jueves, 15 de septiembre de 2011

Supercool

Cuando piensas que las cosas no pueden ir peor, van. Con nuestras barbas puestas convenientemente a remojar mientras contemplamos la debacle griega, van los estadounidenses y atacan por la espalda donde más nos duele: quitándole los calzoncillos a Superman. No me refiero a que el pobre se haya quedado con el arma reglamentaria al aire, sino que en Man of Steel, la nueva versión de la saga, le sustituyen los gayumbos colorados por un traje de plexiglas, mucho más ergonómico y placentero para surcar vientos y mareas.
Y, en un ímprobo esfuerzo por completar la gracia, no vaya a ser que nos quedemos con ganas de tocar las narices, los mandamases de la industria del cine han decidido eliminar las gafas de Clark Kent. Total, habrán pensando, el que no capte el parecido es que le falta un hervor, así que volvámonos locos y tiremos los anteojos a la basura. No sabemos si el alterego periodista del héroe, encarnado en esta ocasión por Henry Cavill, se habrá sometido a la consiguiente operación de miopía, pero el hecho es que en las primeras fotos ahí está, con la reglamentaria camisa de cuadros y el pelo lamido por una vaca, pero sin las lentes de serie.
Yo llevo muy mal esto de los cambios drásticos. Si ya me pone de los nervios que me varíen una cita, no puedo imaginarme la desazón que me producirá ver a este Superman tan cool y refinado. No sé, es como si ahora nos presentan a un Spiderman sin máscara o a una Duquesa de Alba sin cardado. Las formas importan, y mucho. Puestos a reflexionar, pienso que la experiencia vivida con el anterior actor que encarnó a Superman, Brandon Routh, dejo tocados a más de uno. Y, hay amigos, de aquellos barros vienen estos lodos. Al parecer, el suodicho estaba tan bien dotado que no había forma humana de que el asunto no sobresaliera entre la capa. Por no hablar de lo engorroso que debe de ser volar con tanto peso en la cabina de carga. Los de montaje se las vieron y desearon para disimularle a Routh la entrepierna a golpe de tecnología punta, que no en punta. Un trabajo de chinos que les habría llevado a entonar el "nunca máis" y a vestir al nuevo héroe con esquijama de cuello largo.
Supongo también que semejante diseño obedece a ese gusto que tanto me descoloca por los machos añiñados. Si Justin Bieber se las lleva de calle, a Superman hay que rebajarle la barba y conseguir que se parezca más al Pattinson de Crepúsculo que a Kirk Douglas en Espartaco. Triunfan los hombres que guardan la sexualidad en el cajón, que se preocupan por la moda más que Pippa Middleton y que tardan en arreglarse para salir lo que Puyol en recuperarse de su lesión. Y a mí, francamente, un hombre que pasa en el cuarto de baño más tiempo que la menda, no me pone nada. Soy así de rara.
No digo yo que volvamos a los tiempos de la ensaltación del vello y pidamos a gritos un poco de olor a chotuno, pero creo que todo debe tener su justa medida. Una cosa es estar presentable, esmerarse por agradar o, al menos, no ofender a los sentidos con tu aspecto, y otra pasarse las horas muertas haciéndote las uñas. Quizás soy muy antigua, rancia y carca a más no poder, pero me va la gente natural, que intenta mostrarse tal cual es, que no te dora la píldora diciendo que le gusta el cine de Arturo Ripstein cuando lo que le mola de verdad es Vin Diesel y que a los héroes los quieren así, un poco ridículos, pero buenas personas, con los gayumbos por fuera y la capa a punto de enredarse en cada farola y cartel preelectoral.
Imagino que el nuevo Superman soliviantará a sus fans como nunca antes. Eso que se lleva. Pero a mí me seguriá pareciendo tan desasosegante como esa moda masculina que ha arrasado playas y piscinas de llevar calzoncillos debajo del bañador. Aquello tiene que fermentar que da gloria. El año que viene voy a probar yo a ponerme medias de rejilla bajo la braguita del bikini a ver qué pasa. Supertrendy, ¿no?

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