Una persona a la que respeto mucho me dijo hace ya bastantes meses que es muy difícil averiguar las motivaciones que llevan a alguien a actuar de determinada manera. Esa frase, dicha en referencia a un suceso histórico, me ha dado mucho que pensar, hasta el punto de haberla citado en este blog varias veces. En esencia estoy de acuerdo: creo que es muy complicado averiguar por qué una persona ejecuta determinados actos aun a sabiendas de que los mismos van a acarrear consecuencias muy negativas para él o para otros. Sin embargo, opino que la búsqueda de dichas motivaciones te enriquece y abre nuevos caudales de pensamiento. Y he de disentir en un pequeño detalle: cuando conoces bien a alguien, su forma de pensar, su entorno y sus reacciones, puedes aventurar los motivos que le han llevado a obrar de determinada manera, con un acierto probable de, al menos, un 90%. Lo complicado, pues, es atisbar las razones que mueven a quien conoces superficialmente o a un grupo determinado a comportarse de la forma en que lo hacen.
Siguiendo esta línea de pensamiento, me encantaría que la gente me razonara por qué profesa una determinada creencia y/o ideología. Entiendo que todos nos dejamos arrastrar por unas ideas empujados por algo, es decir, que una causa tiene su perceptiva consecuencia. Por ejemplo, yo no creo en Dios (insisto en que ya me gustaría a mí creer en algo divino, ya) porque en una época de mi vida estudié las distintas religiones y llegué a una conclusión. Del mismo modo, mi ideario político se escora más hacia la izquierda, tal vez porque soy politóloga y me he aproximado a diferentes pensamientos, teorías y formas de gobierno y me he quedado con la que más me satisface. Eso no quiere decir que sea crítica solo con los planteamientos de la derecha: no puedo obviar que la izquierda moderna en poco o nada se parece a las fuentes de las que cree beber. Aunque a priori este discurso pueda parecer un coñazo, mantener debates sobre el tema me resulta apasionante, sobre todo porque siento una curiosidad ilimitada hacia lo que otros me puedan contar.
Sin embargo, hay cosas, pequeños detalles, que se me escapan, como la capacidad innata de ciertas personas a la hora de cambiar de ideario político cada vez que se les insta a acudir a votar o la insistencia de los antisistema en mantener una única forma de pensamiento, que será muy libre y todo lo que ellos digan, pero que sigue siendo única e irreductible.
El otro día, al parecer, se convocó un concierto en Madrid para recaudar fondos destinados a la asistencia legal de los detenidos durante la huelga general del pasado 14N. Nada que objetar. Me parece un fin tan bueno como cualquier otro y todas las corrientes ideológicas tienen derecho a trabajar por su causa y en beneficio de aquellos que la profesan. Pero resulta que el concierto, protagonizado por bandas que cumulgan con ese ideario antisistema (curioso me resulta que todas compartan el mismo manager), iba a celebrarse en un lugar no habilitado para ello, sin la correspondiente autorización y menos aún medidas de seguridad que garantizaran el disfrute de todos los que presumiblemente tenían previsto asistir. Como es lógico, y no solo tras lo acontecido en el Madrid Arena en noviembre, las instancias más altas del gobierno de Madrid, al que no profeso mayor simpatía que a la babosa común, cancelaron el concierto. Creo que se lió parda en las redes sociales, aunque confieso que no he estado muy atenta al asunto. Sinceramente, me parece tan respetable el montar un concierto como el suspenderlo si el local o la convocatoria no cumplen unas mínimas condiciones legales. Por esa regla de tres, organizo una boda gitana en mi casa tamaño caja de cerillas, traigo a 300 personas dando botes y que San Cucufato se encargue de que no nos pase ná.
Me fascina esto de los antisistema, porque creo que ven solo lo que quieren ver y no pretenden ni les interesa poner las cosas en su debido contexto. Me gustaría saber qué entiende la inmensa mayoría de ellos por sistema (me imagino la respuesta); qué opinan de la violencia como instrumento de presión; de qué fuentes históricas beben; si conocen o no algo de los primeros movimientos anarquistas (tan diferentes a ellos, por cierto) y el por qué de su nacimiento; si son conscientes de que al declararse antisistema se desvinculan totalmente de cualquier corriente de derechas o de izquierdas que se encuentre dentro de lo que ellos llaman sistema; si han estudiado a los teóricos del anarquismo y, sobre todo, qué "sistema" organizativo piensan que deben tener aquellos que renuncian a englobarse en cualquier tipo de "sistema". Con las explicaciones pertinentes y expresadas de modo firme y calmado, lo mismo me hago fan.
Solo una puntualización y no es por meter el dedo en ojos ajenos: un gran movimiento siempre tiene a alguien que lo impulsa. Y ese alguien o esos "alguienes" son muy diferentes a la masa que lo integra. O, diciéndolo de otra manera, para que una rueda se ponga en marcha, hay que hacerla girar. Y, después de varios kilómetros de recorrido, conviene tener la capacidad de preguntarse quién la hace dar vueltas y con qué fin.
Ya escribí en su día un post sobre mi concepción del denominado sistema y mi aproximación a los que se erigen como enemigos acérrimos del mismo que, en su mayoría, son gente que se aprovecha, se ha aprovechado o se aprovechará de todos aquellos beneficios que les da vivir dentro de aquel al que combaten. Por ello pienso que, muchos de los que se definen de este palo, son en realidad rebeldes deseosos de abrazar la causa que ellos consideran más ajustada a su decepción, su ira y su mosqueo infinito ante una situación que no les gusta o no quieren asumir. Y, quizás, si uno dedicara algunos minutos a reflexionar sobre el por qué de las cosas y los motivos que mueven a los demás a la acción, buscando diferentes razones y puntos de vista, llegaría a conclusiones fascinantes e incluso tendría más claro cómo alcanzar ciertos objetivos. We can.
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