España anda revolucionada, aunque el término le venga un poco grande. Cada día es un invento: hoy, por ejemplo, nos ha dado por tomar como afrenta al honor patrio el que Argentina quiera nacionalizar la mitad de Repsol, esa empresa de capital privado cuyos beneficios van a parar a los accionistas (unos cuantos; no todos los españoles, como supondría un marciano que aterrizara de hoy mismo sobre los Monegros) y que el gobierno de la nación ha salido a defender como si fuera la causa más justa y elevada. Pues muy bien. Si nos tomamos esto con la misma inquina que nos entra cuando un árbitro abusa de nuestra selección de fútbol, hagamos medrar el odio contra los argentinos.
Y ahí andamos, defendiendo derechos que no son ni nuestros como si nos fuera la vida en ello. En el olvido parece haber quedado ya esa amenaza del gobierno de PP de convertir en delito la resistencia pacífica y perseguir con pena de cárcel a quien convoque concentraciones y protestas a través de las redes sociales. Anteayer estábamos llevándonos las manos a la cabeza y hoy solo recordamos la concha de su madre. La memoria es frágil.
Me encanta cómo este gobierno emplea cortinas de humo para tapar los dislates que se le van ocurriendo. No sé si lo hace a propósito, pero si es así, chapeau. O, lo que es lo mismo, olé sus huevos. Hace tan solo un par de días se sacaron del bolsillo la amenaza de convertir España en un estado fascistoide y aquí andamos, solidarizándonos con Repsol sospechando que mañana lo haremos con Botín si a México (es un decir) le da por lanzar sus aztecas dardos a la calva de Botín. Luego dirán que no somos solidarios con los pobres ricos.
La amenaza de transformar cada protesta en un acto de supina rebeldía me parece peligroso, innegociable y abusador, más propio de otros tiempos y de otros países mal llamados bananeros. La constitución española me garantiza que voy a poder decir lo que quiera, a quien quiera, cuando quiera y donde quiera, pero ese mismo derecho es el que pretende cercenarme este mi gobierno, al que ni tan siquiera he votado. Imponer medidas de tal calibre es como pasarse por la peineta varios principios del Derecho, incluido el asambleario. E imagino que no es el único.
El gobierno que tenemos se retrata a sí mismo a cada paso que da. Si alguno todavía pensaba que vivíamos regidos por un partido de derechas, moderno y amante del centro, creo que va a tener que hacérselo mirar. Porque sí, amiguetes, esta cosa de que las protestas pacíficas se va a penar más que un desfalco de los muy gordos nos afectará a todos: tanto a los que echamos pestes contra la reforma laboral como a los que pegan cuatro gritos delante de una clínica abortista. Aunque, claro, semejante barrunto tiene un objetivo meridiano: impedir que se vuelvan a producir fenómenos como el 15M, una tocada de pelotas a los políticos que, además, da mala imagen en el exterior. Y ya sabemos que, para los señores de derechas, los trapos sucios se lavan en casa y, de puertas para afuera, hay que tener siempre la camisa perfectamente planchada. De color azul, principalmente.
Todavía quiero pensar que esto es solo una de las muchas algaradas de las filas peperas y que todos vamos a poder seguir diciendo lo que pensamos sin miedo a lo que decida la autoridad competente. Pero he visto muchas cosas raras (empleados controlados con sus jefes, gente que ya no se relaciona con otra porque no conviene etc) como para no imaginar que todos vamos a ir a lo nuestro, o sea, sobrevivir, y aquí el de la barba y su banda marianista hará lo que le venga en gana mientras los demás andamos distraídos con el apretado final de liga y las desventuras de unos empresarios en Argentina (por cierto, todavía tenemos cooperantes secuestrados en países "tercermundistas"; ah, perdón, que estos son mindundis. Mis disculpas).
Y, encima, el otro día se me ocurre leer una encuesta que dice que el común de los mortales vemos a los hombres armados más guapos, más altos y, en general, más atractivos que la media. No, si ahora resulta que las protestas pacíficas las emprenderemos con el único objetivo de ligar. Ya les vale.
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