Pues sí. Y mucha. Me refiero a la señora Esperanza Aguirre, porque de la otra, de ésa que en el colegio convertían en virtud cardinal, nos queda poca.
Tras un verano más o menos tranquilo, septiembre ha entrado con la cólera de Aguirre en estado puro. La mujer anda muy cabreada por los pasillos con la que le están montado en Educación. Ha sacado de tijera (vale, el ahorro es necesario, pero a veces nos pierden las formas) y el personal se le ha soliviantado. Eso de trabajar más, con mayor presión y a cambio de nada no mola, ni para el profesional ni para el cliente que también lo sufre. Como tampoco mola el que te dejen en la calle casi de un día para otro, algo que ha ocurrido a esos cientos (sino miles) de profesores interinos a los que la Comunidad de Madrid negó haber despedido en un principio para asumir luego que donde dije digo, digo Diego y que aquí hubo despidos a mansalva.
No creo que a ninguna mujer ni hombre de bien se le haya olvidado la que montaron los populares madrileños en la Consejería de Sanidad hace unos años. Aquel figura de apellido Lamela, que de Sanidad y gestión debía saber lo que yo de la dinastía Pokemon, la tomó con el Dr. Montes simplemente por querer éste menguar y paliar en lo posible el sufrimiento de los pacientes. Algo para lo que te preparan en la carrera de medicina. Debe de ser que para convertirte en político te forman en lo contrario: hacérselas pasar canutas a los sufridos contribuyentes. En aquel caso, Espe defendió lo indefendible y comenzó a cultivar una de sus cualidades más floridas, la de salir de rositas por tremendo que sea el embrollo en el que se vea metida.
Recuerdo aquellos magníficos tiempos del programa Caiga quien caiga, donde la que caía, casi siempre, era Aguirre. Esa ministra de Cultura con mechas, buscando rincones donde huir de la persecución a la que la sometía Pablo Carbonell, en un intento vano de evitar lo imposible: que el showman no le hiciera una pregunta cultural de cuarto de Primaria que Espe nunca sabía responder.
Aunque suene incongruente, no se puede negar que nuestra presidenta es lista. Ojo, no confundir lista con inteligente. Y que se rodea de una banda de entregados paladines dispuestos a dejarse partir cara y currículum a mayor gloria de su jefa. Además, tiene otra característica terriblemente llamativa y que las mujeres deberíamos admirar. Me refiero a esa capacidad de manejar hombres a su antojo. Si nos fijamos en sus distintos gabinetes, todos desprenden un cierto tufillo machista, con personajes vestidos a lo "modelo ejecutivo de grandes almacenes", pero cuya labor no acertamos a definir. Imagino que la vida doméstica rodeada de hombres que ha llevado mamá Espe la ha curtido en filosofía masculina.
Elucubraciones al margen y a pesar de que esta mujer parece haber nacido de pie, últimamente la veo un poco fuera de sí. Evidentemente, la marea verde desatada con las protestas del estamento educativo parece sacarla de quicio. Eso le pasa por repetir maneras: primero niega la evidencia una, otra y hasta cien veces, para acabar reconociéndola con una sonrisa, como si los papeles se le hubieran perdido en el fondo del bolso o se hubiera dejado el cd con el excel de los recortes en la pelu. Y la gente se lo perdona, tal vez por su pinta de madrastrona siempre dispuesta a regañarnos. Porque regañar, regaña. Ahora, que Zapatero está apagado o fuera de cobertura, la culpa de esta marea que recorre las calles de Madrid es "de los de la ceja". ¡Qué más quisiera nuestro presidente que tener a "los de la ceja" de su parte, si está más solo que la una! Pero en el bando pepero no hay dolor. Cuando la excusa no cuaje, siempre quedará alguien a quien echarle el muerto encima, ya sean los sindicatos, los indignados o los bomberos, que también tienen lo suyo y están ahí, dispuestos apagar todos los fuegos.
Cuanto más lo pienso, menos entiendo que ve la masa en Espe para votarla en eso mismo, en masa. ¿Su liberalismo a ultranza que solo sacará de pobres a los más íntimos? ¿Sus críticas continuas sin alternativa alguna? ¿El equipo de mentes superdotadas que la rodea? ¿Ese populismo rancio de clase alta? ¿Su empeño en devolver al gobierno central competencias como Educación y Justicia cuando ha visto que ya no puede ordeñar más la vaca? Porque a todos nos encanta gestionar las cosas si tenemos dinero para hacerlo, pero lo complicado es llevar los asuntos a buen puerto cuando no hay ni un euro. En ese caso siempre procede buscar un sospechoso o un tonto útil a elegir. Elemental, querida Watson.
A mí me parece muy bien que profesores, padres y alumnos se suban a la chepa de doña Espe mientras ella le echa la culpa de todo al boogie. O al ministro Gabilondo, que pasaba por allí. La educación, la sanidad y otros servicios básicos de nuestra comunidad los pagamos entre todos. Y tenemos derecho a recibirlos. Si el gobierno que desgobierna nos ha hipotecado la recaudación de los impuestos en fines más elevados, mereceríamos saber en qué. A ver si entendemos de una vez que los ciudadanos no somos peones manejados para dar jaque al rey. Sobre todo porque algún peón se puede poner tonto, acorralar a la reina y usurparle el trono. Pero, bueno, estamos hablando de ajedrez, ¿no?
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