Vaya por delante que me alegro de que el Barcelona se haya llevado la Supercopa. Y vaya por detrás que la actitud de Mourinho y parte de la plantilla del Madrid me parece despreciable. Luego vendrán los seguidores blancos diciendo que sus chicos actúan así porque les provocan (me recuerda esa idiotez tan machista de "la maté porque me provocaba"), pero cuando uno cree que todos le persiguen es que algo no funciona bien en su modo de relacionarse con el entorno.
Quienes hayan leído algo de mi blog sabrán que Mourinho me parece un macarra de discoteca, el tipo de personaje broncas y faltón que se cree el rey del mundo porque resuelve los problemas a puñetazos en lugar de discutir. Olé por él. Ayer, con esa actitud chulesca de meterle el dedo en el ojo a Tito Vilanova, el segundo de Guardiola, no hizo más que confirmar lo que muchos hemos gritado a los cuatro vientos: este hombre no merece estar donde está y, mucho menos, ser un ejemplo para deportistas. Como bien dice Piqué, denigra el fútbol y denigra el deporte. Seguro que alguno habrá que piense que Vilanova lo merecía porque sacó de quicio al bueno, tranquilo y pausado de Mou. Ni aunque le hubiera mentado a la madre justificaría tamaña reacción. Alguien decía que los futbolistas debían de ser señores dentro y fuera del campo. Los entrenadores más, porque dan ejemplo a una plantilla. Pero no, por si fuera poco, a este pedazo de grano en el culo que le ha salido al Madrid le acompañan palmeros tan granados como Pepe y Marcelo, dispuestos a arrear una coz en cuanto alguien que no tenga tetas les guiñe un ojo.
Nadie merece ganar con actitudes tan feas y detestables. Por muy bien que juegue. Las formas son fundamentales para vivir en sociedad, algo que Mourinho no parece entender. Se comporta como un reyezuelo ridículo al mando de un ejército de trols. Es como el mal compañero del que hablaba en el post de ayer: el mundo está contra mí; yo nunca me equivoco y mis enemigos tienen que ser los vuestros porque si no, te hago la vida imposible. De potar, vamos.
Pero éste no fue el único mal ejemplo del día de ayer. Tuvimos también a laicos y creyentes gritándose verdades como puños en la manifestación de Madrid, que al final sí se celebró para contrariedad de nuestra siempre risueña Esperanza Aguirre. Como no estuve no puedo hablar con conocimiento de causa, pero ya nos estamos acostumbrando demasiado a que las últimas manifestaciones acaben malamente, lo cual no me parece de recibo. Ver a policías y población civil enzarzados es un espectáculo que queremos ahorrarnos porque al final, sobre todo, lo que trasciende son las mutuas agresiones diluyendo el objetivo final de la protesta.
En este caso tampoco entiendo la actitud de estos jóvenes de la JMJ que tanto pregonan valores como la generosidad, la bondad y la paciencia. Parece que les gusta más provocar al contrario que alabar a Dios con sus guitarras. Imagino que se vinieron arriba porque son muchos y bien avenidos. Enhorabuena a los premiados. Entiendo que opinen que su causa es la más justa, pero, amigo, vive y deja vivir y sé respetuoso con las ideas de los demás aunque no coincidan con las tuyas. Tu religión se asienta sobre bases como ésta, ¿no? Me pregunto cómo se comportarían si se toparan con una concentración de budistas recitando sus mantras. Seguro que les tocaría menos la moral que una manifestación de ateos protestando por el dispendio de la vista del Papa. Si quieren dar ejemplo, han empezado mal (y paso de tocar el tema de ese voluntario de las JMJ intentando boicotear la manifestación laica con un petardazo, que también tiene tela).
En resumen, no puedo criticar ni a unos ni a otros como me gustaría porque no estuve allí, pero me baso en la información que me llega y pido perdón si está sesgada. Respecto a lo del Madrid, lo siento por ellos y por lo que un puñado de impresentables (pocos pero ruidosos) están haciendo con un equipo y una afición que no se merecen ser educados en el insulto, la soberbia y la estupidez soberana que los adorna.
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