domingo, 3 de febrero de 2013

La tonta del bote

Algunas abuelas se empeñaban en decir a sus nietas que deberían hacerse las tontas si querían "pillar" un buen partido. No se referían a un tipo inteligente, sino a un señor de ésos "con posibles", que te solucionara la vida mientras tú te tumbabas a la bartola a ver los días pasar.
Por suerte o por desgracia, mi abuela no era así y jamás defendió la tontería en perjuicio de otras facetas del carácter humano. De hecho, a mí me educaron para intentar ser una persona independiente, que valorara a la gente por lo que era y no por lo que tenía. Como resultado, siempre he primado más los sentimientos y las sensaciones que una persona me produce que sus posesiones o el puesto que ocupa en la escala de la vida; tal vez por ello me he llevado tantos palos. A lo mejor debería haber actuado con más cabeza y menos corazón.
Creo firmemente en que detrás de un gran hombre hay una mujer superlativa y que existen personas que, mientras están a nuestro lado nos hacen, ya no grandes sino inmensos (un inciso: apuesto a que todos conocemos a gente en apariencia estupenda que, tras dejar la relación que mantenía con alguien de infinitos valores y estupendo sentido común, han perdido el norte, tomando decisiones desastrosas y hundiéndose en la mediocridad). Pero la realidad se empeña en demostrarme, una y otra vez, que más me valía haber nacido rubia natural (con perdón) y no morena de la copla.
Sin ir más lejos, en el negro panorama español, destacan dos testas femeninas que, utilizando el truco de hacerse las muy tontas, están consiguiendo ser las más listas. Por un lado, nuestra nunca lo suficientemente admirada Infanta Cristina que ni aún firmando documentos y ocupando cargos en las empresas defraudadoras de su consorte, ha sido imputada en la causa que contra él se sigue. Es más, se ha llamado a declarar hasta al sobrino del sospechoso por llevar no sé qué sobres, pero a Cristina ni siquiera se le ha preguntado la hora. La estrategia es clara: ella no sabía, oiga. Tanto tiempo pensando que la tonta era Elena y ahora resulta que es su hermana a la que le falta un hervor. Personalmente, si mi pareja llega un día a casa y me propone que nos compremos un palacete de siete millones de euros en la zona más noble de la ciudad, como poco, hurgo entre sus cosas a ver si tiene montado un laboratorio de "drogaína" entre la impresora y la estantería de los cómics. Pero a Cristina aquello debió de saberle a gloria bendita; lógicamente, quien está acostumbrada a vivir en un palacio no cree merecer menos. Da igual que luego nos hayamos enterado de que el rey, la reina, los hermanos, el secretario y hasta el señor que limpia el yate de Su Majestad, sabían que el-que-va-empalmado traficaba con los dineros de todos. Ella, que duerme con él y disfruta de sus empalmes, no hacía preguntas y solo firmaba. ¿Por qué? Porque es tonta.
Como tonta es la ministra de Sanidad (?), Ana Mato. Bueno, en realidad, esto ya lo sabíamos. Basta con oír algunos de sus discursos para entender que esta mujer, si acaso, lograría un aprobado raspado en un test de inteligencia. Ahora parece que, además, va de borderline. Después de que su nombre saliera en una lista de adjudicatarios de regalos dentro de esa operación Gürtel que está sacando a la luz los pagos en negro al PP, la señora Mato dice que no, que era su ex marido el que trapicheaba con todo. Ya, por eso aparece bien clarito el nombre de Ana Mato detrás de lo facturado en calidad de confeti (¿de verdad alguien puede gastar 4.600 euros en confeti? ¿De qué está hecho, de cristales Swarovski?), payasos (no, no se refiere a Mariano Rajoy ni a su comité ejecutivo), o, incluso, una comunión. Según cuenta la ministra, en su casa el que manejaba los dineros era su ex marido, que entonces ejercía de alcalde, y, claro, ella no se preguntaba de dónde sacaba para tanto como destacaba o por qué en su casa había tantos payasos. Pero lo más sangrante de todo es que Mariano, enquistado en el "es falso", ha dicho durante esa reunión de ayer que parece una escenificación de la última cena, que la cree (ya lo proclamó en su día de Bárcenas el traidor) aun teniendo en cuenta que se trata de uno de los miembros más inoperantes del Gobierno, con permiso de la ministra de (des)empleo Fátima Báñez, que no ha trabajado para una empresa en su vida.
Estas dos tontas no solo se han llevado el bote, sino que encima se están yendo de rositas tras hacerle un elegante corte de mangas a la justicia. Lo cual viene a demostrar otra cosa: si eres hombre, elige una mujer inteligente. Al menos tienes muchas posibilidades de que te convierta en alguien admirable y no en un vulgar ratero que, además, se vea obligado a sacar la cara por ellas. Claro, como las pobres son tontas...


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