Hoy mismo, en una de esas comparecencias a cara de perro que tanto gustan a María Dolores de Cospedal, la presidenta de Castilla La Mancha y segunda de a bordo en el trasatlántico del PP, se ha descolgando con otra de las suyas. Su referencia a que la violencia se volverá contra quienes la ejercen es el segundo capítulo de esa telenovela made in Génova donde quienes nos gobiernan son los ricos y buenos y nosotros los pobres, malos, nazis y terroristas.
A Cospedal le ha dado por llamar nazis a quienes practican el escrache contra diputados del PP, esa protesta estilo "cobrador del frac" en la que, que yo sepa, no ha habido víctimas a no ser de la pura vergüenza que podría causar el gozar de un patrimonio solvente mientras a muchos otros les están echando de sus casas. La ineptitud para parar los desahucios, esgrimida por el partido conservador, parece manifiesta, pero lejos de mostrar su solidaridad con los afectados, nuestros gobernantes ningunean a cualquiera que pida o proponga medidas mínimamente dignas contra esta sangría que nos está dejando, no solo sin la vivienda a la que constitucionalmente tenemos derecho, sino también sin gente.
Visto lo visto, cualquier podría decir que el PP entiende por democracia ese sistema que mantiene a la gente plácidamente en sus casas (quienes la tengan) y les anima a ir a votar cada cuatro años. Mucho más democrático aún si las urnas les dan la victoria a ellos mismos. Las protestas están bien siempre y cuando sean contra otros: ahí sí vale insultar, escupir, amenazar etc; en cambio, las protestas contra los desmadres cometidos por los conservadores son un atentado a las buenas costumbres y a todo el pueblo español. Si no, no se explican actos tan variopintos como el movilizar a la policía (siempre con fondos públicos) para blindar la sede del Partido Popular en la calle Génova y que no se acerque ningún manifestante con ganas de jarana cada vez que alguien convoca una marcha. O llamar nazi y terrorista a quien acude a poner una pegatina verde al portal de algún diputado pepero.
El definir con ambos conceptos a aquellos que practican el escrache (recordemos: protesta no violenta) implica, primero, un desconocimiento histórico bastante evidente y, segundo, una falta de respeto a las víctimas de los genocidios nazis y de los actos terroristas, que banaliza y convierte en chiste fácil tanto a unos como a otros.
No es bueno para el PP llenarse la boca hablando de violencia perpetrada por quien ejerce una protesta legítima y pacífica. Tampoco lo es, para el sindicato Manos Limpias, denunciar a Ada Colau, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, conforme a un supuesto delito de amenazas y coacciones. No sé lo que entiende Manos Limpias por amenazas, pero se ve que amagar con barrer de un plumazo el matrimonio homosexual o pasarse por la faltriquera el derecho al aborto no son amenazas ni coacciones a gran parte de la población. Eso sí, soltarle en la cara a un diputado del PP que es un sinvergüenza por consentir y no hacer nada ante un desahucio que deja a una familia en la calle y sin recursos, eso es coacción, amenaza y, según los altos dirigentes, hasta terrorismo.
Manos Limpias esgrime en su casta denuncia que el acudir a las puertas del domicilio de un diputado para exponerle la realidad que implica quedarse sin vivienda y pegar cuatro gritos es, de lo malo, lo peor. Sobre todo porque en el domicilio de marras suelen vivir menores que se sienten amedrentados al ver tanta gente reunida en el portal. He de reconocer que esto me pone de muy mala milk y me explico: tras leer sus argumentos, entiendo que a Manos Limpias le parece casi de justicia divina el que "otros" niños se queden de la noche a la mañana sin casa, que tengan que sobrevivir a base de la caridad y que se vean obligados a llevar sobre sus espaldas la desesperación mal disimulada de los adultos. Les preocupan muchísimo más los hijos de los diputados, a los que yo sepa nadie ha amagado con insultar, pero les traen al pairo los retoños de los menos favorecidos, que no tienen el capital ni los garantes económicos necesarios para ir a un colegio de pago y, a este paso, y gracias a la audacia del PP y de sus colegas europeos, asistir a la universidad pública. Menudo rostro gastan algunos.
Ayer hablaba un poco del nazismo y recordaba que Hitler ganó unas elecciones democráticas sin casi atusarse el bigote. El problema vino después, cuando, pertrechado en el poder, empezó a dar rienda suelta a sus fobias y complejos, a creer que el que no estaba con él estaba contra él y a primar a un segmento de la población y a una determinada clase social sobre otra que resulta era la suya o a la que él quería pertenecer por derecho divino. El resultado de tanta obsesión todos sabemos cuál es. Por eso, y siempre desde el respeto, le pediría a María Dolores de Cospedal que, antes de dar una nueva rueda de prensa y soltar las barbaridades que suelta para lavar la cara del jefe, leyera un poco de la historia europea, incluido el terrorismo en Irlanda del Norte, Alemania (Baader-Meinhof) e Italia (Brigadas Rojas). Y si no le gusta leer, que vea las películas R.A.F Facción del Ejército Rojo o Buongiorno notte, para que entienda cómo son los movimientos terroristas europeos, así, contado en imágenes, que es más fácil. Quizás el próximo día un periodista vaya con la lección aprendida y le saque los colores, obligándola a inventar argucias tan disparatadas como la violencia en diferido o el nazismo a plazos. Por mi parte, prefiero no enterarme, gracias.
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