jueves, 11 de agosto de 2011

Habemus Papa

A punto está el Santo Padre de aterrizar en Barajas. Durante estos días le imagino haciendo la maleta con primor, planchando los hábitos, buscando un sitio secreto donde guardar los euros (pegadito al relicario) y vigilando la ropa interior, no sea que le falte alguna muda y tenga que salir por patas a comprar un boxer del Real Madrid (lo digo por lo blanco, mayormente).
La capital tiene que ser ya una juerga de luz y de color, con estos chicos tan educados y bien vestidos que vienen a ver al Papa, llegados por hordas guitarra en mano. Justo los mismos a los cuales doña Esperanza Aguirre les va prácticamente a regalar el abono transporte mientras acampen en Madrid. A los ciudadanos que padecemos el transporte público durante todo el año nos sube un 50% el billete sencillo aprovechando que estamos en la playa cociéndonos a sangría, pero a estos chavales tan majetes, les sale gratis. Esto debe de ser porque son hijo de Dios y pasa como con los hijos de los médicos, que cuando van a otro galeno les hace descuento. Lo mismito.
Otro detalle sin importancia es cuánto costarán los fastos que tanto harán por llevar el nombre de España allende los mares: alrededor de 50 millones de euros, manutención de los asistentes aparte. Esperemos que sean parcos en el comer y no les de por exigir panes y peces a mansalva (y vino, que sale por un pico). Visto así, el asunto no compensa, pero todo sea por congranciarnos con el altísimo y que éste haga un milagro para sacarnos de la crisis y mandar al carajo a la prima de riesgo. Después de todo, también se hacen donativos en las iglesias, ¿no?
Luego está el tema de la seguridad. 10.000 agentes destinados a blindar Madrid ante la visita de Su Santidad. Como decía Dani Mateo en su twitter, "¿de verdad?" ¿Tan peligroso es?" Mientras cruzamos los dedos para que el hombre no esquive a los seguratas y se vaya de pingo a conocer la movida madrileña, se me ocurre que alguien tiene que pagar el sueldo de tanto policía desperdigado por las calles y de los barrenderos encargados de dejarlas como los chorros del oro. Imagino que el dinero saldrá también de nuestros bolsillos. No pasa nada: con tal de que cada rincón de la ciudad acabe niquelado, somos capaces de estar todo un mes a pan y agua. Para penitencias, las de los de a pie.
Puedo entender todo esto y más, pero lo que no logro comprender es por qué se ha prohibido la manifestación antivisita papal. Todos tenemos derecho a quejarnos ante lo que no creemos conveniente, desproporcionado e irrazonable. La Comunidad y la Delegación del Gobierno tendrán sus motivos, que a ninguno se nos escapa a poco que reflexionemos, pero les tocaría apretar los dientes como a todo quisque y abrir paso. Pues va a ser que no. A raíz de la negativa, los manifestantes han dicho que sacarán a las huestes por sus huevos. Otro de los efectos colaterales del 15M: una manifestación tiene que ser autorizada, pero desde hace unos meses nos encanta pasarnos la legislación por la entrepierna. Por cierto, que los indignados apoyan la marcha. Algunos medios ya se frotan las manos: perroflautas contra jovencitos repeinados de jersey color pastel. Ni lo uno ni lo otro. Y que conste que no le hago ascos a la idea de volver a la capital para unirme al jolgorio, y no precisamente al papal...


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