¡Albricias! Preocupados como andábamos todos por nuestra supervivencia y la de nuestros allegados, al final ha ocurrido lo que tenía que ocurrir: se ha producido la noticia del millón, aquella que nos hará olvidar todos los males hasta ahora padecidos. La buena nueva llega de la mano de una pareja. Y no, no me estoy refiriendo a ese entrañable tándem que forman nuestro rey y el elefante africano que tanto le gusta cazar previo pago de los contribuyentes, sino al maravilloso dúo compuesto por Angelina Jolie y Brad Pitt. Los diarios de medio mundo recogían hoy, por enésima vez, que los actores están comprometidos. Sinceramente, no sé cuál era su estado hasta el momento, porque si en su relación no existía ningún compromiso, no entiendo cómo han podido vivir siete añazos de felicidad perpetua. Se ve que, para eso, los americanos son muy suyos.
Obviando la base de que toda relación (amistad, familiar, de pareja etc) requiere de algún compromiso por las partes ya que, de no ser así, está predestinada al fracaso, hay que ver cómo nos gusta a todos el triunfo del amor. En tiempos difíciles nos entretenemos una barbaridad con los devenires sentimentales de los otros pero es que, además, los programas que vemos con fidelidad espartana en la tele son más de lo mismo, desde ese falso reality de la MTV donde unos amigos se declaran a otros ("para pasar de la zona de amigos", dicen; qué entrañables) con la cámara casi sorbiéndoles a ambos los mocos de la nariz, hasta ese pseudo concurso de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? en el que posesivas madres entregan a sus retoños a las hienas. Está claro que todo esto compone una bonita escenografía a mayor satisfacción de la audiencia televisiva y que el "para siempre" les va a durar lo mismo que la fama efímera, pero hay que ver lo enganchado que anda el pueblo a semejantes amoríos impostados.
Confieso (y, por favor, que nadie me dispare en el pie por ello) que no he visto ni una entrega de ¿Quién quiere casarse..?. Estaría haciendo otras cosas más entretenidas: limpiar el baño, contar las manchas del parquet o rascarme la espalda. Pero me ha resultado imposible huir de tamaña atrocidad, porque en todos los zappings aparece una señora con un hijo nerd (la palabra más suave que se me ocurre) diciéndole hasta cómo se tiene que cepillar los dientes y otra mujer de rostro inquietamente extraño pretendiendo que su retoño de rizos maride (lo de arrejuntarse no está en el vocubalario) con una buena señorita de derechas. Tal parece que al rizado amigo le entra más por los ojos la cosa indie (mulatas, chicas playboy, etc) pero se ve que a su santa madre, tanta modernez le pilla con las mechas largas.
Como la cosa ha tenido su cuota de pantalla, su exitazo en Twitter (lo confieso: las voluntades que mueven la red de los trinos me tienen pasmada) y su correspondiente debate en internet, a la cadena amiga no se le ha ocurrido idea más brillante que proponer un nuevo reality: Camionero busca esposa. Así que, si los jefes italianos no lo remedian, pronto tendremos un nuevo engendro con el que alegrarnos el corazón, protagonizado esta vez por aburridos hombres acostumbrados a ver fotos de jamelgas con pectoral sobredimensionado.
Desconozco los motivos que llevarían a alguna mujer a llegar a la coyunda con un camionero por el simple hecho de serlo. Quiero decir que, como aquí la personalidad importa lo que una mosca en la sopa, no consigo yo verle el mérito añadido a chupar rueda (con perdón), un día sí y otra más de lo mismo. A no ser que la susodicha crea que el tamaño (del vehículo) importa o imagine que la cabina de un camión es el sitio donde una se hace mujer, mujer, tal y como le gusta a Gallardón. De nuevo, lo único que creo que puede mover a cierto sector de población a comerle la oreja a un conductor de trailers es salir en la tele. Total, lo que se prima ahora son valores tan estupendos como la tontería, un físico epatante y un encefalograma lo más plano posible. Como diría cualquier protagonista de El Barco: "dejémonos ya de tontadas y quitémonos la ropa".
Pues nada, ánimo y que haya polvos mágicos a tutiplén para goce de los que estamos al otro lado, los mismos que jamás saldríamos en la tele para comernos la boca entre nosotros y "acto" seguido hincarnos los dientes en la yugular. Vosotros a practicar la paz y el amor ante las cámaras, que yo tengo muchas cosas que hacer. ¿Por ejemplo? Ver llover.
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