El día de hoy amanecía con la publicación de las imágenes de una alcadesa belga practicando sexo en un torreón del Palacio Real de Olite, en Navarra, lo que vendría a ser algo así como fornicar en el Pórtico de la catedral de Santiago o en la sala de Velázquez del Museo del Prado. Vamos, que cualquiera que pasara por allí podría haberse deleitado (o acongojado, según) con meneos, suspiros y demostraciones varias de afecto.
Existe un ilustrador vídeo al respecto, pero también una secuencia de fotos en la que destaca sobremanera una, donde se intuye que la mujer gime cual gorrino en San Martín mientras su pareja mira hacia otro lado, como si contemplara anidar las avutardas. Esperemos que, a pesar de esa cara de "yo es que pasaba por aquí", el hombre diera lo mejor de sí mismo, en honor al muy respetable reino de Navarra y a la rubia que tiene entre manos.
La belga, que responde al nombre de Ilse Uyttersprot, se ha apresurado a reconocer la mayor viniendo a decir que un calentón lo tiene cualquiera y que el hecho de montárselo con su pareja en lo más alto de un Palacio español, para regocijo de viandantes, no interfiere en su buen hacer como alcaldesa. Y no le falta razón. Un calentón lo tiene cualquiera. De hecho, los lugares públicos están de lo más solicitados a la hora de hacer realidad las fantasías sexuales. Y aunque la mayoría de las encuestas no pasen del "mi lugar favorito es la playa" -toma mediocridad-, quien más y quien menos ha mirado con condescendencia y algo de envidia cuando ha visto a una pareja meterse mano sin pudor entre parroquianos.
Yo creo que un calentón se tiene que enfriar de la forma más placentera posible y donde te pille, te pilló. Que lo que importa no es tanto el lugar como la persona con la que estés y las sensaciones que ella te despierte. Por eso me parece muy bien que la alcaldesa y su acompañante se lo monten en Palacios, plazas o encima de la mesa de un bar y que encima asuman que en cuestión de días serán trending topic en Twitter. Mientras la autoridad competente no les llame a la oración, aquí Dios, y después gloria. Pero no consigo evitar notar cierto tufillo a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio cuando pienso que la tal Ilse es miembro del Partido Popular europeo. Ya sabemos lo amantes que son los populares de las tradiciones y los valores familiares.
No puedo imaginarme la que se armaría en España si descubrimos a Soraya Sáez de Santamaría en actitud muy poco ortodoxa a las puertas del Guggenheim bilbaíno. El deber de toda buena señorita de derechas es, no tanto ser decente, sino, sobre todo, parecerlo. Pero hete aquí que con los vecinos del norte hemos topados. Ellos se escorarán a la derecha más que ningún otro, pero a la hora de la juerga, son más modernos y mucho más abiertos que cualquier rancio político español, dónde va a parar.
Se dice mucho aquello de "virtudes públicas, vicios privados" sin tener en cuenta que los vicios, cuando se confiesan, pasan a ser solo debilidades. La alcaldesa belga tuvo al menos una debilidad conocida y no se arrepiente de ello. El sexo es un ejercicio físico y mental completo y muy agradable; sobran los remordimientos. Salvo truculentas historias de espionaje y cama, no tiene por qué interferir en la labor profesional, académica o altruista de nadie, sea cual sea su idología. No estaría de más que nuestros "populares" tomaran ejemplo (no digo yo que salgan a restregarse unos contra otros en los sanfermines, aunque ahí lo dejo) y sean menos intolerantes con la cosa sexual. Y ya puestos, también con el aborto, el testamento vital, las uniones homosexuales... Demasiado pecado para tanta testa engominada, me parece...
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