Nunca me ha interesado demasiado lo que pasa de puertas adentro en el hogar de los vecinos. En realidad, no me ha interesado nada. A mí, la manera que cada uno escoja de vivir su vida es asunto suyo mientras sus decisiones no afecten a mi forma de vida ni a mis necesidades fundamentales. Pero hete aquí que en este país tenemos a una familia cuyas idas y venidas nos están alterando. Más de la cuenta, diría yo.
Me refiero, cómo no, a esa estirpe que usa corona en la intimidad. Hay quien les compadece por haber pasado lo que Su Graciosa Majestad denomina un annus horribilis. Insisto en que algo habrán hecho para que ahora les caigan encima las cuatro plagas judiciales. Porque con la vida regalada que llevaban, muy mal hay que planificar las cosas de la Casa para recibir soberanos sopapos en todos los reales morros. Uno detrás de otro, sin clemencia y, sobre todo, sin audiencia.
Al simpático colega Iñaki Urdangarín no paran de descubrirle escondites donde guardaba los millones que nos estafó en su día. Este mocetón debió de jugar poco a hacer túneles en la arena cuando era pequeño, porque hasta un niño de teta es capaz de buscar mejores escondrijos que los de este cazafortunas, enredado en sociedades, islas y caimanes. No creo que ya le puedan imputar más cosas salvo delitos de sangre, y, aun así, la ciudadanía, ese ente que, según el gobierno, solo sale a la calle para alterar el orden (normal, no vamos a salir a comprar el pan cuando no tenemos con qué) sospecha que don Iñaki se va ir por la puerta del juzgado como entró: en coche privado y con chófer pagado por el suegro.
Pero además es que, al presunto chorizo, la empresa de todas las empresas, Telefónica, le ha renovado el contrato de 1,5 millones de euros que cobraba al año por, suponemos, hacer algo más que correr delante de los paparazzi. Muy mal tienen que habérselas visto César Alierta y compañía para refichar al fichado, aun a sabiendas que el populacho va a convertir a la compañía en prima hermana de Satanás. Obviamente, el negocio no compensa salvo que haya chanchullos, chantajes y chulos de por medio. Qué chusco todo.
Para calmar a las masas, el Rey y su hijo han decidido bajarse el sueldo. Un 7%. Así que este año no podrán ya tapizar las sillas del jardín ni cambiar el rodapiés. Una lástima. Como gesto no está mal; como cantidad es irrisoria, sobre todo teniendo en cuenta que el poder adquisitivo de los españoles no es que baje, es que se hunde. Aun así, hay que agradecerle a la Casa Real que se haya puesto a hacer cuentas y a ajustar dividendos. Tarde y mal, pero menos da un pedrusco.
Si el karma existiera, algo muy tremendo deben de haber hecho los Borbones para que, cada vez que tienen un gesto "humilde" con los de abajo, la vida les sacuda con otro terremoto mediático. Ahora le toca el turno a Letizia, cuya familia tampoco parece un ejemplo de saber estar. Hasta tres miembros del clan están imputados por alzamiento de bienes. Sinceramente, creo que aquí les ha podido la soberbia. Y con razón: si Urdangarín ha cometido delitos más graves y ahí anda, con casoplón pagado en Washington y cobrando millones de Telefónica, ¿por qué no van los Ortiz a jugársela por 20.000 euros de nada? Es lo que nos ocurriría a todos, que de emparentar con el príncipe Carlos, lo mismo pensaríamos que teníamos derecho a pegarle collejas a Camila, pamela mediante.
Creo que, cuando eres una persona pública y, sobre todo, representas a la ciudadanía o mantienes una relación estrecha con quien ostenta deberes de alto copete, tienes la obligación de medir mucho tus pasos y más tus actos. Por problemas con los parientes hemos padecido verdaderas crisis de Estado en este país (¿alguien se acuerda del hermano de Alfonso Guerra?) y han temblado gobiernos. Sin embargo, aquí sigue la monarquía, dándonos una de cal y otra de arena mientras se deja enmerdar por yernos, cuñados, abuelos y demás fauna cañí.
De todos ellos, me quedo con el abuelo taxista de Doña Letizia. El único que parece saber lo que cuesta ganarse el jamón pata negra y al que esto de alternar con reyes, marqueses y pititos le trae más bien a la fresca. Por eso no lo prodigan en los saraos; prefieren confraternizar con otros, más vistosos y también más ladrones. Luego dirán que en todas las casas cuecen habas. Yo insisto en que en la mía, al menos que yo sepa, nadie ha sido imputado por alzamiento de bienes, malversación o evasión de capitales. Pero, claro, también es cierto que nadie se lleva el pastulario de eurazos que se endosa Iñaki; en caso contrario no estaría escribiendo este blog sino haciéndole la pelota cual perra arrabalera.
Señor (juez), líbrame de las buenas familias que de las malas, si eso, ya me libro yo.
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