Me he quedado un poquito conmocionada con ese grito en el cielo que han pegado todos a una los israelíes, tras ver a algunas de sus soldados mujeres posando en ropa interior como si se tratara de opositar a conejitas Playboy en lugar de a rudas guerreras que lo dan todo por Yahveh y la patria. Bueno, bien pensado, lo de darlo todo quizás tenga para ellas otros matices que linden más con el reggaeton que con la oración prescrita.
Lo que a mí me recuerda una absurda travesura de Colegio Mayor o una de las muchas tontadas que se hacían en la mili cuando la había, a los ciudadanos de Israel le parece una falta de respeto de proporciones bíblicas. Supongo que la ofensa está más en el ojo del que mira que del que es mirado, en esta ocasión unas chicas que quisieron probar a lucirse ante cámaras ajenas, una costumbre muy de moda hoy en día. No voy a ser yo quien diga que deben taparse cual monjas benedictinas, más aún teniendo en cuenta que las mozas rondan los 18 años y están en el momento ideal para despertar suspiros y levantar armas. Ya no digo poner firmes a sus compañeros, porque seguro que más de uno andará todavía con el mástil enhiesto, listo para ser revisado.
Sin embargo, hay en todo este asunto un trasfondo penoso que afecta al pueblo israelí aunque no solo a él: mientras ven algo pecaminoso y censurable en el desnudo de las servidoras del pueblo, no tienen nada que objetar al asesinato masivo de palestinos. Es decir, que mientras critican una acción que no hace daño a nadie sino que probablemente provoque más alegrías que decepciones, ven como algo normal y hasta necesario la caza al hombre, más aún cuando el resultado es de masacre.
Hace tiempo, en el años 2000 concretamente, el mundo entero asistió consternado al horroroso espectáculo del acoso a un niño palestino, Mohamed Al-Dura. El chaval se refugiaba en una acera de los bombardeos israelíes. Al lado, su padre, angustiado y aterrado, intentaba proteger a Mohamed con su cuerpo, inútil labor, porque el niño acabó muriendo. 13 años después, el gobierno israelí, tal vez un poco abochornado ante tanta crítica internacional, en lugar de quedarse con el perdón que un día pidió a la familia del menor, insiste en que la criatura está viva y coleando y que todo fue una trama urdida para desprestigiar a Israel, en la que ejerció de coprotagonista necesario el cámara francés que pasaba por ahí y grabó las imágenes.
O sea que, si nos hemos enterado bien, el gobierno Israel saca pecho y acusa, ya no a los palestinos, que son el demonio en la tierra prometida, sino a la televisión francesa, de lo malo lo peor, empeñados en ponerles trampas y hacerles pasar por vulgares asesinos de inocentes. No me extrañaría que el presidente sirio esté ahora mismo tomando notas para justificar sus desvaríos. A todo esto, el padre de Mohamed se ha puesto farruco y ha dicho que él no tiene problema alguno en exhumar los restos de su hijo si así lo solicita una comisión de investigación internacional. Pero, claro, el gobierno israelí no está nada dispuesto a pasar por el aro, no vaya a ser que se descubran cosas que, a lo mejor, le hacen un poco de pupa. No en la moral de las tropas, que con las fotos de sus compañeras seguro se han venido arriba, sino en la reputación de Israel como nación moderna que solo se defiende cuando la atacan y cuyas incursiones en Gaza son unos meros paseos turísticos para probar la deliciosa baklava y el té moro. Los palestinos, que van provocando.
Nunca dejará de sorprenderme lo tolerantes que somos los humanos con la violencia y lo mucho que nos molesta el sexo, sobre todo si es ajeno y no podemos catarlo. Estamos dispuestos a dejar que nuestros hijos vean La jungla de cristal hasta sabérsela de memoria, pero nos escuece que contemplen una teta o a una pareja en plena jarana. A lo mejor creemos imposible que, tras recrearse en una de tiros, nuestros churumbeles salgan a la calle disparando a dar, pero encontramos perfectamente probable que, al salir al ascensor, le metan mano a la vecina del quinto e intenten hacerle un bombo allí, en el mismo rellano. ¿Mente sucia? Nooo. Todo lo más, café con leche.
El caso de Estados Unidos es paradigmático: por un lado defienden el libre uso de armas, pero no soportan que el vecino de al lado se pasee desnudo por su propia casa, no vaya a ser que algún cotilla se acerque a mirar y le de un siroco. Aunque no son los únicos: ahí tenemos a la Iglesia, origen y desencadenante de muchas guerras de conquista para imponer su doctrina y que en pleno siglo XXI continúa inasequible al desaliento, prohibiendo la actividad sexual que ellos mismos no hayan consentido. Eso sí, los religiosos debajo de sus hábitos pueden hacer lo que les venga en gana que para eso se cubren unos a otros. Con mucho gusto.
Soporto "malamente" la doble vara de medir empleada en público y/o en privado. Por lo que a mí respecta, me parece estupendo que, a pesar de todas las normas judías ortodoxas, las soldados israelíes se marquen un calendario al estilo de las azafatas de Rayanair, enseñando culo y luciendo busto. Solo ellas son dueñas de su cuerpo. El problema viene cuando su gobierno, no solo se cree amo y señor del físico de la tropa, sino de las vidas y la reputación de sus vecinos a quienes tiene en gala perdonar la vida cuando le sale de la peineta. A eso sí que no hay derecho. Insisto.
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