miércoles, 3 de julio de 2013

Sé lo que hicisteis

Creo que, en general, tengo buena memoria. Sobre todo para las ofensas, aunque en eso supongo que no difiero mucho del resto de los mortales. También para las tontadas, de ahí que pervivan en mi memoria gentes que deberían haber sido relegadas al olvido hace mucho tiempo.
Cuando ayer hablaba de Magdalena Álvarez y su presunta implicación en el chanchullo de los ERE, no podía menos de recordar lo desagradable que me parecía esta señora, sus salidas de tono, su inoperancia... Una más de las chicas de Zapatero, el presidente que convirtió la dichosa paridad en un choteo fino.
La paridad, ese equilibrio de género en la vida política, tiene buen fondo pero dudosa superficie. Y es que en los años recientes de nuestra historia se han cometido muchas aberraciones en su nombre, llegando a ocupar cargos públicos personas que no merecerían ni ostentar cargos muy privados. Tal parecería que, en su afán de rellenar la quiniela, nuestro ex presidente Zapatero (y me centro en él porque se instituyó en adalid del concepto de igualdad) otorgó poderes a señoras que en ningún momento supieron realizar, no ya una buena gestión, sino un decente saber estar.
Pajín, Chacón, Anido, la misma Álvarez... no están todas las que son, pero sí son todas las que están. Da la impresión de que su mentor las hubiera elegido a dedo, para demostrarnos que la paridad es un invento muy chusco, que las mujeres no sabemos mandar ni gestionar y que lo mejor es dejar el buen gobierno del país en manos de los que más saben, los muy machos. En parecida estela nos movemos ahora, con Mato, Báñez y otras musas de lo retro haciendo buena a la corte de Zapatero.
Aunque se me tache de machista, he de decir que no las tengo todas conmigo en esto de la paridad. Creo que la valía de una persona no es cuestión de su género, sino de su capacidad primero y su meritocracia después. Da igual que sea hombre o mujer, lo que importa es que haga bien las gestas que esté llamado a realizar. Aun así, entiendo que la elección de posibles representantes de lo público debe abrirse a las mujeres más válidas, porque lo merecen y porque son (somos) una parte fundamental de la población que también exige y necesita su presencia en todos los ámbitos de la vida. Así que, por un lado, veo necesaria la paridad pero, por otro, la encuentro cuestionable en tanto en cuanto no estoy convencida de que la elección de féminas que han llevado a cabo nuestros partidos políticos haya sido la adecuada. Es como si necesitaran cubrir el expediente y, como ya se les había acabado el cupo de hombres, se vieran obligados a recurrir a hijas de éste o enchufadas de aquel que le solucionaran dos problemas en uno: ocupar el puesto y devolver favores.
Desconozco si Magdalena Álvarez está metida hasta las trancas en el tema de los ERE o se la ha dejado meter. De hecho, como no ando nada puesta en este embrollo judicial, me abstengo de dar una opinión para no hacer un ridículo. Pero sí puedo decir que en su etapa al frente del Ministerio de Fomento se cubrió de gloria, con sus controvertidas gestiones (¿o deberíamos decir indigestiones?) de los caos de infraestructuras o su sorprendentes explicaciones sobre el accidente de Spanair, escudada en aquella famosa frase de "es que me cuesta aprenderme las cosas". En un mundo ideal, una ministra que trabaja haciendo números y  ensamblando compromisos no puede presumir de no tener memoria. Pero Spain is different.
Me avergüenzan muchas de las elecciones de nuestros gobernantes porque, en el fondo, no creo que encierren un respeto hacia la mujer sino unas enormes ganas de dejarnos en evidencia. Estoy convencida de que hay muchas damas con una cabeza estupenda que jamás serán escogidas para desempeñar altos cargos, no vaya a ser que demuestran una capacidad fuera de toda duda. Pero también estoy segura de que las mujeres más atractivas nunca se presentarían a un concurso de Miss, igual que sus equivalentes masculinos no lo harían a uno de Míster. Se ve que mi idealismo aumenta con la edad.
A pesar de todo, también creo que el gobierno de Zapatero (más que el de Rajoy) tuvo varias mujeres brillantes, a las que hoy casi no recordamos porque a los españoles nos gustan más los chistes que el comer y el ridículo ajeno más que el enriquecimiento propio. Lástima que fueran minoría. Y lástima que estos hombretones nuestros no comprendan que poner a una mujer inteligente y capaz al mando no hace peligrar su condición de gallos del corral sino que ensalza sus dotes para formar equipo. Una virtud que deberían tener todos y que, sin embargo, pierden en el camino de los enchufes prometidos y los favores pedidos.
O a lo mejor es como decía Magdalena Álvarez: "mi problema es que pienso más rápido que hablo". Va a ser eso.


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