Siempre que en televisión se reúnen más de tres personas comentando un tema común, los gritos se oyen hasta en Singapur. Es una de esas leyes que permanencen inalterables al paso del tiempo y a la concepción del espacio. Lo cual me lleva a otra máxima que jamás nos entrará en la cabeza: "el que más grita no siempre es el que tiene razón". Me asombra ver cómo la gente, tras vociferar un par de aullidos, se queda tan ancha pensando que ha sentado cátedra. Pues va a ser que no. Cuando uno recopila los argumentos necesarios para convencer al contrario, los expone claramente y con serenidad, para que al oponente le entre en la sesera lo que quiere decir y capte el significado de las palabras. Pero en el momento en que uno grita no solo desvirtúa de verdades su discurso, sino que provoca en el contrario la necesidad de imponerse y vociferar más, con lo que, entre ambos, dan forma a un guirigay que ni en las mejores funciones del teatro del absurdo.
No obstante, reconozco la labor terapéutica de ciertos programas como Sálvame. Llegar a casa, sentirse solo y enchufar cualquier show donde desafina un coro de voces te regala la, en un principio, grata impresión de que estás rodeado de peña. Lo mismo ocurre con las tertulias de Intereconomía a las que no sigo ni aunque me claven astillas en las uñas, pero a las que alguien muy próximo a mí es aficionado. Salvo los temas de que tratan ambos espacios televisivos (que, incluso, a veces, son coincidentes) no capto las siete diferencias entre uno y otro. Como también me cuesta recorrer el, para mí, corto camino, que separa el Marca del Diez Minutos. A lo mejor es que la corta soy yo.
En el caso de Sálvame, y aunque caigan sobre mí las siete plagas, debo reconocer que Jorge Javier Vázquez me parece un presentador más que decente y mucho más suelto y bregado en el medio que otros figurones que pululan por ahí. Tiene tablas y tiene conversación. De su personalidad no opino porque tampoco me importa (dudo que algún día nos tomemos unas cañas juntos) pero desempeña bien su labor. Hasta diría que con galones. No puedo opinar lo mismo de los contertulios que le rodean; más que nada porque no los conozco. Solo una vez coincidí con Víctor Sandoval en una fiesta, las circunstancias lo situaron a mi lado y puedo jurar que, en el tiempo que la casualidad le puso a mi vera, no fue capaz de decir una palabra amable de nadie. Mantenía una conversación con otras dos personas en las que él llevaba la voz cantante y ponía verde a todo Cristo. No sé si el hombre es así de serie o tenía el día tonto.
Al margen de gritos, descalificaciones y basuras, creo que todos somos libres de ver lo que queramos. Después de todo, esos estudios científicos que tanto me gustan demuestran que cotillear tiene propiedades terapéuticas. Cotilleemos entonces. Y siempre causará menos daños colaterales hacerle un traje al famoso de turno que al compañero de trabajo o al vecino. Más que nada porque estos últimos se pueden enterar y ya la tenemos liada.
Yo reconozco que hace años seguí un par de telenovelas con mucha devoción y orgullo. Ahora no podría, porque no me creo esas historias de amor donde el sufrimiento conduce a la gloria. El sufrimiento encadena dolor a espuertas. Aun así, me parece perfecto que cada uno encuentre su punto de evasión. Y, mejor aún, que lo reconozca. No todos necesitamos sentirnos modernos y convertirnos en devotos de Mad Men (gran serie, por otro lado) cuando en el fondo somos fans del programa de Ana Rosa o cualquier otro. No entiendo dónde radica el desprestigio social.
La llamada televisión basura existe porque hay demanda. Y los personajes que la pululan siguen ahí obedeciendo a las expectativas de gran parte de la población. Tampoco es que haya que demonizar a nadie. Sin ir más lejos, a mí no me gusta el color rosa y no me han expulsado todavía de ningún bar por ello. Resumiendo, tenemos la tele que nos merecemos aunque a todos nos salga la vena intelectualoide de ensalzar los documentales de la 2 en cuanto nos dan un poco de cancha. Por cierto, muy bueno el de hace un par de días sobre insectos y tecnología...
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