El programa de ayer de Salvados (La Sexta) fue, como diría el otro, pa'verlo. Antes que nada señalar que su presentador, Jordi Évole, está sembrado, pero el montador (no confundir con montajista) que se dedica a ensamblar los momentos previamente grabados es un crack. Sin su talento, Salvados, en ocasiones, parecería un docudrama de la 2.
Estamos hablando de uno de los pocos programas de nuestra televisión que merecen verdaderamente un vistazo y medio, de ésos espacios en los que el tiempo se pasa en un ay y siempre te quedas con ganas de más y/o reflexionar sobre lo contemplado. En el día de ayer la cosa iba sobre el desempleo, con una primera parte de Salvados bastante previsible y una segunda de traca. Resumiendo: el asunto se puso candente cuando Jordi empezó a analizar el panorama desolador al que se enfrentan los parados mayores de 50/55 años.
Este nada despreciable núcleo de población está abocado a vivir un infierno, primero con el PSOE y ahora con la maravillosa reforma laboral que el PP se ha sacado de la sisa. Llegaron al nuevo y enrevesado capítulo de la historia de España con una jubilación a los 67 años (dos más de la que partían) y acongojados ante la nueva forma de cotizar, según la cual lo importante es la cotización de los últimos 15 años de vida laboral antes de la jubilación. Intentado, por tanto, cumplir 67 medianamente sanos, razonablemente activos y con sus años cotizados, va la vida y, PP mediante, les casca una reforma laboral gracias a la cual, los mayores de 50 se convierten en un estorbo para las empresas, encantadas de deshacerse de los antiguos chupasangre y ofrecer generosos contratos basura -de sueldos ridículos- a los más jóvenes. Lógicamente, el número de parados de edad avanzada aumenta cada día, con un número nada desdeñable de mujeres y hombres, excelentes profesionales, enviados a sus casas sin ningún futuro laboral que les alumbre. A todo este desierto profesional se añade la insoportable carga de tener que sacar adelante a una familia cuyos retoños, en edad laboral, tampoco encuentran trabajo digno. Me equivoqué al definir como "desoladora" esta situación. Es lo siguiente.
Pues explicando el argumento de semejante película andaba Jordi Évole cuando se pasó por el Congreso para entrevistar a las portavoces de la comisión de empleo de los dos partidos mayoritarios, Concha Gutiérrez por el PSOE y Carmen Álvarez-Arenas por el PP, dos señoras muy aseñoradas. Lo que nos demostró este dúo cómico en su actuación ante las cámaras es que les importa un pepino (español, no alemán) la situación de los cinco millones largos de parados que hemos parido; lo que verdaderamente las tiene entretenidas es acusarse mutuamente de los dislates cometidos, como si fueran dos pijas muy pijas tomando el té y tirándose la merienda al pelucón tras haberse quitado mutuamente la chica de servir. Y lo peor es que, en ocasiones, daba la impresión de no saber de qué demonios les estaban hablando, con una de ellas (Carmen de España) leyendo un guión del que no se salía así le preguntaran por los meandros del Ebro y empeñada en tomar notas a pie de página que lo mismo eran dibujos de florecitas o casitas con nubes. O tal vez es que alguna mente aviesa la había obligado a escribir I love Versace mil veces.
Difícil causar una impresión tan penosa a todo el país como la que nos han regalado estas dos damas, empeñadas en no escuchar ni enterarse de la misa la media con lo que, digan lo que digan para enmendar la plana, al final siempre van a semejar tonterías. Es más, cuando Évole les sacó los colores con diferentes vídeos ad hoc en los que sus partidos prometían el oro y el moro, la mentada Carmen no tuvo ni la vergüenza torera de mirar la pantalla y emitir un discurso coherente. Visto lo cual, uno se pregunta cuál es el bagaje profesional y político de estas dos representantas de todos los españoles; qué méritos les han llevado a tales memas (con la venia, yo diría que era aún más absurda la del PP) a decidir sobre nuestro empleo. Ante semejante criterio, buena disposición, saber estar y capacidad de diálogo, solo nos queda encomendarnos a la virgen de Fátima (Baeza) para, al menos, pedir sin tener que robar.
No me extraña que, después de contemplar tal espectáculo dantesco, Twitter echara humo. Yo abogo desde ya por recabar firmas para que nuestro nuevo dúo dinámico #CarmenyConcha recorra la geografía española cual Morancos del Inem. De esta forma, mientras se cantan las cuarenta, los sufridos agricultores españoles podrían dar salida al excedente de tomates. Tremendo servicio social, ya digo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario