jueves, 1 de septiembre de 2011

La calle es mía

A pocas horas de salir de viaje compruebo, muy a mi pesar, que me va a resultar del todo imposible acudir a la manifestación convocada el día 6 por los sindicatos para protestar por la reforma constitucional que nos van a imponer. Una protesta conveniéntemente autorizada, por cierto. Enseguida se me pasa, ya que, si lo pienso bien, este verano no he podido hacer acto de presencia en ninguna de las protestas que han alumbrado las capitales españolas. Total, una más...
Hace tiempo me quejaba de que en España necesitábamos casi un temblor de tierra para conseguir que saliéramos a la calle a patalear. Bien, esto es como aquello de ojito, que los deseos pueden cumplirse. Desde el 15M hemos vivido todo tipo de concentraciones, asambleas y manifestaciones, algunas con mucha razón y sentido, otras con un elevado grado de improvisación y, varias más, llevadas por el afán de recrear el noble arte de tocar las narices.
En este país, cualquier manifestación tiene que ajustarse a una normativa: exige presentar motivos y recorrido ante la autoridad competente y que ésta de su aprobación para garantizar la seguridad de los convocados. Dicho trámite, que para muchos será absurdo pero personalmente me parece razonable, ha sido ninguneado, obviado y denostado por la mayoría de los que se enorgullecen de tomar las calles siguiendo motivos que yo considero muy justos, pero conforme a medios impropios, convirtiendo nuestras ciudades en pequeños cortijos particulares. Si lo miramos bien, protestamos contra el abuso de la autoridad y de los poderes públicos mientras nos regodeamos con el uso inadecuado del patrimonio de todos los ciudadanos. No llego a entenderlo.
En alguna que otra ocasión los policías se han comportado como matones garrulos tras una verbena de pueblo. El reto estaba en ver quién pegaba más y mejor. Pero los sindicatos policiales han expresado una queja a la que no le falta enjundia: según ellos, el Ministerio del Interior les ha urgido a no intervenir en las manifestaciones ilegales convocadas por el 15M, con lo que les está pidiendo que se pasen las leyes por la entrepierna, sobre todo aquellas que afectan a la seguridad ciudadana. Aquí puede haber demandas y contrademandas a gogó.
El hecho de planear una manifestación no es baladí. En los últimos años, sin embargo, se ha contado con un armamento tan nuevo como pesado: las redes sociales. Se puede convocar un macrobotellón, una quedada o una asamblea por la paz mundial que, en cuestión de horas, ya tienes allí a la peña, lista para empezar la fiesta. Esto, efectivamente, hace mucho ruido, pero corre el peligro de tener muy pocas nueces. Como ya dije en anteriores ocasiones, creo que al sistema se le combate y se le cambia desde dentro, no montando algarabías que dan bastante minutos de tele pero poco que pensar.
Bienvenidas las manifestaciones, las consignas y las protestas varias. Seguro que a la mayoría les sobran razones para nacer. Pero caer en la trampa de la improvisación y recoger lo peor del movimiento antisistema solo consigue dar argumentos a aquellos contra los que se protesta. Y sería una lástima, la verdad.
P.D.: Este blog y, por lo tanto, una servidora, se toma vacaciones hasta mediados de mes. Me da mucha pereza cargar con el portátil por la Patagonia o escribir desde el primer alojamiento que pille. Quienes me conocen ya saben cuál es mi cuenta de twitter; a lo mejor me da por soltar algo. A los demás, buena entrada en septiembre.


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