Toda España sabía que las concesiones de determinadas obras y servicios (no solo por parte del PP sino también de otros partidos) escondían, en realidad, una financiación ilegal. En este país de trileros, el tonto es el que no trampea. Y sí, es verdad que la justicia empezó a actuar en los ayuntamientos dirigidos por gente de pocas luces, aquellos que sacaban los fajos de billetes en las partidas de dominó o los escondían en bolsas de basura. Menudas risas. Deberían haberse leído la biografía de Al Capone para estafar con arte.
Lo que a los españoles nos saca de quicio es que este Bárcenas tenga cuentas en Suiza por valor de 22 millones de euros, que haya repartido unos pocos entre los afines y que nos haya estafado al resto por encima de nuestras posibilidades. Además de cabrearnos como monas y plantar ya las raíces para olvidarlo (nuestra memoria es de las más frágiles de Europa) tendríamos que preguntarnos quién está detrás de todo esto y sobre todo por qué; qué tipo de guerras intestinas llevan al Partido Popular, esa formación en las que sus militantes y simpatizantes aceptan las directrices como un solo hombre, a semejante comportamiento acusica cuyo fin último es dinamitar la línea de flotación del Partido.
Toda nación que presuma de democrática ha pergeñado su propia ley de financiación de partidos. Y cuando alguno se la ha saltado, la situación ha derivado en gran escándalo y pérdida irremediable de votos, como ocurrió con Cameron en el Reino Unido. Recuerdo también que, tras el descalabro de la dictadura del PRI en México, el país se empeñó en limpiar la imagen de un país chanchullero, sobre todo a la hora de votar, creando un organismo autónomo de control electoral y una nueva ley de financiación que, además, ponía especial énfasis en medir los minutos televisivos de propaganda política (recordemos que una de las mayores acusaciones vertidas contra el PRI versaban sobre el monopolio televisivo). Otras naciones, como EE.UU, tienen leyes a mi parecer más laxas pero admirablemente transparentes. Por ejemplo, todos sabemos que Donald J. Trump y Adelson, ese hombre que pretende convertir Madrid en el mayor centro europeo de lenocinio untando con ello (que nadie lo dude) las arcas del PP, son grandes contribuyentes a la causa republicana.
En España, un partido político tiene tres vías de financiación: las cuotas de los afiliados, que probablemente no darían ni para hacer los calendarios de cada año, el dinero que el Estado destina a dicha financiación y las donaciones privadas, según las cuales ninguna persona puede entregar al partido más de 100.000 euros al años. Aun teniendo el PP la cuota de afiliación más elevada, está claro que la tela de araña que ha tejido en las cloacas de la administración estatal y autonómica no se completa con las donaciones transparentes, por mucho que cuente con la simpatía de las mayores fortunas de este país. Estoy convencida de que todos, todos los partidos, han recurrido a algún tipo de financiación paralela en algún momento, pero en este caso lo que nos enfada sobremanera es la caradura de los receptores, la poca vergüenza de recortar servicios públicos amasando fortunas paralelas y la traición en el seno del partido, que convierte el asunto en una deliciosa trama de espionaje cutre.
Una amiga me decía el otro día que lo bueno de la mierda que está aflorando es que, al menos, conseguiremos desalojar al PP del ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Permitidme que lo dude. Y lo dudo, no porque los señores y señoras de derechas no hagan méritos para recibir una sonora patada en el culo, sino porque no tienen oposición. Cuando la oposición se divide en grupos, pseudogrupos y miles de partidos como los que nacen al calor de la crisis, por mucho que baje el número de votos del partido mayoritario, la cantidad final de los mismos siempre será mayor que las diferentes migajas destinadas al resto de formaciones.
En mi opinión, nos encaminamos cada vez más a la italianización de la política española, con una izquierda dividida y a la greña y una corrupción campante y hasta consentida. No digo yo que en España tengamos grupos "mafiosos" (recordemos que en Italia la Mafia es solo uno de las bandas dedicadas al crimen organizado) con tanto poder como para controlar la administración, pero a nivel de corruptelas estaremos ahí ahí. Además, nos encontramos en una situación tal que muy pronto empezaremos a manifestar una peligrosa querencia por el político autoritario y paternalista, aquel que como estadista deja mucho que desear pero cuya fortuna personal nos lleva a pensar que, con lo que tiene, será incapaz de robar al pueblo que lo encumbró. Nunca digas nunca jamás.
Y aunque no venga al caso, dejo un clip de una de mis películas favoritas, Velvet Goldmine, con Ewan McGregor haciendo una especie de remedo de Iggy Pop. Porque él lo vale.
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