viernes, 6 de mayo de 2011

Una de vampiros

Hartita estoy de tanto vampiro, ángel y otros seres etéreos e inmortales. Y confieso que la hartura me ha entrado de súbito, porque de pequeña era muy fan del tema. No sé si mi fascinación obedecía a lo mucho que me gustan las películas de miedo, a que literalmente me descojoné viendo El baile de los vampiros o a que Christopher Lee con capa siempre me ha parecido un señor con mucho porte.
El mito tenía lo que tenía: que era un mito. Difícil imaginarse a un tipo, largo como un día sin pan, paseándose por la Gran Vía una noche de luna, todo de negro y con unos colmillos enormes. Que lo detengan, que seguro que es un mentiroso. Los vampiros eran como una aparición improbable, misteriosa y sexy. Pero ahora, los vampiros modernos estudian en el instituto, juegan al baloncesto y, fundamental, el sol les trae al pairo. Tampoco se enamoran de la rubia maravillosa, lánguida y con pechos enormes. Ahora van a por la más friki del insti, que a lo mejor popular no es, pero debe de tener una sangre que sabe a gloria.
Personalmente, eso de que no reaccionen ante el sol y los ajos me suena a fraude. Un vampiro que se pueda meter entre pecho y espalda unas migas castellanas eruptando y todo no es chupasangre ni es nada. Y luego tienen unos conflictos con el sexo que ni niños de Primaria. Vamos a ver: para empezar, este ser, de sexo, cero patatero: muerde pero no hace pupa. Por amor de Dios, si no tiene sangre es imposible que experimente una erección.¡Que está muerto! Entiendo que la viagra puede hacer milagros, pero también comprendo que un vampiro no puede ser demasiado afecto a la esencia milagrera. Por coherencia, más que nada.
Serán guapísimos (demasiado blancuzcos para mi entender), fuertes como robles, rápidos como gacelas.... pero les falta un hervor. Todos pararon de crecer en plena adolescencia y eso se nota. A lo mejor es que hay por ahí un viejo verde vampirizado dispuestísimo a hincarle el diente a jovencitos de voz aflautada convirtiéndolos en eternos adictos al botellón (de sangre, me refiero). No creo que haya otra forma de explicar el fenómeno. Bueno, otra: en cuanto uno cumple los 40 la sangre le sabe a horchata calentorra.
En fin, que esto no es lo que era y yo sigo siendo afecta a las capas y la gomina en lugar de a los jeans de marca y las camisetas fashion. Y con lo de la capa no me refiero a Marichalar, malpensados.

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