No falla. Cuando media España está ya de vacaciones viene el tío Paco con las rebajas. En esta ocasión, el tío del alma acude a nuestros brazos disfrazado de mercado internacional y estadista de gran talla. Y es que, señoras y señores, llevamos dos días como para darnos al orujo barato.
Después de la renuncia de Rubalcaba y el "ahí te dejo" a su cargo en el Ministerio de Interior, Zapatero se puso a agitar las neuronas para darnos más de lo mismo: estopa de la buena. Entre sus decisiones destaca la de regalarle más atribuciones a un Pepiño Blanco cuya imagen pública no es precisamente salerosa que digamos. Si lo que intentaba era hacernos un guiño a la opinión pública nos ha dejado tuertos. Otra decisión de campanillas ha sido ascender a la sosa y siesa de Elena Salgado, esa ministra de Economía que amenazó con sacarnos de la crisis (así nos va) y darle las responsabilidades de vice que antes reunía Rubalcaba. Esto es al menos lo que yo he acertado a entender con 37 grados de calor a la sombra y la facultad de pensar bastante tocada; ojalá me equivoque. Como la mayoría de las ministras que ha elegido Zapatero, Elena Salgado no me parece ni fu ni fa, pero esa sonrisa que pone de "no me entero de la mitad, pero estoy segura de que te la voy a meter doblada" me causa cierta desazón. Además, tengo la impresión, llamémosle intución femenina, de que esta señora no se llevaba precisamente a partir un piñón con María Teresa Fernández de la Vega, la ministra a la que he tenido más aprecio si aprecio es la palabra que se puede emplear en casos como el que nos ocupa. Al menos me ha parecido siempre una persona coherente y consistente. Pero no voy a hacer elucubraciones sobre quién tiraba de los pelos a quién en los consejos ministeriales porque seguro que aquello es un remanso de paza donde los presentes comentan su rapidez resolviendo Sudokus en gran amor y mejor compaña.
De todas formas no hay que negarle a Zapatero ese mérito suyo de quemar a los competentes. Así que, por descarte, díganme ustedes qué panorama nos queda. Le pasó con Bernat Soria, por ejemplo, al que casi acorraló en Sanidad, y es muy probable que le ocurra también con Rosa Aguilar, aunque ésta, para quemarse, se basta sola. Lo que más congoja me produce es que tendremos a José Blanco anunciándonos, día sí, día también, las medidas más impopulares que tome el gobierno. No nos lo merecemos.
Como tampoco creo que nos merezcamos (como pueblo, me refiero) ese acoso a nuestra maltrecha economía al que nos someten los mercados. Ayer, el pin pan pún fuimos nosotros de la manita de Italia, en una jornada negra para las Bolsas. Se insiste en la palabra rascate y se dice que, para evitarlo, Zapatero y cia. deberán tomar medidas aún más de derechas. Y muchos pensarán: para eso que gobierne la derecha; por lo menos serán coherentes y no traicionarán su ideario. No voy a ser yo quien lleve la contraria a tan impecable razonamiento.
En fin, que vivimos una semana negra de la que solo parecen librarse los que están a pie de playa dándole al tinto de verano. Pero hasta esos tendrán que volver a sus casas y, al menos, ver las noticias de vez en cuando. O reconectarse a Twitter. ¡Ah! Se me olvidaba. He oído por ahí que le han embargado el chalé a Belén Esteban por deudas con Hacienda. Ella, que gana unos pírricos 100.000 euros al mes... Definitivamente, el mundo se va acabar.
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