viernes, 22 de junio de 2012

El fútbol es así

Anda el pobre Vicente del Bosque un tanto desorientado ante la manifiesta apatía de sus chicos que por no celebrar, no han celebrado ni el paso a cuartos. Normal. Si en el campo se les ve amodorrados y apesadumbrados, el vestuario tiene que ser un velatorio de lo más florido. Pero, bueno, nuestra selección está en consonancia con el devenir del país, así que tampoco seré yo quien les pida ahora que se pongan todos a bailar la conga.
Y es que parece que hasta las pequeñas victorias nos saben a poco, temerosos de que, al doblar la equina, alguien nos quite la careta y descubra que no somos más que una panda de impostores que merecemos aún mayor escarnio. En España, quien todavía se permite el lujo de vivir medianamente bien (e incluyo a los futbolistas y sus indecentes sueldazos), fluye acongojado, suponiendo que en cualquier momento la suerte puede virar y no solo darle la espalda, sino, además, hacerle una sonora pedorreta.
Confiamos demasiado en que el éxito de la selección nos lleve al éxtasis, y eso, compañeras y compañeros, tiene que pesar un huevo de avestruz en aquellos que todavía conservan la conciencia prístina. Imagino que a algunos de esto chicos que salen al campo en pantalón corto, la posibilidad de decepcionar a un país que viene decepcionado de serie les pone, como mínimo, gesto contrito, por mucho que les enchufen Gladiator y Coldplay al más puro estilo Guardiola.
Y, encima, va y nos toca jugarnos el futuro contra Francia, ese país al que tanto queremos. El cariño es mútuo. Aquí, además del honor propio, entra en juego el honor patrio, ante lo cual quedan solo dos opciones: disputar un partido aún más timorato de los ya jugados (si eso fuera posible) o salir al campo en plan bestias corrupias, a merendarse al contrario y gritarles a los guiñoles franceses aquello de "sois todos una pandilla de nenazas", una expresión que al macho ibérico le da subidón del bueno.
El fútbol imita peligrosamente a la vida y en esta ocasión estamos extrapolando sentimientos irrefrenables, arrojándolos sobre un puñado de jugadores a los que este exceso de expectativas, valga la redundancia, está dejando medio cojos, por no decir medio lelos. Menos mal que siempre hay una diana de feria para quitarle hierro al asunto, función que cumple maravillosamente esa chica, Sara Carbonero, que parece haber inventado la pólvora. Lo digo porque en una entrevista reciente dijo cosas como que ella llegó al periodismo deportivo en un momento en que a la mujer no se le permitía torear en según que plazas. Algo que demuestra su nula sapiencia, porque de un plumazo, y con apenas un par de frases, se ha cargado la labor de periodistas de raza como María Escario, Olga Viza o Silvia Barba, autora del libro La Roja por dentro.
Sara, la chica que nos entretiene con estos comentarios que no producen ni frío ni calor, aterrizó en la tele en un momento de berlusconización del formato, cuando se buscaban hermosos floreros para atraer a la audiencia masculina. Un fenómeno (y un negocio) que sigue siendo muy boyante en numerosos países de América Latina, con México a la cabeza (recordemos que Carbonero también tiene contrato con Televisa). A mí, personalmente, me la trae al pairo que quienes trabajan en la tele sean guapos o feos, aunque imagino que se les exige una mínima telegenia. Lo que debemos hacer es juzgarles por su labor, sin importar su físico y ni siquiera su sexo. No creo entonces que Sara esté destina a convertirse en un mito del periodismo de investigación, pero tampoco opino que se trate de una persona negada para hacer un digno papel de busto parlante. Yo diría que su trabajo es, simple y llanamente, correcto. Aprobado raspado, vamos.
Por eso, hacer bromas sobre su persona puede llegar a ser cruel, pero libera al personal de las tensiones que vivimos. Y es que ver un partido de la Roja es sufrir por algo que escapa a tu control.Sin embargo, ahí está Twitter, para poner la nota de luz y de color con Sara Carbonero, agrandando su fama y, seguramente, su fortuna. Así se las ponían a Fernando VII.
Nos espera otro fin de semana de pasión. De hecho, algunos ya se toman esta Eurocopa como una rocambolesca forma de hacer justicia y resolver las rencillas que nos atenazan a los europeos. Muchos quisieran ver a Alemania y Francia mordiendo el polvo y que, al final, quienes se disputen el campeonato sean España, Italia, Grecia y Portugal, los países a los que la fortuna le ha sido adversa (con permiso de Irlanda). De ser así, este campeonato daría para una película estilo Carros de fuego, de mucho llorar. Tenemos argumento, tenemos hombres fornidos y hasta tenemos a la chica. ¿Qué más se puede pedir?

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