viernes, 4 de noviembre de 2011

El feo y el malo

Ese duo cómico formado por José María Aznar y su coleguita George Bush ha vuelto. Después de un tiempo de (darnos) descanso, la pareja más abucheada de los últimos tiempos se ha dejado ver en público, porque en privado me imagino que ya habrán disfrutado de sus momentos de gloria e intimidad.
Ambos, trajeados y sonrientes, se han hecho fotos a mansalva con lo más granado de la disidencia cubana, en un esfuerzo global por decirle al mundo que el boicot al país caribeño está muy bien y que por qué no seguimos matando de hambre a los isleños con un poquito más de ganas. Así me gusta, haciendo el bien y predicando la generosidad que les es propia y les ha convertido en adalides de la dignidad, la justicia y la verdad.
Por si alguien no lo había notado, ni Aznar ni Bush me caen especialmente bien; diría incluso, así, en un alarde de atrevimiento, que me caen rematadamente mal. Vamos, que no los trago. Y me da lo mismo lo que estos dos señores hagan en sus ratos libres. Por mí como si se destrozan los riñones con sesiones de abdominales o se pimplan todo el bourbon de Texas. Pero he de reconocer que, cuando les da por aparecer juntos, se me revuelve lo más profundo de las profundas tripas.
Hay que estar muy necesitado para recurrir al eje del mal en busca de apoyo para la causa. Y creo, francamente, que los disidentes cubanos no se hallan en situación tan precaria como para ponerles velas a semejante santos. Si acaso, con este último espectáculo, el mundo los verá un poco más escorados a la derecha de lo que ya los veíamos; nada nuevo. Yo, de ellos, daría la brasa a figuras de la cultura y las artes para sustentar sus conservadoras propuestas, no a dos tontos muy tontos que han forjado reputación y fortuna a base de sostenella y no enmendalla, incluso cuando el término "sostenella" implicaba eliminar a cientos de miles de personas que pasaban por allí durante alguna de las guerras más sucias que la humanidad ha tenido la desdicha de contemplar.
Cada uno puede opinar del régimen cubano lo que le salga del plátano. A algunos les caerá bien, a otros mal y a otros peor. Y seguro que tampoco falta a quien toda esta cosa caribeña le traiga al pairo. Pero, al margen de las ideas de cada cual, yo oso apuntar una nueva: el bloqueo es siempre una medida injusta, absurda y estúpida. Primero, porque siempre he puesto en duda los derechos de cualquier país a intervenir en los asuntos internos de un tercero; segundo, porque, le guste a Hollywood o no, la gerra fría acabó ya hace unos cuantos días; tercero. porque levantar el bloqueo solo va a devolverle la dignidad social y humana a un pueblo que, lo garantizo incluso yo y hasta por escrito si se tercia, no va a invadir Estados Unidos armado con alguna de esas cosas que más ansía tener: lavadoras, neveras, planchas a vapor o vajilla de Lladró (llegado el caso de que tuvieran la oportunidad de adquirirlas, claro).
El régimen castrista goza de una terquedad ilimitada. Y a ello no ayuda el que enfrente tenga un enemigo empeñado en practicar aquello del "yo más". Una nación cuyos recursos le llegan únicamente para malvivir, que resiste cada día la perpetua crisis a la que los demás nos vemos abocados (dentro de unos años, todos cubanos; ya veréis) y que bastante tiene con mantener una industria marca ACME como para pensar en pergeñar un sucedáneo de bomba atómica, dispone de una capacidad de influencia mundial rondando el cero. A ello hay que añadir que ni Fidel ni su hermano Raúl tienen precisamente millones de amigos en Facebook. A diferencia de Obama, que ya me diréis qué ha hecho para merecerlo, jamás recibirán un Nobel de la paz, así que su predicamento entre las masas occidentales es casi inapreciable.
En resumen, no encuentro motivo para causar dolor a sabiendas. Y si me fastidia sobremanera que haya personas que dañen a otras simplemente por darles una lección, haciendo valer sus infantiles razonamientos e inmaculados principios, cuando el abuso tiene lugar entre países que, además, juegan en ligas completamente dispares, el asunto me resulta aberrante. Más o menos, a la altura (¿o debería decir bajura?) de estos dos chicos de póster, Aznar y Bush, inasequibles a las palabras de aliento.
Y como no quiero rematar mi post con un retrato de los dos que cabalgan juntos, os dejo una canción de Quique González, Por la borda. No es que su música me emocione, pero la letra de este tema tiene su aquél. Creo...

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