lunes, 6 de agosto de 2012

Cinco lobitos

Entre las cosas que no entiendo está el cómo demonios ha conseguido el lobo sobrevivir durante tantos años. Lo han tenido todo en contra: el hombre, el entorno... hasta los cuentos populares han hecho saña con la figura de un animal que no se merece semejante maltrato físico y moral.
Recuerdo que, de pequeña, cuando me preguntaban en qué animal me gustaría reencarnarme, yo respondía que en lobo. Teniendo en cuenta que la mayoría de mis compañeros elegían para tal fin caballos, leones, águilas etc y que la escasez de ratas y cucarachas era manifiesta, yo ocupaba el lugar más rastrero de la cadena. Pero una es así, y el lobo siempre le ha parecido un animal leal, autosuficiente y solitario, aunque muy apegado a los suyos. Parecido a una servidora, vamos.
También acumulo vagos recuerdos de insólitas partidas para cazar estos animales en las aldeas más profundas del Norte de España. Cualquier ataque al ganado venía con el culpable marcado de serie y los hombres no descansaban hasta ver al malhechor pagar por sus fechorías. Era muy cruel pero, según apostillaban los más, también necesario. Supongo que ya entonces dudaba de que la justicia y la verdad estuvieran del lado de la escopeta.
A medida que fueron pasando los años, las autoridades empezaron a descifrar el mapa de la fauna y flora y decidieron que era necesario preservar al lobo y otros depredadores para respetar el equilibrio natural y que, en el fondo, el animal no se merecía la mala prensa que le habíamos colgado. Muchos vimos El hombre y la tierra y entendimos que, si el lobo tiene hambre y hemos esquilmado sus recursos, en algún lugar deberá buscar la comida. Y si para ello necesita atacar un rebaño, lo hará. Desafortunadamente, estamos ante un animal que todavía no entiende de señales de stop ni de vallados. Así que, poco a poco, se procuró que viviera en un hábitat con todas las condiciones necesarias para su supervivencia. No obstante, seguía habiendo cazadores furtivos a los que apenas se les criticaba por agenciarse la piel del lobo; a fin de cuentas, la bestia es la bestia y resulta mucho más perdonable asesinar a la fiera a sangre fía que torturar a un lindo gatito y colgarlo en Youtube.
Los que hemos seguido más o menos de cerca el devenir de esta especie en los últimos años, agradecemos que todavía pervivan en los Picos de Europa algunas manadas. Se trata del único rincón de Europa Occidental donde aún habita la especie y sin embargo ahí sigue el hombre, con la escopeta cargada dispuesto a abrazar su exterminio. Según parece, la Directora General de Desarrollo Rural del Principado de Asturias, Tomasa Arce, ha desvelado que va a permitir algunas batidas para cargarse a unos cuantos ejemplares. No sé con qué autoridad porque, tal y como yo tengo entendido, este tipo de medidas, de competencia estatal, solo son adoptadas por el Ministerio de Medio Ambiente después de varios estudios sobre el terreno y una vez demostrada su urgencia y necesidad. Lógicamente, tras la decisión de Tomasa se esconde lo de siempre: el cabreo supino de los ganaderos que no reciben no sé qué subvenciones. Y me temo que la cosa irá a peor, porque la economía no está como para ir subvencionando a troche y moche, en palabras del Señor de los Recortillos.
Permitiendo a los ganaderos disparar a matar se calma a la bestia... humana. El dinero que no les llega hubiera servido para cubrir las bajas de esas cabezas de ganado que, según dicen, han caído víctima de los lobos. No lo dudo, pero también creo que abrir la veda saltándose a la torera las normas más elementales de conservación de las especies es el principio del fin. Obviamente, las autoridades deben defender la ganadería de los Picos de Europa, de la que viven un gran número de familias, aunque también el ecosistema de una de las zonas más ricas de nuestro país y de Europa.
Pero, como siempre, los enredos burocráticos, el pasarse la pelota entre instituciones como si fueran el centro del campo del Barça, corren en contra de lobo, mientras que, de manera muy oportuna, aumenta su fama de depredador víctima de los intereses creados. A pesar de todo yo continúo creyendo que ni se lo merece él ni nos lo merecemos nosotros. De seguir así, al final solo nos quedarán los cinco lobitos del cuento. Y pronto, ni eso...

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