Hace algunos meses, un sektch televisivo, anterior al 15M, pregonaba que la ideología predominante entre el español medio, fuera cual fuese su edad y condición social, era el "Me la sopla". Vamos, que nos pasábamos por el arco del triunfo cualquier asunto político, social o económico que nos apuntara así como de lado, sin rozarnos. El asunto tenía un toque de mala leche al que no le faltaba razón. Con los días vinieron las acampadas, los movimientos antideshaucios y demás protestas públicas que a todos nos llenaron de esperanza. Sin embargo, en cuanto bajamos la guardia, el famoso "Me la sopla" avanza y amenaza con engullirnos de nuevo.
Poco tengo que discutir a este axioma, excepto que creo que hay algo que, definitivamente, no nos la sopla: las tontadas. Tontada es, por ejemplo, montar un debate público sobre el nombre de la hija recién nacida de David Beckham. Empezando porque cada uno llama a sus hijos como le parece y terminando porque la vida de David y señora nos resulta tan lejana como los anillos de Saturno, se me hace difícil entender el por qué de tanto revuelo público, las teorías que proliferan sobre el origen del nombre de marras y la obsesión por contemplar las fotos del orgulloso padre arrullando a su bebé. Sería una golosa serpiente de verano si no fuera porque este tipo de acontecimientos, tan futiles e innecesarios, nos vuelven del revés y dejan nuestra razón a la altura de los primates.
Esta mañana he pasado por un kiosco y he visto, en portada de Hola, un bodorrio calificado como el acontecimiento social del año. Ni el del príncipe Guillermo ni el de Alberto de Mónaco. Aquí, el que corta el bacalao es el de la hija de Carlos Goyanes, cuyo mérito no alcanzo a entender. Imagino que la revista le habrá dedicado páginas y páginas de peloteo e incluso ha adelantado su salida un día en deferencia a tan magno suceso. Ahora mismo, cuando no soy capaz de encontrar en mi cabeza referencia alguna al currículum de esta chica, muy mona ella, me siento como un bicho raro por flipar con el escándalo de News of the World (que bastante tiene de cotilleo, por cierto) y no con la separación de JLO y su santo, como debería ser en toda persona de bien que se precie. O por buscar más la foto de Pablo Isla, flamante mandamás de Inditex, que la de la prole de los Beckham en todo su esplendor. Y que los machos se agarren los ídem, porque entre el culebrón Neymar, el futuro de Cesc que los tiene en un sinvivir y el previsible alistamiento del Kun en la armada inglesa, también deben de estar levitando. Tonterías, las (in)justas.
Hace poco leía en una revista que uno de los trucos más eficaces para hacerse rico es frecuentar la compañía de multimillonarios. Yo, en mi modestia, aspiro a dejar de ser pobre para convertirme en miserable. Definitivamente, creo que no tendría nada de qué hablar con ellos, por los menos con los que van por ahí presumiendo de propiedades, parejas y otras beleidades del montón. A lo mejor es que el estómago no me da para más; o quizás sea porque, en el fondo (y también en la superficie) "me la sopla".
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