Soy muy fan de los vídeos musicales, qué se le va a hacer. Me gusta el trabajo global, ver cómo los artistas intentan plasmar las notas en imágenes y las herramientas que emplea cada cual para lograrlo. Todo ello, que así dicho parece muy poético y hasta contiene cierto punto romántico, se convierte en boñiga cuando veo determinados vídeos, normalmente paridos en lugares muy concretos del planeta y por gente muy específica cuyos nombres entran y salen continuamente de las páginas de cotilleo.
No voy a meterme en diferencias culturales, de raza o de religión, porque me daría para escribir hasta un manifiesto, pero es verdad que algunos "artistas" parecen ser incapaces de creerse su propia música. Y lo digo porque, para que lo suyo tenga impacto, necesitan recurrir a factores externos, mucho mejor si dichos factores se contonean en biquini o, directamente, en bragas.
Después de todos los avances femeninos, de predicar la igualdad y tal y tal, cada vez que enchufo la MTV por un período no mayor de diez minutos me trago al menos dos vídeos con jamelgas de carnes prietas intentando provocar al personal, mientras el "papi" de turno hace aspavientos sentado en un remedo de trono y con las piernas abiertas como si no le cupiera entre ellas su armamento pesado. A veces no sé de qué puñetas trata la canción, porque el mensaje está meridianamente claro: yo soy el puto amo, gano una pasta que te cagas y tengo todas las tías que me apetece. Pues que sea enhorabuena, machote.
Y no son los únicos que utilizan a bailarinas Playboy para promover lo suyo: juro que he visto vídeos de artistas femeninas muy laureadas y con varios premios Grammy en su haber haciendo lo propio o, lo que es lo mismo, poniendo posturitas y mohines, sacando el culo en pompa aunque nadie se lo haya pedido y restregándose las mamellas ante el primero que se ponga en clave de Sol, ya sea hombre, mujer, animal o paraguas.
Está claro que el sexo vende, pero, particularmente, me cansa mucho que todo el mundo me quiera hacer pasar por el mismo aro empleando idéntico truco. Es como cuando vas a un zócalo o a un gran mercadillo y todos los allí presentes intentan atraerte a sus puestos con las mismas artimañas. Lógicamente, abandonas el lugar con unas ganas enormes de pasarte la tarde entera haciendo pasillos en El Corte Inglés.
O sea, que por una parte, este tipo de estrategias me resultan cansinas y pelín vergonzosas, pero por otra, me parecen, más que sexistas, que también, bastante paletas. Porque la utilización del cuerpo de la mujer para atraer la atención es el recurso más burdo que la publicidad ha inventado. Vender, vende, aunque también sirve para esconder otro tipo de carencias, que en este caso serían las musicales y artísticas. Me viene a la mente una conocidísima cantante, muy rica (supongo que para muchos no solo es rica sino que también lo está) y que, a pesar de asegurar que canta en español, juro que cuando la oigo pienso que habla en hebreo antiguo. Eso sí, se contonea que es un primor, con lo que lo caliente, en este caso, sí quita lo cortés. Lo más curioso es que podemos poner a caer de un burro a un rapero por magrearle el culo a una negra zumbona, pero lo de esta chica es puro arte. Ya.
Siempre me hizo mucha gracia aquel vídeo de Robbie Williams (reconozco que le tengo hasta cariño al muchacho) en el que se esforzaba por llamar la atención de unas aburridas top models quitándose la ropa. Acababa arrancándose hasta la piel en un intento de que la peña se fijara en su sex appeal. Me parece una buena metáfora de lo que pretendemos hacer y vender. Da igual que queramos publicitar esa cosa tan graciosa llamada Gangnam Style o una de Black Eyed Peas: en algún momento saldrá alguna jaca enseñando cacha con cara de esperar que cualquiera de los presentes le encaje el trípode. Cuerpos tenemos, música habemos.
A este curioso exhibicionismo que asumimos con tanta facilidad como la publicidad de la coca-cola (te tomas un refresco y se te pasan todos los males incluido el acné), podríamos añadir otros ejemplos más subjetivos de ensañamiento corporal. Y si no me creéis, por favor, que alguien vea una semana entera los informativos y me diga cuántas noticias encuentra metidas con calzador únicamente para mostrar carne. Ya sea la excusa de los ángeles de Victoria Secret, el calentamiento global, el veranillo de San Miguel, las protestas antitaurinas o la inauguración de un spa en Las Alpujarras. El otro día, incluso, unos avispados editoras emplearon la noticia del boom de la economía brasileña para mostrarnos a los chicos y chicas de Ipanema en paños menores. Y los espectadores tocando la zambomba, imagino (que nadie me malinterprete, ¡es Navidad!)
La cosa llega incluso a empeorar cuando echamos un vistazo a ese documental llamado Cuerpos embarazosos que a veces alcanza la categoría de cine gore. Para quien no lo haya visto nunca, un grupo de médicos de buen ver recorre el Reino Unido con su consultorio nómada para animar a sus paisanos a que dejen atrás sus vergüenzas y se curen aquello que más les acompleja. Los no iniciados disfrutarán con el montón de tetas, vaginas, culos y penes que pasan por delante de la cámara, aunque muchos en un estado deplorable. Y digo yo, si tú, inglés medio, has estado toda tu vida sufriendo en silencio las hemorroides, ¿a qué viene ahora enseñarlas al mundo entero con sendos primeros planos y en versión tecnicolor? ¿De verdad era necesario? Misterios de la ciencia.
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