miércoles, 25 de julio de 2012

Y punto.

A veces, cuando te encuentras por ahí con gente a la que le encanta dictar sentencia acerca de todo, una se pregunta para qué se esmera en empaparse de información. Los que somos curiosos (no confundir con cotillas) porque la naturaleza nos ha hecho así, tenemos siempre un ojo delante y otro detrás que, de vez en cuando, mira hacia los lados. Nos gusta leer, cotejar opiniones, saber por qué suceden las cosas... Si no nos sentimos capaces de argumentar acerca de algo corremos a informarnos para tener, al menos, una noción genérica del asunto. Y tampoco se nos caen los anillos ni se nos ensucian los pinreles por preguntar o reconocer que somos absolutamente ignorantes en ciertas materias.
Por ello, cuando te encuentras con esta gente cuadriculada que todo lo soluciona con un "¡esto es así! ¡Y punto!" nos quedamos perplejos y no sabemos reaccionar, porque convencer al contrario a través de la imposición ilógica siempre nos ha parecido recurso de los muy tontos. Cuando te dicen eso de "¡Y punto!", te dan ganas de soltarle un "no, mejor punto y coma. Uy, perdón, que a lo mejor usted no sabe cómo se emplea tan elegante signo". Y quedarte tan ancho. O ancha que, para el caso, da igual.
Es muy difícil convencer a quien no tiene argumentos. Su temor a verse vencido en el duelo dialéctico le lleva a dictar sentencia y esperar que, por el propio peso de la misma, te hayas quedado entre k.o y desfallecido. Y sí, k.o te quedas, pero de la sorpresa que te produce oír semejantes memeces en boca de un ser pensante. Por ejemplo, cada vez que intento entender cómo funciona nuestra sexy y lozana prima de riesgo, me encuentro con foros en los que personajes de mucha raigambre intelectual e inmensa capacidad lógica reducen todo a un "la culpa es de Zapatero". Por muy manida que sea la expresión, al parecer, resume el sentir de todo un colectivo que, como ya tiene el pecador, no se esmera en saber ni la razón del pecado ni su penitencia. Y encima es difícil disentir, porque la culpa sí es de Zapatero, como antes lo fue de Aznar y ahora también de Rajoy. Y de muchos otros, añado. Así de simple les resulta la vida a algunos, amiguitos.
El tener cierta cultura en estos tiempos no es ninguna ganga, porque mientras tú intentas remontarte a los fundamentos del capitalismo, la crisis de los años 20, la creación de las Cajas de Ahorros etc para explicar lo que a todos nos parece inexplicable, el de enfrente te suelta un "esto no pasaría si Franco estuviera vivo" y te quedas bastante perjudicado. Es en esos momentos cuando te gustaría retirarte a un monasterio de las Alpujarras y ensayar cantos gregorianos hasta que el sol se ponga o reviente que, al paso que vamos, ocurrirá en cualquier momento.
Quieres hacer acopio de conversaciones interesantes, argumentos prometedores... y enciendes la tele y ves que el discurso más habitual es ése tan gracioso y chispeante de "coños, tetas y pollas". Tras semejante exhibición de vocabulario, te vas al baño y tiras por el retrete las obras completas de Garcilaso de la Vega. O de Zipi y Zape porque, al parecer, muchos se quedaron en los fundamentos más primarios del pollito Pito.
Yo no suelo tener enfrentamientos dialécticos con gente incapaz de convencerme. Sobre todo porque sé que tampoco podré convencerla a ella y, para eso, mejor no perder el tiempo y ocuparlo en cosas mucho más productivas como hacerme las uñas o pensar a qué huelen las nubes. Pero solucionar los problemas con un "porque yo lo digo", tomando decisiones unilaterales que cortan de raíz cualquier intento de arreglo o es de cobardes, o de niñatos o de gente con educación muy discutible. O de los tres. Y sé de lo que hablo porque en mi familia tuve durante muchos años a alguien que todo lo arreglaba con el "y punto". Más bien lo desarreglaba, porque las ganas que te entraban de declararle tu amor al más puro estilo Corleone eran tan inmensas como abrasadoras.
Las conversaciones no siempre tienen que ser interesantes. Lo habitual es que sean un mero instrumento de socialización. Pero aquellas personas que emplean las reflexiones irreflexivas de otro para alicatar un encefalograma plano no es que conversen, es que, directamente, insultan nuestra inteligencia. Y, sin embargo, ahí las tienes, triunfando a todos los niveles públicos, presumiendo de ignorancia supina y modales arrabaleros. Suyo es el poder y la gloria y solo nos queda la esperanza de que si se arrejuntan unos con otros como es su objetivo vital, no procreen, porque entonces sus hijos seguro que dominarán el mundo. Y punto.

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