Todos sin excepción nos sentimos raros cuando perdemos el control sobre algún aspecto de nuestra vida. En cuanto nos privan del poder de elegir y de decidir (aunque no lo ejerzamos) empezamos a notarnos incómodos, como si nos faltara esa folclórica encima de la tele que estábamos acostumbrados a ver en casa de la abuela.
Pues así, sin folclórica, sin torito y sin tapiz de ciervos, los tres clásicos decorativos de nuestra infancia, nos hemos despertado hoy los españoles. Al parecer, los profes malos de la Unión Europea han sacado las uñas y le han espetado a este nuestro gobierno que les va a quitar una serie de serias competencias para que las ejerza el Banco Central Europeo. No en nuestro nombre (para nosotros nada; para los demás todo), sino en el de ellos.
Tampoco es que haya seguido leyendo sobre el tema, porque empezar la mañana con una patada en los bajos, sin huevos y sin bacon, es un mal presagio y un despertar demasiado... ¿austero? Me decía un conocido que casi sería mejor hacer un revival de aquel páramo político belga, cuando Bélgica se quedó dos años sin gobierno por peleas de las distintas formaciones y ni se escoró del mapa de Europa ni sufrió invasiones bárbaras. Es más, los belgas estuvieron tan a gustito durante el bienio, libres de políticos díscolos y discusiones de patio de colegio, que a la mayoría de los ciudadanos no le importaría seguir en este estado de bienestar físico y espiritual ad eternum.
A nosotros tampoco. Quiero decir que para un gobierno que solo quita y lo único que da son disgustos, para unas autoridades que parecen más perdidas en los foros internacionales que Cospedal en un instituto (ese Rajoy, intentando aprovecharse de los rescoldos dejados por Monti, es de vergüenza ajena), mejor no tener nada. No creo que disienta mucho del pensamiento de la mayoría si digo que, para esto, que nos gobiernen Merkel y su cuadrilla, toda esa panda de teutones formados en las mejores escuelas con disciplina espartana, que piensa que los españoles somos unos vagos demasiado acostumbrados a pasar las tardes siesteando al sol y bebiendo sangría.
El gobierno continúa empeñado en dar esa impresión de no saber lo que se hace y no tener nada bajo control. Van por la carretera sin luces, sin frenos y en dirección contraria (si chocan dirán que la culpa es del otro). Luego nos acusarán a los demás, con nuestros despertares torcidos, nuestras manifestaciones, nuestros gritos y nuestro apoyo a esos "macarras" de la minería, de ser los que bajamos el nivel del aprecio exterior. Pregúntele usted a cualquier familia, con varios de sus miembros en paro y viviendo de la pensión del abuelo, si esto les importa una mierda. O a algún funcionario de los que cobra mil euros pelados y a quien amenazan con quitarle la paga extra de Navidad y vaya usted a saber cuántas cosas más.
Lo jocoso del asunto es que, además de pedirle al señor Rajoy que recorte como si no hubiera un mañana (y a este paso no lo habrá), la UE le exige que baje los índices de paro. Juro que si tuviera por ahí unas risas enlatadas las pondría aquí mismo. Y, pegada a esta noticia, los diarios, con muy mala baba por cierto, han puesto otra en la que la OIT insiste con mucha lógica en que, si no amainan estas políticas de austeridad, el paro no se reducirá ni un poquito. ¿En qué quedamos? Esto es un sinvivir. Habrá que sacarse de la mano algún tipo de contrato especial, en el que estemos todos empleados cuando vengan los señores de negro a sacar sus estadísticas y nos quedemos en el paro en cuanto se vayan por la puerta a echarse una siesta y beber sangría. Seguro que a nuestro gobierno se le ocurren un montón de imaginativas fórmulas; total, a partir de ahora, cuando los que manden sean otros, van a tener mucho tiempo libre. Y si no, siempre nos quedará Esperanza Aguirre y su ristra de "imaginativas y maravillosas soluciones". ¡Viva!
No hay comentarios:
Publicar un comentario