sábado, 25 de junio de 2011

Bésame mucho

Estos días está de moda besarse. El beso cotiza tan al alza que hasta salva vidas. Que se lo digan sino a ese suicida en potencia, capaz de lanzarse de nuevo a la vida tras el súbito morreo de una moza de buen ver que pasaba por allí. El hombre -chino para más señas- debió ver el cielo abierto (literal y metafóricamente) y recordar en medio segundo que hay cosas por las que merece la pena vivir, aunque sea por el ósculo de una desconocida.
Este rescate poético apenas nada tiene que ver con el beso que se nos vendió como tal pero que solo fue un cariñoso gesto de auxilio. Una pareja corría delante de la policía en Vancouver (Canadá) cuando ella se fue al suelo y le dio un ataque de ansiedad. Su chico se quedó allí, cual caballero andante intentando socorrer a su dama. Un fotógrafo que pasaba por el lugar de los hechos captó la imagen desde un ángulo en que parece que los caídos están retozando en plena vía pública, entre el correr de los manifestantes y el poderío de los antidisturbios. Una foto tremendamente poética que ya quisieran para sí alguno de nuestros antisistemas más dados a los alardes físicos.
Los besos adquieren un protagonismo inusitado en tiempos de guerra y crisis. Los mejores posters de parejas comiéndose la boca se han hecho basándose en imágenes tomadas en épocas difíciles. Cuando todo se va al garete, solo nos queda es el amor, o, por lo menos, el revolcón. Es casi el único gustazo que, en la mayoría de los casos, sale gratis y, además, resulta terapéutico. Los besos curan heridas, despiertan emociones, aligeran depresiones y liberan un montón de hormonas que nos ponen a todos el cuerpo de fiesta. Por eso es tan legítimo añorarlos si no los disfrutas.
Debo confesar que, a pesar de que la han tildado de fraude, la imagen de la pareja de Vancouver me gusta mucho. Y no creo que sea ninguna engañifa: a fin de cuentas, ellos no sabían que había por los alrededores un fotógrafo de gatillo fácil. Seguramente sacarán tajada de lo que pudo haber sido y no fue, pero ojalá todos pudiéramos ganarnos fama y fortuna de esta guisa. Creo que en el fondo me atrae lo que la imagen tiene de simbólico; o a lo mejor es que me van las revoluciones improvisadas con más corazón y menos cabeza.
En fin, que los besos salen baratos, no engordan y suben el ego. No somos Romeo y Julieta (ni Shakira y Piqué) y a la mayoría de nosotros tampoco se nos activaría el instinto de salvar vidas a golpe de ósculo, pero en rachas de pesadumbre, a lo mejor es el ejercicio más beneficioso que podemos practicar. Y si no nos besamos, por lo menos abracémonos. Un abrazo conforta y anima. El único problema es que parece que cuesta tanto darlo como poco recibirlo. Y, por supuesto, no es tan fotogénico. Pero aliviar penas, las alivia: quien lo probó, lo sabe.

1 comentario:

  1. Pues sí debe aliviar, sí, y un abrazo. Aunque a mí, ya puestos, me gustaría que primero me aliviasen, con besos y abrazos, y luego me curasen.

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