sábado, 5 de octubre de 2013

A misa

La dama de la peineta, María Dolores de Cospedal, nos sorprendía ayer con una de las suyas. Y no me refiero a esos discursos inconexos que le sirven para irse por los cerros de Úbeda, sino a una especie de rendición al altísimo que, seguro, le tiene maravillado el ingenio. Y es que resulta que en la Comunidad de la que es presidenta (bienaventurados sean los manchegos, porque de ellos será el reino de los cielos), los funcionarios tendrán todas las facilidades para ir a misa diaria. Es decir, que por orden de la presidenta de la Comunidad de Castilla La Mancha, se hace saber que los funcionarios dispondrán de hora y media de oración.
No sé yo, pero a mí tanto tiempo de rezo y comunión me parece exagerado. De hecho, la última vez que pisé una iglesia para oír misa, allá por el pleistoceno, creo recordar que el trámite te lo ventilabas en un pispás. Vamos, que en media hora ibas servido. A lo mejor, con tanta generosidad, lo que Cospedal pretende es que los funcionarios hagan acto de contrición e inviertan su tiempo eclesiástico en confesarse de todos sus pecados, mayormente huelgas y asambleas sindicales contra los abusos, los recortes y los ajustes del gobierno de la señora presidenta, súper católica ella.
También es posible que este alarde de fe y caridad sea una forma de compensar que, un año más (y van...) a los funcionarios se les congelará el sueldo. Es la manera pepera de decirles: "ustedes se pasan su buena horita y pico en una iglesia y así no me andan por ahí gastando el dinero que no tienen en filetes rusos y alitas de pollo. Derrochones, que son ustedes unos derrochones". Los caminos de la mente de Cospedal son abruptos y torticeros, así que a saber qué le habrá pasado a esta gran mujer por la cabeza para llegar a la conclusión de que sus funcionarios necesitan hora y media para hablar con Dios o, en su defecto, con su representante en la tierra.
Provengo de una familia que siempre se ha definido católica por obligación y no por convicción. Por supuesto que mis padres han afirmado y afirman creer en Dios y en los ritos sacramentales, pero más bien porque nacieron en una época donde, o eras afín a la religión católica o ibas al paredón. Sin embargo, no les recuerdo en misa ningún día salvo aquellos en los que debían manifestarse ante Dios como el resto de la comunidad: domingo de Ramos, bodas, bautizos etc. Y es que, no hace mucho, hubo un tiempo en este país en el que la peña iba a la iglesia, no por devoción, sino porque la ausencia en determinadas fechas señaladas era síntoma de malignidad y concupiscencia con el diablo. O con los rojos, que venía a ser lo mismo. Obviamente, a pesar de tener como cabeza de serie un Papa tan marchoso como el amigo Paco (bonita viñeta le dedicaron los jesuítas anteayer regalándole un chaleco antibalas por lo que pudiera pasar), en España seguimos en las mismas, con un partido gobernante que sigue a pies juntillas las directrices de lo más carca, egoísta y casposo de esa rama del cristianismo llamada Iglesia Católica.
Con esta superlativa medida, Cospedal no solo se ha plegado al catolicismo más rancio y peligroso, sino que ha dado un paso adelante hacia su comunión con los hábitos franquistas, esos mismos que parecen gustar tanto a las Nuevas Generaciones del PP, algunos de cuyos miembros orgasmean ante los símbolos preconstitucionales. Supongo que habrán leído superficialmente textos acerca de la "revolución industrial" que emprendió nuestro país en los sesenta y piensan que la cultura de la mano dura, el 600 y la tele en blanco y negro nos salvará de la crisis. Esa crisis de la que, por si no se habían enterado, no consiguen salvarnos ellos, que son precisamente quienes nos gobierna.
Reflexiones aparte, se me ocurre que Cospedal, tan sentida y tan buena persona, debería tener la decencia de leer la Constitución, concretamente el apartado en el que dice que somos un país laico. Por supuesto, ello no le impide hacer ciertas concesiones a las creencias de los funcionarios... sean del signo que sean. Quiero decir que si se le concede hora y media a un católico para acudir a misa, habría que hacer lo mismo con un musulmán que pretenda estirar su esterilla en el despacho y rezar hacia la Meca, a un judío con ansias de visitar su sinagoga y hablar con su rabino, o a un rastafari que quiera entrar en trance para comunicarse con Haile Selassie. Aquí todos tenemos los mismos derechos, y nadie es más que el de al lado por sus creencias. Sobre todo por sus creencias.
Así que ánimo María Dolores, a fomentar la multiculturalidad y la armonía. Y ojalá Dios te inspire un poco para elaborar tus discursos, que falta te hace.


No hay comentarios:

Publicar un comentario