Tiempo atrás atronó en nuestros oídos una canción llamada "del verano" que decía algo así como "que la detengan, que es una mentirosa, malvada y peligrosa" etc, etc. Hablaba de mentiras, falsedades y de una mujer a la que había que echar de comer aparte. Porque si algo nos enseñan desde pequeños es que mentir es malo. Lo curioso es que nos dicen lo mismo de otros verbos de acción como matar, robar... pecadillos que nos cuidamos muy mucho de cometer por lo que pueda pasar, mientras que mentir, lo que se dice mentir, lo hacemos a punta pala.
De niños mentimos por miedo. Miedo a decepcionar a nuestros padres o amigos y miedo también al castigo que seguramente nos caerá tras admitir la verdad. Con los años, el concepto va evolucionando y entendemos lo que es la mentira piadosa, el mentir para no defraudar, para manipular o para evitar un mal mayor, ya no solo nuestro, también de otros. Todos lo hacemos alguna vez, con más o menos destreza y en menor o mayor medida.
Pero una cosa es mentir y otra dejarse engañar. Son muchas las ocasiones en que sabemos que alguien nos la está metiendo doblada, pero nos callamos, la mayor parte de las veces por tener la fiesta en paz y otras por ver a dónde conducirá esa situación. Somos así de retorcidos. Imagino que esta convivencia tan alegre con las verdades a medias y las medias verdades es lo que nos lleva a aguantar con estoicismo los despropósitos de nuestro gobierno, que nos la endiña una y otra vez aun sabiendo que les hemos pillado en mil renuncios.
No me extraña que los españoles desconfiemos tanto del oficio de la política. Pero una cosa es desconfiar y saber que un político miente casi por derecho y otra entender que lo que está haciendo el PP con nuestras cosas es un mal menor. Porque se puede justificar un recorte o incluso dos, pero no es de recibo que nos hagan tragar semejante sarta de trolas: que si no quiero el copago y ahora sí, que si no subiré el impuesto y ahora también, que si no aumentaré el IVA y ya estoy tardando, etc., etc.
Viendo el vídeo del PSOE sobre las patrañas que nos endosó el PP durante la campaña electoral nos damos cuenta de que, sean cuales sean las siglas que han pergeñado semejante docudrama, las hemerotecas están para algo, en este caso demostrar que nos gobierna una cuadrilla de tahúres para quienes la mentira es el deporte nacional. De hecho, tirando de archivo, resulta extremadamente difícil encontrar una verdad en el discurso electoralista de Rajoy y los suyos. Pero lo peor no es eso; lo más malo es comprobar cómo tenemos unas tragaderas que ni Linda Lovelace en su mejor porno.
Y es que hemos llegado a un punto de anestesia general en el que entendemos que los partidos políticos están presentes en nuestra sociedad para violar las promesas nada más llegar al poder. Y no es así. De hecho, en otros países con mayor autoestima, a la primera mentira ya montan una revolución. Pero en España no: dejamos que nos la endiñen una y otra vez porque, a lo mejor, hasta nos lo merecemos. Me niego a creer semejante barbaridad. Estos señores que nos gobiernan no son ni nuestras familias, ni nuestras parejas ni nuestros amigos más íntimos, así que no tenemos por qué perdonarles nada y mucho menos la vida política. No se puede engañar a un país para llegar al poder y luego escupirle en la cara todas las supuestas buenas prácticas que les llevaron donde están. De hecho, semejante argucia inmoral debería estar penada. Alguien tendría que crear un organismo autónomo que vigilara el correcto cumplimiento de lo prometido. Sería la única forma de que a algunos no se les fuera la olla jurando en balde para, segundos después, decir que donde digo digo, digo Diego.
El único consuelo que nos queda es que esto, tarde o temprano, estallará por algún lado. Y que Rajoy y su sarta de mentiras acabará hundiendo al PP, convenciendo a artes y partes de que esta panda es justo lo que parece: un grupito de ultraconservadores (aunque fastidie, éste es el epíteto por el que son conocidos en el resto de Europa) sin escrúpulos dispuestos a engañar hasta a los suyos por un puesto en la administración. Que no digan entonces aquello de "qué habré hecho yo para merecer esto". Todo, compañero, todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario