Estoy entre asombrada y compungida por esta febrícula que le ha entrado al Barça de parecerse al peor Madrid: el de las broncas, la chulería y ver quién mea más lejos. En verano, cuando todos los del club, desde Messi para abajo, deberían estar celebrando su reencuentro y cogiendo aliento para afrontar futuras glorias, comprobamos estupefactos cómo las rencillas entre unos y otros salen a la luz provocando dimes y diretes que nos recuerdan más a aquellos días del fiestero Laporta, tan dado a los exabruptos, que a merecidas jornadas de gloria.
Destapó la caja de los truenos Pep Guardiola, que resentido debe de estar un rato. Si no no se explica que un tipo medido como él, que calcula todo lo que dice, lance esas bombas de relojería y semejantes rencores a la cara del presidente Sandro Rosell, un hombre que no ha querido entrar al trapo pero sí, y que tiene el don de acabar llevándose fatal con quien antes era su uña y su carne. Guardiola acusó al presidente de jugar con la enfermedad de Tito Vilanova, actual entrenador del Barça, para hacerle daño. Y, claro, como no hay dos sin tres, ahí tenemos a Vilanova, quejándose de que su gran amigo Pep no se preocupó por él cuando estuvo dos meses en Nueva York tratándose de la enfermedad que padece. Recordemos que, entonces, el lugar de residencia de Guardiola era, precisamente, la ciudad de los rascacielos.
Los españoles tenemos un vicio enorme: cuando nos piden que nos definamos, solemos soltar aquello de "yo soy muy amigo de mis amigos". Así, a las bravas. De hecho, lo decimos tanto que creo que, si vuelvo a oírlo, soy capaz de echar la primera papilla. A lo mejor porque nuestro concepto de la amistad es más de colegueo de bar y pachanga de los domingos que de estar ahí disponible 24 horas cuando el otro lo necesita. Y como le decía hace poco a alguien, amigos para tomar cervezas tenemos todos un montón, pero para limpiar la casa y barrer la cocina después, a lo mejor no tantos.
A mí Guardiola me cae bien. Me parece inteligente y sensato, aunque también un poco terco y quizás no lo bastante tolerante ni conciliador para los cargos que ocupa. Eso respecto a la cara vista, porque la cara oculta solo la conocen quienes han vivido con él. Y a mí, mientras no se lleve la mala educación y el peor perder al campo, me vale.
También me gusta que haya creado escuela, en el sentido de formar a hombres de su mismo palo: discretos, seguros, con ideas firmes y criterios claros. Aun así, reconozco que esta guerra en la que ha entrado no le pega nada. A primera vista parece una salida de tono impropia del personaje, lo que nos lleva a preguntarnos por qué esto y por qué ahora. La única respuesta posible es que en el club se esconda más mierda que en un gallinero. Ahí lo dejo.
Las palabras de Rosell me la traen al pairo, pero creo que ha estado bien nadando y guardando la ropa. Confiemos en que siga así y no empiece a escupir veneno a través de los medios, más que nada porque acabaría con el pobre Zubizarreta, poco acostumbrado a tener que salir a torear miuras cuando ni siquiera se ha entrenado con vaquillas. Aquí, el que verdaderamente guarda el frasco de las esencias es Tito Vilanova.
Entiendo que, con su discurso, ha tratado de hacer valer su autoridad dirigiendo, de paso, algún que otro dardo contra su "gran amigo". Porque, si lo que él dice es cierto, y no tenemos por qué dudarlo, poco importa que alguien te recuerde constantemente la amistad que os une si, en momentos de crisis, te deja solo. Es una cobardía y una bajeza. Como dije en un post anterior, uno puede o no estar de acuerdo con sus amigos, pero eso no justifica el abandono; insisto en aquello de "quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite".
El meollo del asunto está, nuevamente, en la traición y la deslealtad y, probablemente, en la nueva versión del clásico "me han dicho que has dicho", la frase demoledora capaz de acabar con las relaciones más sólidas. Normalmente porque una de las partes es más endeble de lo que parece. Y es muy posible que entre Guardiola y Tito hayan metido mucha inquina y ellos dos se hayan dejado llevar. Porque uno puede aguantar insultos, cotilleos y comentarios malintencionados hasta cierto punto, pero llega un momento en que explota. Somos humanos y nadie nos puede exigir que aguantemos atentados emocionales más allá de lo digerible.
La pregunta es la de siempre: ¿quién o quiénes se benefician de que el Barça se convierta en la jaula de las locas? ¿A quién le encantaría que sucediera algo excepcional para adelantar las elecciones mucho antes de 2016? ¿Quién ha utilizado a quién y quién se ha dejado utilizar? Tampoco es tan difícil encontrar respuestas al culebrón culé. Digo yo...
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