no comprendo es ese empeño materno en concebir a los retoños como prolongación de uno mismo en lugar de educarlos desde ya para que sean personas adultas e independientes, capaces de decidir por sí mismos y con un carácter convenientemente moldeado a base de caídas y posteriores levantamientos.
Un caso muy semejante es el de la famosa madre de octillizos, también de Estados Unidos (no sé qué le echarán los americanos a la Nocilla) empeñada en abarcar titulares a golpe de embarazos. Lo suyo es, directamente, para ligarse las trompas: parir como coneja con el objetivo de cumplir su sueño de hacerse la cirugía estética y parecerse a Angelina Jolie. La diferencia es que la Jolie tiene el dinero suficiente como para reconstruir Grozni de nuevo (inciso: vaya horterada que están haciendo con esta ciudad, convirtiéndola en el Dubai checheno), mientras que la prolífica madre es carne de portada hoy y hambre mañana, por lo que la crianza de todos sus cachorros queda seriamente en entredicho si la cabeza de familia deja de interesar a la impúdica opinión pública. Lo último es que se plantea pasarse al porno para costear los pañales. ¿Qué será lo próximo? ¿Asesina por encargo? Me juego algo a que esta señora aún no ha dejado de parir.... buenas ideas, me refiero.
Y cómo olvidar en este listado de supermamás a las progenitoras de todas esas niñas que desfilan por los concursos americanos de belleza transformadas en cabareteras de Las Vegas versión mini... La explotación pública infantil (ni me convencen los niños modelos ni los niños actores) me parece, como poco, cuestionable, pero pintar a tu hija como una puerta y vestirla con ropa de stripper a los cinco años para convencer de su talento a unos señores fondones, me despierta entre miedo y mucho asco. Y está claro que semejante humillación infantil tiene lugar porque las señoras madres quisieron ser en su día las más guapas del lugar y alguien les dijo que se miraran un poquito al espejo. Ahora, la venganza llega en forma de niñas de cuatro años, a las que quisiera ver de adolescentes, cuando ellas hayan perdido su frescura infantil y las madres su lozanía. Si es duro competir con otras infantes de kinder por ver quien es más rubia y mueve mejor los rizos, mucho peor tiene que ser hacerlo con tu propia madre en cuanto te viene la primera regla. Terrorífico.
Uno no puede madurar si se empeña en no pasar etapas y volver una y otra vez a aquella en la que fue feliz para no arriesgarse a ser desgraciado. El crecimiento personal implica dejar atrás ciertas historias de tu pasado y seguir hacia delante, sea lo que sea lo que nos encontremos por el camino, monstruos o princesas. Pero tampoco creo que la madurez se alcance sin vivir las edades que uno tiene que vivir. Ahora, cuando la preadolescencia comienza alrededor de los siete años, es lógico que se llegue a ella tras una primera infancia de aprendizaje disfrutada a tope. Hurtarles a unos niños semejante posibilidad estoy convencida de que crea adolescentes pasmados y adultos asustados. Salvo, claro, que puedan costearse sus correspondientes horas de terapia.
Afortunadamente, estos ejemplos aquí descritos son los menos y la mayoría de las madres saben perfectamente que tienen que ejercer de tales, que antes que amigas de sus hijos son mamás, algo que un niño necesita por encima de todo. Tal vez no sea tan importante el tiempo que una dedica a su prole como la calidad de ese tiempo y la estrechez de los lazos familiares que se crean. El objetivo, entonces, no es formar niños escaparates (mi hijo es el más guapo, el más listo y el más mejor) sino allanar el camino para su conversión en adultos responsables y maduros. Entender esto es entenderlo todo.
Feliz día de la madre.

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