lunes, 3 de diciembre de 2012

De entrada, no

A veces topamos con personas que parecen decir a todo que no. Normalmente, ese tipo de gente dedica siempre el no al mismo o los mismos, mientras que a otros les entrega el sí incondicional. Seguramente en el fondo albergará dudas sobre si los destinatarios del no merecen una continua negativa y los del sí un asentimiento perpetuo, pero mientras dudan y pasan de un radio de influencia a otro se les va la vida, las oportunidades y, en muchas ocasiones, la felicidad.
Desde pequeños nos enseñan a escudarnos detrás del no: ante el miedo al castigo, nuestra mente infantil que es muy lista (a veces creo que mucho más que cuando somos adultos) prefiere cerrar los ojos a lo evidente e instalarse en la negativa. En ocasiones hay suerte y la falta de pruebas nos jalea, pero en otras nos caemos con todo el equipo. Eso no quiere decir que abandonemos el no y nos lancemos en brazos del sí: el no sirve para ocultar la evidencia, que nos hemos equivocado y que sí volverá a ocurrir. Y, como ya he dicho en más ocasiones, el problema es que no nos educan para fallar sino para acertar, así que nos cuesta mucho aprender de nuestros errores y preferimos seguir tropezando en la misma piedra, no hasta recapacitar, que sería lo suyo, sino hasta que el pedrusco se convierte en un inservible canto rodado a base de arrearle patadas.
Estos días leía que el consejero de la Generalitat, el inefable señor Puig, descartaba que sus mossos tuvieran la culpa de dos de los episodios más penosos acaecidos en una manifestación en tiempos de democracia: la brecha causada a un niño de trece años con una porra y el traumatismo en un ojo de una mujer, producido tras el golpe con una supuesta pelota de goma que le ocasionó la pérdida del mismo. De entrada, no. El gobierno acaba de indultar a unos mossos que torturaron a sus detenidos, con lo que imagino que la consigna de protección hacia el cuerpo es máxima, tanto como mínima la de cuidar y mimar nuestros cuerpos, que no son precisamente los de la autoridad.
Hay que ser muy cafre y llevar la porra muy mal puesta para arrearle a un niño. Más aún cuando, en un primer momento, el episodio se justificó con un "el menor formaba parte de un piquete violento" y no con un "se me desmadró la porra de tanto usarla". Como lo del piquete sonaba a chirigota de Cádiz y no había imágenes que lo confirmaran, no quedaba otra que reconocer que al bonachón policía autor de los hechos se le soliviantó la equitación antidisturbios. Vamos, que él no quería, pero es lo que pasa con las porras, que tienen vida propia. Lo mismito que sucede con esos angelitos que asesinan a sus mujeres: los pobres tiene listo el cuchillo jamonero para servir los aperitivos y las muy bobas se empeña en ensartarse en él cual pincho moruno. 74 veces tirando por lo bajo. ¿Premeditación y alevosía? De entrada, no.
También a la manifestante que ha perdido el ojo le niegan la mayor: los mossos no utilizan pelotas de goma. Revisando ciertos vídeos se ve que sí, pero en esta ocasión imagino que la agredida, con muy mala baba por su parte, llevaba la dichosa pelotita en el bolso y se arreó con ella a sí misma para no ver a tanto manifestante feo (por dentro y por fuera) que la rodeaba. Hay que entenderla. La policía va a las concentraciones populares para preservar el orden y la integridad de los manifestantes; imposible que repartan hostias como panes y que empleen el lado oscuro de la fuerza. De entrada, no.
Hoy hemos conocido que han detenido a Díaz Ferrán, el otrora presidente de la CEOE, órgano máximo de los empresarios españoles. Este ser, que arruinó empresas y familias por igual, no solo se ha dedicado a defraudar al fisco y blanquear dinero, sino que tanto él como su delfín tuvieron el detalle de guardar en su casa una cantidad nada desdeñable de oro y miles de euros. Para quien lo quiera ver, la cueva de Aladino ha sido fotografiada, así que a el señor Google puede ejercer de guía en semejantes alcantarillas. Sin embargo, me apuesto la muela del juicio a que estos dos negarán la mayor y dirán que ellos no son malos, sino que la vida les ha hecho así y que el dinerillo, ganado con el sudor de su jeta, era para tapar agujeros. Supongo que los de su conciencia. Mucho antes nos veremos obligados a repasar su historial público y a recordar como, aun sabiendo la calaña de estos tipejos y abundando las pruebas que los señalaban como cachorros de mafiosos, los de su gremio les seguían protegiendo y Esperanza Aguirre les continuaba convocando a maitines para asesorarla en los tristes negocios que ha venido realizando para deprimir aún más a la ya muy deprimida Comunidad de Madrid. De entrada, no.
Estoy segura de que en la Europa del Este, hasta ahora ejemplo de lo que venían a representar las mafias de la peor calaña, se estarán en este mismo instante partiendo la caja con nosotros, pobres españoles, camorristas de tres al cuarto, aprovechados y vividores que ni siquiera sabemos delinquir con estilo. Y es que nos han dado la caña, pero no nos han enseñado a pescar. Creíamos que con negar la mayor todo se arreglaría, pero cuando metemos la mierda debajo de la alfombra acaba por devorarnos o, como mínimo, comernos la moral.
Está claro que practicando el "de entrada, no" estamos tapiando la salida. Si no reconocemos que a veces puede ser un sí y que no es tan malo admitir nuestras culpas o, incluso, que algo nos gusta más de lo que debería, jamás conseguiremos que entre aire nuevo por la ventana. Principalmente porque nos dará miedo abrirla. Lo dicho, de entrada, no.
Y calzo aquí un vídeo de Pearl Jam porque ya se sabe que una es muy fan y porque, obviamente, me sale de la peineta. A disfrutarlo.




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