Ayer se celebraron esos innovadores conciertos silenciosos en la plaza de Chueca con, al parecer, poco éxito de crítica y público. Normal. Si hay conciertos que no se oyen, por qué no un partido de fútbol sin balón o un debate del estado de la nación sin diputados (esto último tampoco sería tan mala idea, visto lo visto...). Los dichosos conciertos son producto de una terquedad infinita que, en ocasiones como ésta, agrede el sentido común. Insisto, un poco más de diálogo entre las partes y bastantes menos ideas de pata de banco. Nos iría mucho mejor.
De todas formas, este universo light en el que nos toca vivir propone inventos absurdos que llamarían al despiporre si determinados agentes sociales no nos recomendaran con tanta insistencia que los integráramos en nuestro día a día. Algunos son tremendamente contradictorios en su propuesta original, pero nosotros los acogemos como si nos fuera la vida en ello; precisamente porque es de eso de lo que estamos convencidos: se nos va la vida en ello. Pongamos, por ejemplo, los dulces sin azúcar. Dulces y azúcar casan perfectamente si no tuvieran el incordiante "sin" en medio. Pero ahí está, presto a vengarse de los más golosos. También tenemos el pan sin sal, el te sin teína, las patatas fritas sin aceite.... Una maravilla, esto de la ciencia.
Entiendo que haya colectivos que necesiten seguir una dieta especial que les obligue a prescindir de ciertos componentes básicos de determinados alimentos. Pero al resto de los mortales nos han machacado tanto con que es lo mejor para nuestra salud, que ahí nos tienes, hartándonos de conservas sin conservantes y sal sin sal. Y tan sanotes. O no, porque la vida es justa cuando le da la gana y, para compensar, también tomamos pescados "con" mercurio, verduras "con" nitratos y marisco "con" cadmio. Así que mientras retiramos de nuestra dieta azúcar y sal, no vaya a ser que nos de un pasmo cuando nos estamos haciendo las mechas, por otro lado ingerimos todo tipo de metales con sumo gusto y mejor predisposición.Vamos, que la mayoría de los mortales llevamos en nuestro interior un Terminator en potencia y ni lo habíamos sospechado. Luego nos quejamos de que pitamos en los aeropuertos....
Mosquea esta cruzada "sin" en que nos hemos metido y que ha acabado de cuajo con placeres tan de antaño como el café, copa y puro de sobremesa. Todo en aras de nuestra salud de hierro (nunca esta expresión ha sido más exacta) y en perjuicio del buen ánimo de muchos. Resulta curioso que se preocupen tanto porque estemos sanotes y causemos el gasto mínimo a la medicina pública pero pongan el empeño justito en erradicar la violencia, la dictadura de los bancos o la telebasura, tres factores que también perjudican seriamente la salud. Pero, en fin, nosotros a lo nuestro, escuchando conciertos sin sonido y viendo pelis con actores creados digitalmente, la última moda en Japón. Mola mogollón, ¿a que sí?
Eguchi Aima, la actriz virtual Made in Japan
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