Esta tarde nos ha sorprendido la noticia de que Irán ha lanzado un cohete al espacio con un mono dentro. Y que, tras alcanzar la altura prevista (120 km.) el cohete, con mono incluido, ha vuelto a su lugar de origen. Éxito rotundo. Según las autoridades que se encargan de estas cosas allá por tierras persas, el experimento se enmarca dentro de un ambicioso proyecto para enviar a un iraní al espacio dentro de unos cuantos años. ¿Para qué querría ir un señor de Irán al espacio exterior y, sobre todo, con qué pasta financiaría el gobierno tamaña empresa? No se sabe o no nos lo han contado.
Vaya por delante mi admiración hacia la civilización persa, cuna de la humanidad y, en gran parte, culpable de la evolución del ser humano. Desde este rincón de occidente me rindo ante su historia de la misma forma que me quedo traspuesta cuando anuncian que han vuelto a trapichear con cosas muy chungas. Lo hacen de forma tan habitual que a una ya le parece que el único objetivo de tales "bombas" es tomarle el pelo a Estados Unidos, país que ha desarrollado una sensibilidad extrema y una confesa alergia hacia estos magos que vienen de Oriente.
O no. Porque siempre nos quedará la duda de si Irán tiene todo lo que dice tener y aun más y, efectivamente, está liándola parda ahora mismo en algún lugar del desierto. Cuando la guerra fría se ha convertido en poco más que material de desecho para las novelas de espías del siglo pasado, hay naciones empeñadas en sacar provecho del secretismo oficioso con el fin de erigirse, bien en adalides de ellos y otros como ellos, bien en enemigos dispuestos a atacar a los héroes de siempre en cuanto a alguna de las partes le de por mear fuera del territorio marcado.
Esto, que suena así como muy peliculero, les viene de perlas a los chicos de la Casa más Blanca. Cuando Rusia y las ex repúblicas soviéticas se entregaron de lleno a los brazos del capitalismo, pocos enemigos les quedaban a los gerifaltes de las barras y estrellas. Y de todos es sabido que la identidad nacional y la cohesión de un país se basa en la defensa conjunta contra el enemigo. El caballo de batalla de Bush (padre e hijo) fue Oriente; Obama ha encontrado su némesis en supuestas historias de alianzas imperfectas entre los narcos (mexicanos of course; algún día explicaré por qué Colombia queda fuera de la ecuación) y los súbditos de Mahmud Ahmanideyad, ese señor cuyo rostro queda muy bien en los sellos y que dice cosas tan profundas como que defender a los homosexuales es propio del capitalismo. Si llega a saber lo mucho que nos ha desviado el capital, lo mismo se cambia de acera.
Entendiendo por tanto que el enemigo perfecto de La Jungla de Cristal 48 será el dúo cómico formado por un mexicano rapero y un churrero árabe que lo mismo trapichean con pastis que fabrican bombas de neutrones en la trastienda de una floristería de Nueva York, es lógico que cualquier monada que haga Ahamanideyad ponga a los norteamericanos de a pie de los nervios. A su gobierno no tanto porque, como ya digo, esto de recordarle al populacho que la verdad está ahí fuera es útil a la par que gratificante.
Del asunto del mono ése preocupa que empleen el cohete para experimentar con misiles de largo alcance. Pues bueno. Si no quieres que tu vecino se compre un coche mejor que el tuyo no se lo restriegues por las narices. Del mismo modo, si pretendes que a tu compañero de pupitre no se le pongan los dientes largos con la bomba racimo que has montado mientras calculabas logaritmos neperianos, no se la enseñes o, al menos, no le amenaces con ella porque, a lo mejor, y solo a lo mejor, el muy bobo se cree en su derecho a tener una.
Que Irán diga que fabrica y posee sus propios fuegos artificiales hasta viene bien a los de siempre. Lo que ya no viene tan bien es que deje de comprar armas a los proveedores de toda la vida e intente desarrollar su propia tecnología y/o trapichear con los países afines. Aunque, claro está, la industria de las armas se ha destacado siempre por mantener un comportamiento muy desviado y, al final, el dinero de semejante mercado negro va a parar a donde lo ha hecho toda la vida, es decir, a las arcas de Dick Cheney, amigos y sucesores, expertos todos ellos en liar la mundial para hacerse un campo de golf en pleno desierto de Utah.
La historia del mono resulta hasta entrañable, porque nos recuerda a la pobre perra Laika, a la que también pasearon por el mundo más allá del arco iris. Animalicos... Lo que verdaderamente daría miedo y hasta pavor sería que a los iraníes, empleando toda la maldad de la que son capaces, les diera por, yo que sé, clonar a Justin Bieber. Tremendo. Ya me callo, ya...
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