lunes, 3 de septiembre de 2012

Dos tontos muy tontos

Una no gana para disgustos. Por si fuera poco la subida del IVA, la cuesta de septiembre, los rescates, los recortes y las retorcidas declaraciones del jefe supremo y sus compadres, tenemos a dos de nuestros chicos más pintones viviendo en un ay. El primero (derecho de antigüedad le encumbra) es Iñaki Urdangarín, que parece que sí, parece que no, se ha largado de la empresa Telefónica por la puerta pequeña. Excusas tiene tantas como centímetros: que si debe preparar su defensa, que si a su señora le entró un ataque de morriña que no había quién la aguantara, que si no quiere dar lugar a habladurías por el megacontrato con el que la compañía le obsequió... Sea como fuere, ya tenemos al supuesto y a sus huestes en España, tras una salida por la tangente de la empresa de telefonía. Pero ésta no es la cuestión: ha sido pisar terreno patrio y someterse a una cura de humildad digna de la mejor revista satírica. Ni los dibujantes más ocurrentes de El Jueves podían haber ideado esa puesta en escena de un Iñaki conduciendo un Golf destartalado en compañía de la infanta de sus amores, a la que solo le falta el cardado y el carrito de la compra asomando por una ventana que ni sube ni baja. Todo muy de dar penica, vamos.
Dicen las malas lenguas que la pareja Urdangarín quiere propagar cierta sensación de normalidad y que va a contratar asesores de imagen. ¿Para qué? ¿Para parecerse al vulgo? Es lo que tiene haber vivido siempre entre vajilla de plata, que cuando quieres hacerte el "corriente" solo haces el ridículo. Aunque, bien pensado, tampoco les vendría mal tener a alguien cerca que les propinara una colleja si fuera menester, porque si estos dos dan rienda suelta a lo que para ellos supone vivir como la plebe, cualquier día don Iñaki se nos sienta en el banquillo a lo Alfredo Landa, con bigotito cutre, maleta de emigrante y un bocadillo de chopped asomando por el bolsillo trasero del pantalón. Lo peor, dicen, vendrá cuando, en medio de este lavado de imagen, la parejita se vea obligada a vender su palacete y buscarse una casita humilde. Lo mismo se nos mudan al número 13 de la rue del Percebe. Un consejo: yo me pediría el ático, que es donde vive ése que tanto se les parece. Así, al menos, podría compartir trucos para desfalcar y torear a Hacienda.
El otro tonto del haba es Cristiano Ronaldo, que ahora mismo debe de estar en plena bajona. Como las cosas del Real Madrid me la bufan, no sé si al interfecto le ha venido la regla o es que le han azotado con la ídem, pero el caso es que el pobre se encuentra mustio. Cuando los madridistas, preocupados por el decolorado brillo de su estrella, se interesan por sus cuitas, el portugués dice que ya no le quieren como antes. Qué de sufrir y de sufrir... Yo, que entiendo poco de todo pero de fútbol menos, diría que a lo mejor el niñato (perdón a los niñatos del mundo por compararlos con semejante individuo) está que fuma en pipa desde que a Iniesta, mucho menos moreno y con menos pelo, le otorgaron el premio que a él le correspondía solo por respirar. También aventuro que le sienta un poco mal que en su club prefieran que le den el Balón de Oro a san Iker Casillas y no a él, que tanto ha hecho por las discotecas de Madrid. Y, por último, pienso que esta suculenta oferta del PSG ha sacado su lado más macarra y tiene a Florentino y a sus caballeros de la mesa cuadrada agarrados por..., bueno, por las espadas.
Cristiano ha montado el Cristo comportándose como si fuera un niño de teta. A lo mejor es porque lo es. Como ya dije en otras entradas, puede que el fútbol se le de de maravilla, pero, poco a poco y sin pausa, está demostrando tener menos encanto personal que un sauce llorón. No obstante, imagino que siempre habrá palmeros que le rían las gracias y palmeras que le atusen el flequillo. Así que mucho ánimo, que la cosa tiene fácil solución: unos millones más y algún premio para calzar la mesa y ya tenemos al chaval contento y tirándoles besos con lengua a los aficionados.
Una piensa que la vida ha sido en ocasiones muy perra y le ha puesto delante a tipejos de lo más despreciables. Hasta que se topa con estas cosas y se da cuenta de lo mucho que todavía le queda por ver. Mientras sea de lejos, todo va bien. Congratulémonos, hermanos.



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