martes, 11 de septiembre de 2012

Mujer pantera

No soy muy fan de los estereotipos salvo cuando, como todos, los utilizo en mi propio beneficio. Pero he de reconocer que me gusta muy poco el que hoy ocupa este blog, que no viene a ser otro que el de las famosas cougar o panteras, o cómo cada cuál quiera llamarlas.
La televisión y el cine han parido este término para definir a aquellas mujeres que, más allá de los 40, mantienen relaciones íntimas y estrechas con hombres jóvenes. Bastante más jóvenes que ellas. Para empezar, creo que el amor no depende tanto de los mentados estereotipos como de lo que dos personas compartan y tengan en común, se les llame hábitos, intereses, modos de vida, bagaje personal y/o profesional etc. Dentro de este amplio espectro, la edad importa en un primer momento por los prejuicios sociales y los roles a ella adjudicados, aunque más que la edad, lo que de verdad separa y une a dos personas es la madurez. Y esto, a veces, no depende tanto de los años. De hecho, reconozco que hay gente que a sus 30 o 40 primaveras todavía sigue siendo inmadura de manual pero también que hay personas de 20 con una sorprendente madurez. Todo conforme, no solo a las vivencias de cada uno, sino a la manera en que el individuo asume, interioriza y toma decisiones conforme a dichas vivencias.
Explicado lo cual, tengo mis dudas respecto a este retrato fatal de las cougar, porque me viene a recordar aquella famosa "envidia del pene" que mencionaban, una y otra vez, los críticos al feminismo de los 70. Las mujeres solemos mirar con condescendencia y vergüenza ajena a esos hombres maduros que llevan colgadas del brazo a una jovencita como si fuera un trofeo de caza cuando en realidad sería al revés: ellos constituyen la verdadera presa. Y después de tanto tiempo siendo corneadas por semejantes venados, ahora parece ser que lo que nos hace independientes, estupendas y megaatractivas es imitar esos comportamientos: alegrarnos el cuerpo con yogurines, cuanto más jóvenes mejor. Esto, que a priori parecería una reacción infantil y peliculera, tanto contra el supuesto dominio masculino como contra la dictadura de la edad tiene, sin embargo, un componente de justicia casi divina. Y es que mientras el hombre añejo y achacoso, con una vida sexual impostada, a remolque de los caprichos y andanzas de su joven compañera da entre risa y pena, la pareja de mujer madura y hombre joven cuenta con una ventaja muy clara y satisfactoria para ambas partes: la del perfecto ensamblaje de la pieza sexual. Porque ambos sexos padecemos la desventura (por favor, que algún estudioso de la Biblia profundice en este castigo divino) de ir a destiempo en ciertos aspectos, de tal manera que los hombres con mayor capacidad hormonal y física se topan en el tiempo y en el espacio con mujeres inexpertas y, cuando éstas ya han hecho el correspondiente doctorado en la materia, saben lo que quieren y cómo lo quieren, se encuentran con que sus machos comienzan a renquear de la tercera pierna.
De ahí mis conflictos con el tema cougar: por un lado me parece una memez mercantilista que lo único que pretende es mantener en la mujer la esclavitud de tener que ser atractiva y sexy más allá de los parámetros conocidos (lo que importa es un físico lozano y  lo demás se puede e ir a hacer puñetas) mientras que, por otro, creo que tiene un sentido biológico. O los cinco juntos.
En la misma onda se ubica ese invento de las "Mamás a las que me gustaría follarme", que la industria del cine parió y la del porno desarrolló con las anglosajonas siglas MILF. Serían aquellas señoras a las que los amigos de sus hijos no les importaría tirarse o que suscitan pensamientos libidinosos en jovenzuelos que podían ser perfectamente sus retoños. Una vuelta de tuerca al asunto de las panteras pero con el morbo añadido de ser la "madre de", lo cual, encima, sirve para dotar de profundidad a gran parte del diccionario de tacos e insultos. Lo más curioso de este tema es que las películas porno creadas bajo semejante argumento son de las más solicitadas, rodadas y visionadas en los últimos años, dando lugar a un subgénero de mucho éxito e igual futuro. Que cada uno saque sus conclusiones.
Después de semejante parrafada, reconozco que lo veo todo en tecnicolor y con subtítulos y que no sé qué argumento manejar respecto a este tema o ni siquiera si lo tiene. Diga lo que diga, o parecerá muy feminista o extraordinariamente retrógrado, depende. Lo único de lo que puedo alegrarme es de ir por la vida sin despertar pasiones, ni altas ni, por supuesto, bajas, con lo que, en la práctica, las panteras, los tigretones y los bollycaos me la bufan. Una tiene el atractivo justo para pasar el día sin sobresaltos ni homenajes piadosos aunque, claro, a lo mejor cuando cumpla más años me da un viento, no respondo de mis actos y me tiro como loca a los pies de Justin Bieber. Si es así, que alguien me mate, por favor.


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