viernes, 14 de septiembre de 2012

El exorcista

Cuando sacar un nuevo periódico o una nueva revista de papel a la calle es todo un reto o, mejor dicho, un milagro, va la vida y nos sorprende. La vida polaca, mayormente, porque es la Iglesia de este país la que, con todo el boato posible y las oraciones hechas a medida para la ocasión, ha comenzado a editar una publicación de venta en los quioscos llamada Egzorcysta, que para quien no domine el polaco en la intimidad vendría a traducirse como Exorcista. Una que sabe idiomas.
No creo que necesite explicar de qué va la cosa. En pocas palabras, las 64 páginas de esta hoja parroquial ayudan a resolver los problemas de todo aquel que tenga pleitos con el demonio, una especie de Psychology de lo oculto cuyo objetivo es que te quedes en paz con el de arriba, pero más con el de abajo. En su primer número, que ya se está vendiendo como si no hubiera un mañana, leemos títulos tan sugerentes como éste de Una carta desde el infierno, confesiones de un condenado, por lo que deduzco que se trata de una revista al uso, con su sección de cartas al director y, a lo mejor, hasta cocina (cómo asar un macho cabrío) o incluso, Dios nos libre, horóscopo.
Tampoco hay que extrañarse de que a los polacos les guste más un exorcismo que a un tonto coleccionar sugus. Según las estadísticas, las gentes de Polonia se gastan al año 500 milloncejos de euros en talismanes y amuletos para librarse de la furia del averno. Hasta uno de sus más ilustres conciudadanos, el papa Juan Pablo II, que además de bondadoso era literato, publicó en su día El ritual del exorcismo, una especie de manual de autoayuda que te daba consejos para actuar cuando te entraran unas ganas enormes de vomitar puré de guisantes.
Ya que estamos con la cosa eclesiástica, he de confesar que yo me lo pasé de fábula viendo El exorcista. Vamos, que me reí mucho. Tengo ese defecto: las películas porno me duermen y las de miedo me despiertan la carcajada fácil (no confundir con nerviosa). Pero también me preocupó el trasfondo de que, para algunos, el ser diferente, hacer algo a la contra y pronunciarse cómo, cuándo y dónde no debes tiene una explicación tan fácil como la posesión. Nada de enfermedades mentales o dislocaciones temporales: el origen de todo es un señor con cuernos que se viste de rojo y tiene una perilla que le sienta regular tirando a fatal.
Yo, que de estos asuntos entiendo poco, creo que la verdad más verdadera que se ha dicho del demonio es que viste de Prada. Porque los individuos genuinamente retorcidos y canallas no están poseídos, sino que su propósito es poseernos, reconducir nuestra voluntad y hacernos comulgar con ruedas de molino que, en condiciones normales, no serían las nuestras. El caso es que, para este tipos de situaciones, en las que ves que una buena persona se comporta como el peor de los idiotas por influencias de las artes oscuras, no hay exorcismo que valga. Vamos, que no se contempla en los manuales y dudo mucho que un hecho así salga en la revista de marras, ni siquiera en las cartas al director. Por contra, las personas enfermas, con trastornos psicológicos severos, ideas revolucionarias o víctimas de situaciones tremendamente dramáticas, sí merecen la intervención de la Iglesia con toda su parafernalia de cruces, oraciones y sotanas. Que me lo expliquen, porque me cuesta entenderlo.
Dice el personal eclesiástico que la difusión de las falsas creencias nos hace víctimas propicias de diablos y diablillos varios. Imagino que por falsa creencia se entiende aquella que contradice cualquier punto del carnet de conducir de la Iglesia Católica. Pues perdonen que me entrometa, pero diablos y seres malignos los hay en todas partes: en las casas, en el trabajo, entre los amigos de la pandilla y sí, hasta en las mismísimas capillas y seminarios. Abundan tanto como las malas personas, mire usted.
Cuentan que, actualmente, en Polonia se contabilizan unas 40 personas poseídas que reciben ayuda de un señor de negro que esparce agua bendita. No sé si procede darles las condolencias o desearles una pronta recuperación. Eso sí, el exorcista de la archidiócesis de Varsovia, Andrew Grefkowicz (que nadie intente pronunciar este nombre al revés porque lo mismo le da un tabardillo) puntualiza, con toda su gracia polaca, que los casos de posesión satánica "son más frecuentes en mujeres". Hay que joderse.


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